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Paseos románicos por la montaña palentina II

  • Matalbaniega
    Matalbaniega

Comienzo el día por la iglesia de Matalbaniega, dedicada a San Martín. Por su emplazamiento y trazado dicen que pudo formar parte de un convento, como tantos otros de la zona que hoy solo nos han dejado su templo. Respondían al afán repoblador del Condado de Castilla ya antes de unirse a la corona leonesa. Fue Fernando I en pleno siglo XI quien más se esforzó por asentar repobladores del norte hispano con clérigos bajo la influencia de Cluny, con quienes mantenían muy buenas relaciones pues había ayudado a financiar su nueva abadía. 

De los muchos monasterios hoy solo quedan el de Aguilar y el femenino de San Andrés de Arroyo. Estas dos comunidades marcaron la influencia artística y religiosa en todo el territorio. De Francia llegaban las nuevas ideas arquitectónicas y religiosas, empujadas por el afán del papa romano por hacer una iglesia con ritos unificados por encima de las iglesias nacionales. Así se terminó con el rito mozárabe que predominó en toda la península hasta esta época. Entonces cambió la forma de construir los templos y se puso fin a esa división del espacio tan característica del arte visigodo y del llamado mozárabe. Las iglesias se ampliaron y se abrieron a todos los fieles en un espacio común. Se convirtieron en lugar no solo de cristianización sino también de reunión y de organización de las aldeas y los barrios de las villas.

La Iglesia de Matalbaniega es un buen ejemplo de estos espacios religiosos en un mundo completamente rural. Sus 72 canecillos son un espejo de la vida, de los afanes y de los miedos de las gentes del siglo XII. Todos están ricamente tallados con los más variopintos motivos. Muchas figuras humanas en actitudes y posturas diversas, a veces difíciles de interpretar. Unos tocan instrumentos, otros llevan libros, objetos varios o muestran un carácter fálico. Hay animales fantásticos, aves y monstruos que encarnaban las pesadillas de esta sociedad que sobrevivía entre guerras, hambres y conflictos sociales. Es admirable el empeño que ponían los escultores en estos trabajos que se verían en lo más alto del alero del templo. Adivinar cada escena parece hoy una revisión con el oculista.

No he podido ver el interior de Matalbaniega porque no hay nadie encargado de la llave, dados los pocos habitantes del lugar. Cuando llego hasta Cillamayor tampoco tengo suerte con la Iglesia. Quien responde por la llave es la voz de un señor bien mayor que  me dice amablemente por teléfono que ha ido a Santander a unos asuntos. El pueblo merece la pena y luego continúo animado por otros pueblos de la zona hasta llegar a Revilla de Santullán que merece un buen comentario porque mantiene en perfecto estado la portada más bella del románico rural. En la segunda arquivolta están esculpidos los doce apóstoles en la Última Cena con un añadido, el propio escultor que lo firmó y se inmortalizó, cosa extraña en el románico. El hombre que me lo enseña es pura amabilidad y se esfuerza porque vea todo con tranquilidad. En los pueblos no hay prisas. Recuerdo que ayer gocé de la misma acogida y buena disposición por parte de Abel, el custodio de la Iglesia rupestre de Olleros de Pisuerga. Ellos también forman parte de la historia del arte románico. Sin duda.

Paso por lugares interesantes como Brañosera que presume de ser el primer municipio de España o Perapertú que mantiene una Ermita de Sta Cecilia sobre un mirador que da acceso a un bello eremitorio rupestre. En otro pueblo me encuentro a un artista pintando una escena evangélica en toda la pared del presbiterio. Es una muestra de que las iglesias románicas continúan vivas. No puedo decir la aldea donde quería hacer una foto a un señor subido a un andamio reparando la portada románica, limpiándola de yesos y de impurezas. Después de guardar la cámara, por su deseo, me dijo que era el cura de la parroquia y que llevaba más de 30 años haciendo directamente este tipo de limpiezas en los templos ante el olvido de los responsables. Me aseguró que era extremadamente cauto en sus intervenciones y conocía mejor que nadie las piedras de cada lugar. Ya veo que dejaron buena escuela los pintores y escultores de hace ochocientos años.

Disfruto en cada pueblo de una buena conversación y en cada iglesia de un descubrimiento. En S. Cebrián de Muda me recibe el alcalde amablemente en el Ayuntamiento. Se queja de la poca colaboración de la Administración para poder enseñar las iglesias y me explica que hasta julio no empieza la temporada turística oficial y no tienen permiso ahora para abrirlas a nadie. En algún otro lugar me han explicado lo mismo con harto sentimiento por su parte y, por supuesto, por la mía. La “alguacila” me mira con pena y me dice “anda, vamos a ver la iglesia, que aquí está la llave”.

Hacia allá nos encaminamos mientras la muchacha me comenta que lo más particular de esta iglesia son las pinturas, aunque no son románicas. Ya consta que estaba levantada en el siglo XIII y que dependía del Monasterio de Sta. María la Real de Aguilar, como tantas otras. A lo largo del tiempo se han ido sumando reformas en consonancia con cada época. La capilla mayor se rehízo en el siglo XV con una bóveda de crucería estrellada. Toda ella y buena parte de las paredes delanteras disponen de pinturas al temple de esta época. Sorprende que delante de todas estas pinturas colocaran luego un retablo de madera, que ha contribuido a mantenerlas en buen estado. Ahora mantiene los dos retablos. La mayor parte son escenas de los evangelios y de los santos de la advocación, S. Cornelio y San Ciprián.  Es muy curiosa la pintura del nacimiento del niño Jesús, que refleja una historia de los evangelios apócrifos, con asistencia de una comadrona que perdió las manos porque no creía que era el hijo de Dios. Ahí está sin manos atendiendo al parto. Cuando todo salió bien, ella reconoció la divinidad del niño y las manos volvieron a su sitio.

Contemplando las paredes de esta iglesia podemos hacernos una idea del aspecto que ofrecían estas iglesias románicas totalmente pintadas. Era un claro “horror vacui”, Todo estaba coloreado, con figuras, escenas o con geometrías. Ahora admiramos estos espacios románicos por su sencillez, por la limpieza de sus paredes y por sus piedras desnudas. Nunca fueron así. Las piedras se pintaban para protegerlas, para embellecerlas y para catequizar a una población mayoritariamente analfabeta.

Termino el día con una sensación de paz y tranquilidad que solo puede proceder de estos espacios silenciosos levantados en la Edad Media y que continúan aportando esa paz y  sosiego que siempre hemos necesitado en cualquier época.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

2 Comentarios

  1. Qué leyenda está: “ Es muy curiosa la pintura del nacimiento del niño Jesús, que refleja una historia de los evangelios apócrifos, con asistencia de una comadrona que perdió las manos porque no creía que era el hijo de Dios. Ahí está sin manos atendiendo al parto. Cuando todo salió bien, ella reconoció la divinidad del niño y las manos volvieron a su sitio.”

    Gracias por el Viaje !!!!

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  2. Exceĺente disertacion.
    Me encanta. Gracias y un abrazo

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