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Camboya: Once fotos con amor y un vídeo desesperado

Texto-unaSon es un un viejo soldado. Tiene 75 años. Muy longevo en un país que ha vivido 30 años de guerras Constantes. Ha luchado en todas ellas. Una herida en el hombro y una cicatriz que le cruza el pecho son la marca de esos años. También vivió en Londres y en Francia y conversa en cualquier idioma. En su mirada atesora la melancolía del que ha vuelto del horror sin odio.

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Los niños deberían ser el futuro, pero el trabajo infantil amarga su presente y hunde su porvenir. Este niño vive y trabaja en una alfarería. Está rematando un horno cerámico que se emplea a diario con brasas de carbón para preparar la comida en las casas. Pasa más horas trabajando que en la escuela.

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Las mujeres sostienen la familia. Nunca hemos visto a un hombre conduciendo en esta misma situación. Parece que las motos liberan a las mujeres. Les da libertad para moverse, pero también les obliga a cargar con la responsabilidad de llevar y recoger niños. Parece que no hay mucha diferencia entre el rol social de esta mujer y el de nuestras diputadas que siempre dejan claro que siguen siendo ellas las que tienen que estar pendientes de la salida del colegio de sus hijos.

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Los monjes tienen un papel fundamental en Camboya. Viven de las limosnas que recogen recorriendo las calles cada mañana o en los propios templos. Son humildes, simpáticos, cultos y muy respetados. Sin duda han influido mucho para cerrar las heridas en una sociedad dividida por años de guerras. El sentir budista no conoce el rencor. Para resolver grandes conflictos parece que el Buda de la Compasión es más efectivo que el Jesús del Madero.

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Los Jemeres Rojos extendieron el terror durante cinco años, más allá de todo lo imaginable. Ni los paises occidentales, ni las grandes cadenas informativas, ni las Naciones Unidas «sabían» nada. Se repitieron muchos horrores de los campos nazis de exterminio, pero infligidos sobre la propia población. Era impensable a finales del siglo XX. Muy pocos responsables han sido juzgados y condenados. La población quiere olvidar y seguir rehaciendo el país con optimismo en el futuro.

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Los monos aparecen por muchos rincones de Camboya, sobre todo allí donde no hay una población rural que se los coma. Nos recuerdan que nosotros también somos primates en evolución. Posando junto a una pequeña estupa nos señala nuestro punto en esa carrera de la evolución. Ellos no son religiosos. Nosotros, como primates superiores, hemos creado miles de dioses y de religiones para que nos ayuden a responder a todas las preguntas y los miedos que nos acosan. Su mirada nos interroga sobre el siguiente paso en el nivel evolutivo.

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Una campesina de las zonas más pobres del país sostiene una mirada entre el abatimiento y la resignación ante una vida sin muchos alicientes. El campo es muy pobre, muy atrasado. Los campesinos acceso lnme mantienen a nivel de supervivencia. Sus casas de madera o cabañas de fibras vegetales están repartidas a lo largo de un camino polvoriento. Un cable de la luz parece toda la conexión con el resto del mundo.

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Los niños del mundo rural son los más perjudicados de la situación de Camboya. Los vimos bañarse, reírse, disfrutar de unos regalos…Luego los vimos perderse por este camino, regresando a una vida que no habrá cambiado nada desde hace siglos. Ellos no lo saben, pero disfrutan de una niñez que envidiarían los niños de cualquier país desarrollado. Van y vienen donde quieren, juegan como siempre han jugado los niños, pasan poco tiempo en la escuela, ayudan en la casa y se sienten una parte más de la naturaleza, como los pájaros que escuchamos. Su futuro…ésa es otra cuestión.

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Un lío de cables recorre cada calle de cada ciudad de este país. La tecnología va llegando poco a poco. Después de ver a este hombre trabajando en esa maraña nos admiramos de que al llegar a cada hotel dispongamos de un buen wifi, de electricidad estable y de que haya un frigorífico que enfríe nuestras cervezas. Todo se lo debemos a hombres así. Gracias.

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Las mujeres sostienen la economía de Camboya. Eso es lo que pienso cuando las veo en las calles haciendo todo tipo de trabajos para ganarse la vida. Cosen, bordan, mercadean, cocinan, venden cualquier cosa. Esta mujer prepara «comida casera para llevar». No hay trampa ni cartón. Cada día elabora sus guisos en directo y cada día ofrece su buena mano para que la gente pueda comer por un euro.

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La Madre Naturaleza se muestra poderosa en el Templo de Ta Prohm. Es una sencilla parábola de nuestro destino. Nuestra cultura, nuestras grandes obras, nuestros proyectos políticos, nuestros dioses y nuestros prohombres serán engullidos por el paso del tiempo y la fuerza de la naturaleza, como este gran templo de hace casi mil años. Por aquí pasearon reyes, sus estancias se llenaron de piadosos monjes, vieron maravillosos y coloristas rituales cuando los dioses conversaban al atardecer. Lo que vemos hoy lo podríamos llamar «historial natural».

Un vídeo desesperado

A lo largo de estos días he visto por los mercados populares a ciegos con sus lazarillos ofreciendo su música para solicitar una limosna. No me he atrevido ni a hacer una sola foto por respeto y por vergüenza propia de rico occidental. Se me parte el alma pero hoy me he decidido. He pedido permiso a su mujer-guía, he acallado mi conciencia con unos dólares y he querido reflejar cómo es la vida de algunas personas en el siglo XXI. Me pregunto, después de ver esto, ¿de qué me puedo quejar yo?. No tengo derecho ni a quejarme de otros cuatro años de gobierno de Rajoy. ¡Ya quisiera este hombre vivir en mi país, con un gobierno como el mío del PP!

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

1 Recado

  1. Fantástico!!!
    Y tan verdad como la vida misma

    Responder

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