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Jerusalen (7): el barrio musulmán

Es el más extenso de los cuatro barrios tradicionales de la ciudad vieja. Ocupa la parte nordeste, al lado de la explanada de las Mezquitas. Se extiende entre la Puerta de los Leones y la Puerta de Damasco, la más espectacular de las ocho que nos llevan al corazón de Jerusalén. Las arterias principales del barrio que conducen a las Mezquitas están siempre muy concurridas. Más allá de estas calles tan conocidas hay todo un mundo muy diferente adonde ya no llega ningún turista. Por allí nos hemos perdido esta tarde y nos ha parecido el barrio más encantador de la ciudad vieja, en el pleno sentido de la palabra. Si hubiera una ciudad así en Europa sería la más bella, la más cuidada, fotografiada y publicitada. Los comentarios que hay en las Guías sobre este barrio se refieren a que comienza aquí la Via Dolorosa, el supuesto recorrido de Jesús hasta el Calvario. Nada dicen sobre su arquitectura, su vida y su gente.

Es el barrio más auténtico de Jerusalén, se mantiene la intrincada estructura medieval, hay arcos, pasadizos y bellos rincones por todas partes. Todo está bastante descuidado, es verdad, pero no creo que el gobierno de Israel se gaste un sheckel en mantener esta maravilla. Paseando por estas calles sentimos la sensación de que estamos en el Jerusalén de los Cruzados. Las calles están llenas de una vida, gente atareada, mujeres a la compra… Nada que ver con nuestros atildados y vacíos cascos medievales. Los niños están jugando al fútbol por cada rincón, pero si hay niñas están jugando al escondite, como se ha hecho siempre. No hay problemas de que estén enganchados a ninguna pantallita.

A pesar de que e Patrimonio de la Humanidad desde 1981 hay zonas que vemos más olvidadas y deterioradas. Nos llaman la atención pintadas, alguna pancarta o pequeños murales con los colores palestinos. Nos damos cuenta de que estamos en la zona más dura del barrio. En todo el recorrido no nos hemos encontrado con ningún guiri. Tampoco con soldados, pero los vemos en algunas torres de control elevadas. Todo el barrio está lleno de cámaras, que no rompen la tranquilidad y la normalidad del barrio, pero son el ojo del gran vigía, Israel.

Cuando salimos de las callejuelas y volvemos a la arteria principal reaparecen las patrullas de soldados. Nos enteramos de que algunos judíos ortodoxos han comprado casas en el barrio, a modo de desafío y provocación. Por este motivo hay más controles. Hemos visto cacheos contra la pared, discusiones en voz alta… en fin una tensión palpable en medio de este barrio que parece un zoco medieval. Procuramos siempre que se note mucho que somos turistas, pero no les gusta nada que tomemos imágenes. Está claro que estas dos comunidades no se tienen mucho cariño. Por simpatía, siempre nos ponemos de parte del débil, pero no sé si en este conflicto hay alguna manera de ser imparcial.

Los habitantes del Barrio son ciudadanos israelíes musulmanes con un estatus muy diferente de los que viven en los territorios ocupados de Cisjordania, que tienen muchísimos problemas legales para poder venir a Jerusalén. Nos decían en Belén que para ellos es más fácil viajar a Malasia que a Jerusalén, que lo tienen al lado. Así es esta sociedad, un poco esquizofrénica con repuntes de locura cada cierto tiempo. No se adivina ningún tipo de cura a corto plazo. Toda actuación tiene que ser simplemente paliativa.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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