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Albi, ciudad medieval y viva

 

Palacio fortaleza de Albi.

Palacio fortaleza de Albi.

Estamos en una ciudad patrimonio de la Humanidad. Desde que a comienzos del siglo XII, San Bernardo predicó aquí contra los cátaros sin éxito, se llamó “Albigenses” a los herejes. Sin embargo, cuando comenzó la Cruzada contra los Cátaros, la ciudad se pasó al bando real y papal, conservando todo su poder, murallas y riqueza. Finalizadas las guerras, para dejar claro quien mandaba, el Obispo promovió la construcción de la catedral de ladrillo más grande conocida. Está concebida como una gran fortaleza, con estrechas ventanas y ábside fortificado. Al lado, el Palacio del Obispo tiene la misma estructura. Ambos ofrecen la imagen de un poder dominador, eclesiástico y feudal, victorioso sobre la herejía cátara. Así era el mundo medieval.

Imagen de la catedral.

Imagen de la catedral.

Toda la ciudad es un conjunto monumental, con rincones medievales repletos de vida, un puente del siglo XI, palacios renacentistas, iglesias, claustros… calles antiguas que son calles de hoy y casas del siglo XV que se llenan de la vida del S. XXI. Ha sido siempre una ciudad viva y bendecida por la suerte en la conservación de su patrimonio. Tanto el Renacimiento como la época industrial dejaron en la ciudad riquezas y posibilidades que los habitantes aprovecharon bien.

Casco medieval de la localidad.

Casco medieval de la localidad.

Pero hay dos aspectos, relacionados con la pintura, que hacen de Albi un rincón inolvidable. El primero es que todo el interior de la Catedral, paredes y techos, está pintado con frescos que son una enciclopedia pedagógica del cristianismo en los tiempos pre-audiovisuales. Son más de veinte mil metros cuadrados de frescos, como una gran pantalla del catecismo católico. Lo que más destaca es un Gran Juicio Final, pintado especialmente para los Cátaros, ya que ellos no creían en el Juicio Final, porque un dios bueno no puede mandar a sus hijos a un infierno eterno. Son pinturas medievales que anticipan lo mejor del Bosco, que vemos en el Museo del Prado. Aparece un paraíso, lleno de guapas mujeres desnudas. No hay almas aburridas glorificando a un dios sin piedad. Este paraíso convence a cualquiera.

Museo de Toulouse Lautrec.

Museo de Toulouse Lautrec.

Al lado de la Catedral, en el Palacio de La Berbie está el Museo de Toulouse-Lautrec, que recoge prácticamente toda la obra de este pintor precursor de casi todo, incluida la cartelería y el diseño modernos. Ahí están todos los carteles del Moulin Rouge y los retratos de tantas señoras de bien… Su padre quiso donar la obra a los museos de París, porque le parecían más importantes, pero no lo aceptaron y así fue como se trajo las cuatro mil obras a su ciudad, para completar un patrimonio envidiable.

Me dice un amigo francés que en Francia hay muchas ciudades como Albi, medievales y bien conservadas. Siento un poco de envidia. Muchas de nuestras ciudades medievales han quedado reducidas a un pequeño casco histórico, a veces bastante vacío de gentes y de vida. A su lado han crecido monstruosos bloques o insulsas urbanizaciones que ningunean a siglos de historia. En turismo y conservación del patrimonio tenemos que seguir aprendiendo, e incluso copiando, de los franceses. Cuidan y aman lo suyo.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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