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Camboya : «Vida de guiris»

El nombre Battambang, la ciudad donde estamos, suena a película colonial, de misioneros y plantaciones. Es la segunda ciudad de Camboya, aunque no tiene mucho interés para los turistas. Para los pocos que nos perdemos por aquí los chicos de los Tuc-tucs tienen preparado un recorrido por los sitios más interesantes de los alrededores. Aceptamos la propuesta y nos disponemos a pasar un día de auténticos guiris. La primera atracción es el conocido como «Tren del bambú». Es una vieja vía estrecha construida y utilizada por los franceses para transportar bambú. Hoy lo llamaríamos un producto turístico consolidado. Fruto de la indigencia y de la necesidad de buscarse la vida con recursos propios.

Algunos espabilados comenzaron ideando unas plataformas rodantes para transportar sus propios productos. Pero, dando un paso más, pasaron a ofrecer un trayecto sugerente para los turistas. Es un recorrido de ida y vuelta de unos 15 kilómetros entre bosque, campos de arroz o selva degradada. La vía se encuentra en muy mal estado, pero es segura para estos ingenios artesanales, que se mueven con un sencillo motor. Como no hay desdoble de vías, ante el encuentro de dos «vagones», el menos cargado es desmontado y apartado para que el otro pase. Es una auténtica atracción de feria para guiris, donde no se va a ninguna parte, ni el trayecto es interesante, pero » se pasa bien», se hacen muchas fotos y se practica la ayuda directa. Aquí se une la necesidad de entretenimiento de los turistas y la ingeniosidad de los lugareños. Por supuesto, disponen de un amplio merchandaising para terminar de rentabilizar este producto turístico de buenos emprendedores .

Para que sigamos contentos con nuestra colección de fotos nos llevan a visitar un templo antiguo, una colorida Pagoda moderna, una casa de campo donde hacen obleas de arroz totalmente artesanas y una granja donde crían cocodrilos para aprovechar su carne y su piel. Además nos enseñan un puesto en la carretera donde venden ratas recién asaditas, doradas y con una pinta estupenda. ¿Se puede pedir más en un completo tour turístico de calidad ? Pues por la tarde nos esperaba el plato fuerte del día, el que realmente nos ha traído a esta ciudad. Nos han llevado hasta una montaña aislada, a unos kilómetros de la ciudad. En la cima hay un templo y diferentes construcciones religiosas. Pero lo interesante son las cuevas que oradan la montaña.

Este lugar fue el último refugio de los Jemeres Rojos, donde sobrevivieron bastantes años, después de ser desbancados del poder por los vietnamitas. Aquí tuvieron un campo de exterminio y de torturas, ilustradas crudamente por unas grandes figuras de tamaño natural. Tiraban los cadáveres, o los todavía agonizantes, por la boca de una gran cueva, donde hoy hay un templo de recuerdo y homenaje a las víctimas. Es una forma de reconocer y reconciliarse con el pasado. Camboya lo ha conseguido en pocos años. En España, después de 80 años de «postguerra», todavía tenemos miles de muertos sin identificar por las cunetas de nuestros caminos y muchos vivos siguen aún con el odio a flor de piel, con el mismo vocabulario de la guerra recién terminada.

Vuelvo a decir que el Budismo sabe perdonar mejor que el Catolicismo. El máximo exponente ha sido Rouco Varela, tan lejos de la sencillez y humildad de un monje budista, un colectivo duramente machacado por el régimen de Pol Pot. Al atardecer, esperamos con la mirada fija en otra gran cueva, la salida de millones de murciélagos, el espectáculo más maravilloso que podríamos habernos imaginado. Durante casi treinta minutos salen los murciélagos a miles en una hilera contínua, que parece perfectamente organizada. La hilera, que no tiene ni principio ni fin, se desplaza zigzagueando caprichosamente por este cielo del atardecer del solsticio de verano. La naturaleza vuelve a mostrarse generosa , inimitable, caprichosa y sobre todo de una belleza sorprendente. Durante mucho tiempo seguimos con la mirada este desfile infinito de más de seis millones de murciélagos que se calcula que tiene esta colonia. Luego se pierden en la noche, al igual que nosotros, buscando algo provechoso que reconforte sus cuerpos.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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