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Opinión: La guerra es cosa de hombres

Foto Archivo.

Desde el Neolítico, más o menos, andamos los hombres en guerras por el control del territorio, de los alimentos o de las hembras. Así somos los mamíferos machos. Nuestros cerebros, bajo el impulso de la testosterona, están diseñados para utilizar la violencia en la búsqueda de esos objetivos. Fuimos el macho alfa de la manada, el jefe del clan y el líder de la tribu. Estamos preparados para responder con violencia ante los conflictos que nos afectan. La testosterona hace desarrollar nuestra masa muscular para ser más efectivos en esos enfrentamientos. Así hemos funcionado desde la noche de los tiempos.

Miles de años después seguimos en el mismo sitio. Nuestro cerebro es el mismo. No hemos evolucionado nada en nuestras actitudes. Por contra, nuestra tecnología ha mejorado mucho. Ahora tenemos capacidad para ejercer gran violencia,  provocar muertes sin límite  e incluso podemos llegar a la aniquilación total.

En cada guerra se despierta el viejo macho alfa luchando por proteger o por expandir su territorio de dominio. La historia está llena de estos machos cargados de testosterona que lanzan a la muerte a miles de congéneres por acrecentar su poder, asegurar su dominio o por simples venganzas tribales. Unos han pasado a la historia con el honor de héroes y grandes hombres, como Alejandro, Julio César, Hernán Cortés, Napoleón…otros han ocupado el lugar de los villanos, como Atila, Gengis Khan, Felipe II, Hitler, Stalin, Sadam Hussein y tantos otros. Su lugar solo dependía de quien escribía la historia. Todos han matado por igual por defender y ampliar sus territorios, como cualquier león de la sabana.

Ahora ha vuelto a despertarse el viejo macho alfa que quiere extender y proteger sus dominios. Pensábamos que en el S. XXI ya no tendrían cabida esas guerras antiguas por el territorio.  Cuando escribo territorio digo nacionalismo, cultura, religión, pueblo… Pensábamos que ahora las verdaderas guerras serían por la tecnología, por el big data y por el control de la información. Estábamos equivocados. Sobre todo los europeos. Nosotros hemos padecido las grandes guerras destructivas del S. XX. Teniendo presentes esas masacres hemos recortado nuestros presupuestos militares en oposición al continuo rearme de las grandes potencias. Todo ese dinero lo hemos dedicado a mejorar el nivel de vida de la población en general, con políticas de mayor igualdad, apoyo social y redistribución de la riqueza creada. La calidad de vida de los países de la vieja Europa no tiene comparación con el de las grandes potencias, Rusia o China y ni siquiera Estados Unidos, por sus grandes desequilibrios y desigualdades sociales. Nuestra vida es mejor, pero sus armas son más poderosas.

Ahora parece que el sueño europeo terminó. Nos obligarán a incrementar nuestros gastos militares con el objetivo de que podamos defendernos nosotros solos de los nuevos machos alfa, que continúan surgiendo.

Gallipoli.

Vuelve a imponerse nuestro diseño genético. Todos los monos macho tendemos a resolver los conflictos mediante la violencia. Salvo los bonobos. No hay salida mientras no cambiemos las líneas de poder que llevan casi siempre a colocar a los grandes machos al frente de nuestras tribus.

Las guerras son el mayor exponente del imaginario del machismo y del patriarcado. Los duros rostros de los líderes, las alabanzas a los héroes, el ensalzamiento de la valentía agresiva de los combatientes, las imágenes de los fálicos proyectiles y misiles… En el lado opuesto aparecen las mujeres huyendo, llorando, protegiendo a los niños… Machismo en estado puro. Eso es la guerra. Hay que recordar que ya en la antigua Grecia Aristófanes plasmó en su comedia Lisístrata la oposición de las mujeres a la guerra, secundando una huelga sexual contra los hombres.

Las mujeres ofrecen más empatía para solucionar los conflictos. No consideran la violencia como una solución. Disponen de mayores capacidades para el entendimiento y el acuerdo. En la vida normal podemos contemplar muchas peleas entre hombres, pero las mujeres apenas llegan a un empujón de desprecio. Hoy ya podemos analizar la forma que tienen de ejercer el poder las mujeres políticas de nuestro tiempo. Se ha comentado mucho que, durante la pandemia, han sido siete países gobernados por mujeres los que han enfrentado el problema con mayor capacidad, empatía y mejores resultados. Las mujeres que están al frente de sus países suelen ser menos conflictivas, crean menos tensiones políticas y empatizan más con los ciudadanos que sus compañeros hombres. Sin embargo, también hemos conocido mujeres que han utilizado su poder y dominio como lo haría cualquier viejo macho. Margaret Thatcher, Golda Meir…hasta nuestra Esperanza Aguirre. Ha habido antiguas reinas guerreras, emperatrices batalladoras… hasta Juana de Arco. Pero son la excepción que confirma la regla.

Si hay un camino de salida para nuestros grandes enfrentamientos y guerras estará marcado por ceder el mando a las mujeres para la solución de conflictos. Mujeres en los altos puestos de gobierno, en el Ministerio de Defensa y, si los ejércitos son necesarios, deben ser organizados y controlados por mujeres en todas sus cadenas de mando.

Es pura utopía. Ya lo sé. Pero no pensábamos que en pleno S. XXI volviera a resurgir el macho primitivo y a invadir el territorio de sus pacíficos vecinos, simplemente porque decía que se sentía amenazado. Es el esquema de cualquier pelea en cualquier taberna desde que el hombre es hombre. Por eso la guerra es cosa de hombres. El problema ahora es que ese gran macho dispone de misiles capaces de aniquilarnos a todos. Además conocemos a otros machos alfa que pueden despertarse en cualquier momento. 

Me quedo reflexionando sobre aquello que dicen que dijo Einstein “No sé cómo será la Tercera Guerra Mundial, pero la Cuarta será con piedras y lanzas”.

…Y solo la búsqueda de la utopía puede salvarnos.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

4 Comentarios

  1. Excelente comentario que comparto plenamente.
    Un abrazo, amigo…quedamos a la espera de tu proximo comentario.

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  2. Muy bien, Amigo Jesús

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  3. Buena reflexión para estos tiempos convulsos.

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  4. Perdone Jesús, no estaría mejor incluir a Felipe II en el primer apartado de grandes hombres y no en el de villanos, que bastante tenemos con la «leyenda negra», fomentada por lumbreras como Guillermo de Orange( aun colea en los Países Bajos) y el pérfido, rencoroso y traidor secretario real Antonio Pérez, y el antiespañolismo interno y externo, ojala hubiésemos tenido los dos últimos reyes (el emérito y el oficial) con la trayectoria personal de Felipe II, en cuyo imperio no se ponía el sol(A solis ortu usque ad occasum),y presidentes del gobierno del estilo al Duque de Alba, D. Juan de Austria o el Gran Capitán, no seriamos una comparsa ante Europa y el mundo.
    Muchas gracias por sus artículos, un saludo, salud mucha salud y buen día de San Hugo de Grenoble

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