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Camino del Cid (12): Teruel existe, todavía…

  • Linares de Mora

Después de Teruel retomo el recorrido hacia la Sierra de Gúdar-Javalambre, antes de llegar al Maestrazgo.

Mora de Rubielos y Rubielos de Mora juegan al ratón y al gato con el nombre, con la historia, sus calles y castillos. Más vistoso el castillo de la primera y con más encanto rural el caserío de la segunda. Ambas están pobladas de antiguos palacios y casas blasonadas, que se descubren entre pasadizos y estrechos arcos de muralla. El castillo de Mora impresiona por su altivez. Su origen fue una fortaleza árabe que luego continuó siendo fortificada por las luchas constantes entre castellanos y aragoneses. Siempre nos contaron que peleábamos contra los moros.

Me adentro en la provincia y vuelvo a carreteras que llegan hasta casi los 1700 metros, en días grises y desapacibles. Los pueblos, nada pequeños, se alargan sobre las laderas con un encanto particular. Nogueruelas, Linares , Mosqueruela…son de arquitectura blanca, poniendo luminosidad en estas tierras tan olvidadas. Hay grandes espacios vacíos que hacen de Teruel una tierra por descubrir y por conquistar. Oír en la radio hablar de los problemas y las restricciones de tráfico en Madrid da auténtica risa. Hay que recordar que en España el 70 % del territorio solo acoge al 10% de la población. Vivimos apiñados en un gran pueblo manchego del centro y en determinados puntos de las costas. El resto es un espacio por descubrir y por repoblar. Solo se utiliza para turismo o para dar pena.

Teruel es el ejemplo perfecto. Lleva años luchando en todos los frentes, pero apenas ha recogido alguna medida efectiva. Desde la Universidad de Zaragoza se está impulsando el Proyecto Serranía Celtibérica para que los políticos vuelvan su mirada sobre un territorio, hoy olvidado, que abarca casi una tercera parte de España. Propone constituirse en una auténtica región deprimida, en población y recursos, la Laponia peninsular, para recabar ayudas europeas de manera conjunta, no separadas por Comunidades Autónomas, como hasta ahora. Parece que si no hay votos no hay interés. Solo discursos y promesas…hasta las siguientes elecciones. Recientemente en Soria se ha celebrado la Feria Presura para unir los esfuerzos de asociaciones diversas contra la despoblación. Hay movimiento…

Mosqueruela parece un ejemplo de lejanía y abandono. No es un pueblo pequeño pero no encuentro nada para cenar o para pinchar en ninguno de los cinco bares del pueblo. “Aquí es así”, me dicen …Pero ni una tapa de tortilla. Al final me tengo que conformar con un alegre bocata de buen jamón y mejor queso… Y disfruto de la amena conversación mientras vemos el partido de la Champions. Solo hombres. Parece que todos son del Barça. Es la estampa de un bar de pueblo de toda la vida, fiel reflejo del aburrimiento.

Ya estoy en pleno Maestrazgo, una comarca mítica desde que se constituyera en el reducto fuerte de Los Templarios a finales del siglo XII, tras irse replegando de los Santos Lugares en Oriente Próximo y tras verse acosados por el Papa de Roma y el rey de Francia, debido a sus riquezas, Dominaban castillos y Encomiendas. Controlaban buena parte del territorio levantino en difícil equilibrio con el rey de Aragón. Entonces el Maestrazgo era una zona rica y deseada. Su riqueza se basaba en su lugar estratégico y en la lana de los rebaños que se extendían por los interminables páramos de la comarca. ¡Quien probara esos corderos!

He ido a desayunar al único bar abierto en La Iglesuela del Cid. Yo estaba con mi café y mis madalenas…al señor de al lado le han servido un copazo de aguardiente. Me mira y me dice muy serio: “Yo… es que no puedo tomar leche” “ya claro, es lo que tiene el no procesar la lactosa”. Además de los numerosos palacios y casonas renacentistas que animan sus calles están orgullosos de la arquitectura de “piedra seca”. Son kilómetros de sencillas vallas en piedra o casetas de pastores levantadas sin ningún tipo de argamasa. Los chozos se cierran artísticamente con falsa bóveda, únicamente con lajas de piedra. También algún puente gótico es buen ejemplo de esta técnica, que está considerada Bien de Interés Cultural.

Desde La Iglesuela del Cid me voy adentrando por una zona de conjuntos histórico-artísticos, hoy incluidos en todas la lista de los pueblos más bonitos de España. Cantavieja y Mirambel son dos lugares que hay que visitar para entender lo que fue la Edad Media y buena parte de nuestra historia. Murallas, casonas nobles, casas de la gente llana, conventos para nobles y plebeyas, guerras constantes…Como ocurría en la vieja Castilla, las guerras y las ovejas proporcionaban lo que hoy llamaríamos un nivel de vida envidiable.

Cantavieja.

Cantavieja se convirtió en centro de nuestras viejas guerras civiles, las guerras carlistas del siglo XIX. Aquí se atrincheró el general Cabrera, el tigre del Maestrazgo en esas guerras que hoy nos parecen de opereta, pero que marcaron todo un siglo de enfrentamientos. Alguna línea dedican al tema los folletos turísticos. Sin embargo no dedican ninguna a la terrible dureza que nuestra Guerra Civil tuvo en esta zona, y en general en todo Teruel. No es un atractivo turístico. Explican mejor la batalla del Cid en Tevar que las sangrientas batallas en 1938 en esta zona, la dura represalia o la pervivencia del Maquis por bastante tiempo, en diversas cuevas y escondrijos. Los turistas queremos una historia edulcorada, que no nos remueva el plácido presente. Por fin ahora, en algún sitio, ya empiezan a aparecer carteles que señalan lugares de interés de la Guerra Civil: trincheras, búnkeres o nidos de ametralladoras. Empezamos a asimilar la penúltima página de nuestra historia. No es para estar orgullosos, pero es la nuestra.

Paso por Tronchón, un pueblito `questá-enca-dios´, pero que es famoso porque Cervantes citó su queso en el Quijote. He vuelto a probar el queso de Tronchón, de cabra o de oveja y es inigualable. Todavía hay una pequeña quesería en este pueblo lejos de todo y eso ayuda a mantenerlo en el mapa. Quien lo prueba no lo olvida. Al final de la Segunda Parte del Quijote, cuando el hidalgo regresa derrotado de Barcelona, es invitado al manjar “aquí llevo una calabaza llena de lo caro, con no sé cuántas rajitas de queso de Tronchón…” Anteriormente ya lo había citado. Es difícil de imaginar cómo en el siglo XVII un madrileño podría conocer el queso de un minúsculo pueblo perdido en Teruel.

Si hubiera que situar un Macondo en España…sin duda estaría en la provincia de Teruel.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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