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Colores de otoño (3): Cañón del Duratón

Siempre el Cañón del Duratón ha sido un trozo de naturaleza agreste y salvaje que nos han colocado a la puerta de casa. Hay belleza natural sin límite, buitres sobre nuestras cabezas, historia condensada en cuevas, pinturas, ermitas y conventos, rutas espectaculares, incluso encontramos un agradable chiringuito en el puente de Villaseca, ¿qué más se puede pedir?

Hace ya mucho tiempo, allá por el siglo VII, los eremitas se dieron cuenta de que este rincón de la naturaleza podría ser bueno para estar más cerca de su dios y más lejos del mundo. Hay que pensar en un río, rodeado de suelos fértiles, con huertas, frutales, corrales con aves, charcos con truchas, un microclima mediterráneo en plena meseta… Con estas condiciones pronto debieron ocuparse las cuevas que se extienden por todas las paredes rocosas. San Frutos y sus hermanos, Valentín y Engracia fueron encontrando por aquí sus soluciones habitacionales y dieron una publicidad al lugar, que terminaría saturado unos siglos después.

Priorato en las hoces del Duratón.

Priorato en las hoces del Duratón.

En el año 1100 se consagró el Priorato de san Frutos, por benedictinos que dependían de Silos, sobre una ermita visigoda anterior. En 1231 los franciscanos levantaron un poco más arriba el Convento de la Hoz, sobre otra construcción anterior. No faltaron los pleitos entre ambos conventos. La reina Isabel visitó varias veces el Convento de la Hoz. También Felipe II que construyó una Hospedería y lo convirtió en Colegio de Misioneros para las Américas.

A partir de 1835, con la Desamortización, ambos quedaron abandonados y comenzó su ruina. En San Frutos permanece en pie la iglesia. La Hoz continúa hoy siendo una ruina romántica en lo más profundo de estos páramos mesetarios. En cada recorrido el Cañón se nos muestra diferente. Cambia la luz, el colorido, el sonido del agua, la grandiosidad del embalse… y sobre todo cambiamos nosotros y lo que buscamos entre estos riscos y soledades.

El Duratón en todo su esplendor.

El Duratón en todo su esplendor.

Sin embargo es en otoño cuando todo el Duratón se nos ofrece más seductor. Las hileras de chopos, sauces y otras especies de ribera nos regalan un paseo de ensueño, inimaginable en los pelados páramos de 100 metros más arriba. En estos días el pantano suele estar bajo y permite accesos imposibles en otra época. Desde el puente de Villaseca se puede andar durante bastante tiempo envueltos en el bosque de ribera que acompaña al río hasta que el agua va anegando todo el suelo del cañón. En esta época se puede llegar más lejos río abajo, pero sobre todo se puede acceder hasta el Convento de la Hoz, situado en un promontorio, inaccesible si las aguas están más altas.

Cuando se camina por el fondo del Cañón, atisbando las cuevas que un día estuvieron habitadas, se comprende que todo este entorno fuera en su día un valle sagrado, entregado al retiro del mundo y la búsqueda espiritual. San Antonio comenzó esta moda allá por el siglo III en la Tebaida egipcia. Se continuó en la Capadocia turca, donde el Valle de Ilara ofrece la misma fisonomía geológica que el Duratón. San Frutos inició su camino espiritual en este valle. Otros hacían lo mismo en el Valle del Silencio en el Bierzo o en las cuevas de Valderredible, al norte de Palencia. De esta forma fueron surgiendo todos los cenobios, conventos, monasterios, abadías… que se han mantenido florecientes hasta finales del siglo XX. Todos eran lugares que habían estado habitados desde el Neolítico, por sus condiciones favorables para una vida autosuficiente.

Curso del río Duratón.

Curso del río Duratón.

Hoy recorremos el Cañón, por el fondo del valle o por el páramo, y volvemos a sentir esta frescura de la soledad, la tranquilidad y la paz que hace más de mil años sedujo a san Frutos y a tantos otros, cuando en la península las cosas empezaron a ponerse feas con la llegada de los musulmanes. Hoy seguimos buscando las nuevas soledades, al tiempo que brindamos con una cerveza de la marca “San Frutos”. ¡Salud!

Autor: Jesús Eloy García Polo

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