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Camboya: arte y naturaleza salvaje en Angkor

Ya estamos en Angkor, la perla de Camboya, la joya de su pasado, su presente y su futuro. Hoy ha sido el primero de los cuatro días de andanzas por la selva, visitando, descubriendo y admirando templos que son Patrimonio de la Humanidad y una de las maravillas del mundo actual. Solo son comparables a las Pirámides de Egipto o al Machu Pichu de los Incas. El resto de las piedras del mundo quedan a un nivel más bajo, incluso las del castillo de Cuéllar.

La grandiosidad de estos 300 kilómetros cuadrados, plagados de templos y construcciones civiles, nos envuelve y nos sobrepasa. Es mucho más de lo que imaginábamos. Habíamos leído historias, visto documentales, hemos escuchado al guía, pero la realidad lo ha superado todo. ¡Y solo es el primer día! Aquí floreció el Imperio Jemer desde el siglo IX hasta el XV, con diferentes altibajos, dominando a todos los que ahora son sus países vecinos. Construyeron en piedra sus templos para la eternidad. Las casas populares, las residencias o palacios del rey se levantaban en madera y la selva ha dado buena cuenta de ellos. Hoy solo quedan las moradas de los dioses.

Hemos empezado en Angkor Thom, la última capital del reino. Estaba rodeada por una muralla de doce kilómetros. Quedan las puertas y algunos tramos. Nuestro bautizo angkoriano ha sido en el Bayon, el gran templo que construyó Jayavarman VII, cuando hizo del Budismo la religión de su reino. En las 54 Torres que se levantaron había esculpidas más de doscientas caras del Buda de la Compasión, con esa sonrisa melancólica que tanto nos seduce a los occidentales. Es un templo de unión de las dos religiones y donde se mezclan mitologías de ambas. Parece que el pueblo aceptó bien la nueva religión, que se adaptaba mejor a su carácter. Hemos, andado, recorrido pasillos, patios, hemos subido y bajado escaleras, a 38 grados de temperatura, «como niños que salen de la escuela». Ni una queja, absolutamente embriagados por la grandiosidad que nos envolvía.

Luego otro templo…y otro. El Templo de la Justicia, la Terraza de los Elefantes y la del Rey Leproso. Son construcciones increíbles, si pensamos que se hicieron hace mil años, con la única ayuda de los elefantes para acarrear piedras. Pero ha habido un templo, Ta Phrom, que ha sobrepasado por completo nuestras expectativas. Todas las construcciones están envueltas por una naturaleza salvaje y cómplice de la grandeza de las piedras. Pero en este templo la naturaleza se muestra con todo su poderío. Los árboles, con sus troncos, ramas y raíces ahogan al templo en un abrazo mortal.

Hay muchas partes muy destruidas y otras de una belleza salvaje, que ha servido de escenario en algunas famosas películas. Nos ha comentado nuestro guía, Mol Pao, que una diosa del siglo XXI, Angelina Jolie, vuelve por este templo de vez en cuando, porque aquí creció su gloria. Como siempre, los dioses a veces al caer la tarde pasean entre los mortales. En este templo ha sido la diosa Madre Naturaleza la que ha vencido a la eternidad de las piedras. Los relieves y esculturas de los viejos dioses yacen por el suelo, derrocados de su pedestal por los brazos de la diosa que a todos nos abraza cada mañana.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

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