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Jerusalen (3): Visita al muro de las Lamentaciones

Es el más antiguo de todos los muros que se mantienen en pie. Ha cumplido dos mil años. Puede ser el más visitado y el más apreciado por un 0,2 % de la humanidad pero, como todos los muros construidos por el hombre, simboliza separación. Arriba, la montaña, es un lugar sagrado para un credo y abajo es un lugar sagrado para otros creyentes diferentes.

Hasta hace poco se consideraba que era parte de la edificación del segundo templo de los judíos, construido por el rey Herodes. Hoy ya conocemos que es uno de los cuatro muros de contención que se levantaron para sujetar la gran explanada donde se construyó el templo y que hoy está ocupada por dos mezquitas.

La llegada hasta allí es un poco complicada entre las callejuelas del Barrio Judío. Sin embargo la entrada se nos ha hecho rápida porque imaginábamos más controles. Los simples turistas nos acercamos aquí con la misma corrección y respeto que los creyentes de Yaveh. Se percibe que es un lugar especial. Hay más silencio y recogimiento del que ayer vimos en la Iglesia del Santo Sepulcro. Sin embargo no falta el postureo para las fotos, porque hoy el mundo del Facebook también ha llegado al Muro de Las Lamentaciones.

Con la kipa, ritual y obligatoria en la cabeza, nos hemos acercado hasta las piedras. Hemos visto a unos balanceándose al tiempo que oraban, otros sentados y leyendo los textos de la Torah, otros con la cajita de los textos sagrados en la frente y el lazo ritual sobre el brazo (omito los peculiares nombres hebreos), muchos serios y en silencio ante el muro, otros tan relajados que parecía que le pedían explicaciones a Yaveh, algunos dejaban sus papelitos enrollados en las rendijas de las piedras…

El video de Javier transmite esa sensación de lugar especial para unos y sagrado para otros, pero todos respetuosos ante unas piedras que han sido testigo de los avatares más duros de la historia humana.

Al igual que en nuestras iglesias, se ve más concurrida y con mayor devoción la parte femenina del Muro, separada por una valla. Ya hay grupos feministas reivindicando los rezos conjuntos y la desaparición de cualquier valla. Pero los tiempos cambian despacio al lado de estas piedras milenarias, como ocurre en Roma o en La Meca.

La cara más conocida es solo una pequeña parte del Muro. A su izquierda se han excavado túneles descubriendo todo el trazado original, de casi 500 metros. Nos ha parecido muy interesante el hacer todo ese recorrido, viendo el suelo original que pisaron judíos y romanos veinte metros por debajo de las calles actuales. Los escombros de la historia se han ido acumulando siglo tras siglo. Parece que aquí abajo están sepultados y amontonados los esfuerzos y los trabajos de miles de gentes, junto con sus creencias, sus esperanzas de una vida mejor y un futuro de paz para sus hijos.

Hemos descubierto que los ingenieros de Herodes estaban en el nivel más avanzado de la época, como los miles de ingenieros que hoy han colocado a Israel en el tercer puesto del ranking tecnológico mundial. Movieron piedras de hasta 500 toneladas con artilugios y poleas de propia creación. Los muros continúan en su sitio dos mil años después. Sin embargo, bien poco duró ese gran templo. En el año 70 fue derribado por el Emperador Tito que trató de destruir Jerusalén por completo para que no quedara piedra sobre piedra. Aún así permaneció en la ciudad una parte de la población que volvió a ser arrasada y dispersada por Adriano, tras una nueva revuelta, mesiánica y de proporciones bíblicas, como es aquí casi todo.

Al final de la visita la guía intentaba explicarnos que el Monte del Templo es un símbolo de paz y de unión entre las religiones y los hombres. Todos la escuchábamos sin mucho convencimiento, como es natural. La salida de los túneles se efectúa por el barrio musulmán. Lo hemos encontrado lleno de soldados, controlando y vigilando cada rincón. Es la impresión de una zona ocupada. La vida es normal. Todos andan, hablan, ríen y trabajan. Pero no es esta la filosofía de paz que parecen buscar todos los predicadores que viven a la sombra de este Monte del Templo.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

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