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Primeras emociones en el Transiberiano

Día 4: Transiberiano,  7 de agosto

Hemos vivido la primera noche y el primer día en el tren como una excursión de quinceañeros. Todo nos sorprende, todo lo curioseamos. Inspeccionamos los servicios. Están muy limpios. Luego el samovar, un dispositivo con un grifo de agua muy caliente para preparar café, sopas o… lo que haga falta.

La diosa Fortuna vino a visitarnos. El tren está bastante vacío y nos han colocado en un vagón de primera clase, en compartimentos de dos personas ¡con sus dos camas! ¡Un lujo increíble! Pensábamos viajar amontonados en medio de equipajes y eructos de vodka. Se nos han roto todos los esquemas.

El tren es muy moderno, cómodo, limpio y muy tranquilo. Sólo nosotros hacemos ruido, hablamos alto y además hemos traído la guitarra… Pero lo que más nos ha cautivado con las primeras luces del día ha sido el paisaje. Interminables bosques de abedules, con pequeños lagos y ríos. El gran río, el Volga, lo cruzamos a las cuatro de la mañana y no pudimos disfrutarlo.

Son horizontes llanos, con granjas repartidas aquí y allá, pequeñas aldeas con casas de madera, de un marrón sucio y envejecido por el tiempo y el clima. Muy pocas están pintadas o adornadas con detalles. En la primera parada del día hemos bajado casi todos los pasajeros del tren, por curiosidad y por tomar el aire. Apenas hay nada, un pequeño kiosco con bebidas y tres señoras vendiendo cerezas y frambuesas, con las que hemos alegrado el desayuno.

Pensábamos encontrar más turistas en el tren. No somos muchos. La mayor parte de los pasajeros son rusos, con rasgos eslavos todavía. Hay familias con niños; las vemos preparando la comida a partir del agua hirviendo del samovar. Hemos sido los únicos clientes del restaurante. Pronto han entendido cómo somos los españoles. Nos tratan bien y con aprecio. Comida sin sorpresas,sin apenas elección, una buena sopa y un filete. Lo exótico llegará más adelante. Por ahora seguimos adentrándonos en los bosques rusos.

Hoy comento:

Nos habíamos preparado bastante para este primer gran tramo de cuatro días en el tren. Casi cien horas encerrados en pequeños compartimentos…Pero nos sorprendió todo gratamente. Y en primer lugar la organización. En cada vagón había una “provonitsa”, encargada y responsable de la vida en el vagón, de controlar las salidas y cualquier eventualidad. Llevábamos un regalo para ella y nos lo agradeció con una amplia sonrisa, que no era poco en estas tierras tan frías. Los hombres rusos se acoplaban mejor al tópico de serios, antipáticos y hasta maleducados. Apenas teníamos contactos porque había poca gente en nuestro vagón.

Pronto organizamos nuestras vidas y nuestros horarios en el tren. Comidas, lecturas, visitas, la hora de la caña, la sobremesa…A media mañana esperábamos con impaciencia la hora de la gimnasia. Teníamos claro que no se podía estar 24 horas sentados o tumbados…y así durante cuatro días. Cumplimos objetivos y conseguimos sudar todas las cervezas que consumíamos en el bar.

Era un viaje ideal para hacer en grupo con amigos. Así lo vivimos. Compartimos todo. También problemas, buenas discusiones y hasta las diarreas cuando llegaron. Como suele ocurrir en todo buen viaje. Al principio viajábamos pegados a las ventanillas para conseguir creernos que estábamos viajando por Siberia, por la ruta que habían hecho miles de pioneros y prisioneros, de artistas, de intelectuales, para los que Siberia representaba la cárcel más cruel.

Los vídeos del amigo Javier Senovilla son un testigo fiel de nuestra vida en el tren. Allí quedó todo grabado. Prácticamente no había intimidad. En cada lugar aparecía con su pequeña cámara y hoy se lo agradecemos de verdad porque las imágenes ayudan no solo a recordar el viaje sino a valorarlo en su medida justa y ser conscientes de lo que vivimos y de lo que aprendimos.

Un tren es como una ventana indiscreta a la vida de un país. Vemos pasar pueblos, ciudades, bosques, campos, gentes que suben y bajan como parte de su vida cotidiana. Todo nos parecía interesante. Era tan distinto…”El viaje permite descubrir horizontes, explorar nuevas ideas, romper con viejos prejuicios, abrir el corazón y el espíritu. Esos son los verdaderos frutos del viaje” (Melville)

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

1 Recado

  1. Me encanto este video, esta lleno de color y de espiritu: sobre todo el de vosotros, grupo de amigos explorando ese mundo. Las escenas de la gimnasia son dignas no ya solo de Javier SENOVILLA y su sabia edicion, sino (por que no?) de un DEGAS contemporaneo que se aventurara a montarse en esos vagones con sus creyones y su Ajenjo para crear una serie.

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