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Roma (4): Ganando indulgencias

  • San Pedro

Hoy ha sido un día de paseos para visitar las viejas iglesias que fueron basílicas paleocristianas. Son las más antiguas del orbe cristiano. Se levantaron a partir del siglo IV. Nuestras iglesias más antiguas son algunos ejemplos visigóticos, del siglo VII. Y nos parecen viejísimas. Constantino mandó construir la primera, San Juan de Letrán, y continuó su madre, con la Santa Croce. Las llamaron basílicas porque imitaban las basílicas romanas, que eran edificios con distintas funciones sociales. Hoy las llamaríamos centros cívicos. Fundamentalmente, eran un gran salón para reuniones. Es sorprendente pensar cómo han evolucionado hasta las inmensas catedrales.

Los bellos mosaicos en los ábsides, paredes y atrios son lo más peculiar y atractivo de estas construcciones. Algunas de estas iglesias, con sus columnas romanas, parecen verdaderos templos romanos. Otras conservan aún esa impresión de gran salón de reuniones. Pero San Juan y Sta. María la Mayor, después de incontables y lujosas reconstrucciones, parecen más bien estancias de palacios imperiales, con sus coloridos mármoles, sus techos dorados y sus frescos barrocos. Cuando veo estos edificios se me rompen los esquemas de la arquitectura de nuestras austeras iglesias españolas.

Con todas estas visitas a las famosas basílicas he conseguido ganar el jubileo, porque he venido a Roma en Año Santo. Ya me susurró ayer San Pedro que no me preocupara por el tema, que ya he hecho el Camino de Santiago y he ganado el Jubileo Romano, he sido peregrino y romero, que he ganado todas las indulgencias y que cuenta conmigo en el cielo, que estoy entre los 144.000 elegidos, que no me preocupe y que siga así, más temeroso de los hombres que de Dios. Le dije, muy serio, que por mi parte no hay ninguna prisa.

Escribía hace unos meses Manuel Vicent que el mayor negocio de la Iglesia fue el invento del Purgatorio. Para evitar el Purgatorio y volar directamente al cielo la Iglesia ha vendido infinidad de bulas, ha recibido herencias, donaciones, le han construido iglesias, capillas, conventos, colegios, le han concedido prebendas, exenciones de impuestos… y continúa recibiendo bienes de diferentes procedencias, todo con la sana intención de no pasar por el Purgatorio. ¿Qué habrá allí? Debe estar peor que los países del norte de África, de donde todos quieren salir huyendo.

  • Santa María in Cosmedin

Las Indulgencias han financiado guerras y Cruzadas, han construido palacios y salas vaticanas y ahora continúan llenando de “turismo religioso” la ciudad eterna. El marketing eficiente continúa. Pero no todo el mundo puede venir a ganar las Indulgencias plenarias. Viajar a Roma vale una pasta. Curas y monjas parece que no tienen problema, los católicos de nivel medio-alto tampoco. Pero, ay de aquellos pobres que no puedan pagarse el viaje y de los que tanto se acuerdan los obispos en los sermones. Tendrán que pasar su Purgatorio…

En medio de los recorridos me he encontrado con el Moisés de Miguel Ángel, he hablado de la crisis con simpáticos italianos, he bebido agua fresca en algunas de las muchas fuentes de Roma, he descubierto a un personaje de Caravaggio tendido en la acera, he visto a algunas peregrinas entrar con velo a la iglesia y he saludado al Emperador Augusto a la entrada de su foro, que levanta la mano con gesto amable para saludar a todo el que pasa. Acababa de ver un San Pedro, en la misma actitud, pero con cara de pocos amigos. La diferencia es que San Pedro no era italiano.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

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