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Senderos de Otoño: Bosque de la Honfría «naturaleza salvaje»

Es un rincón poco conocido de la provincia de Salamanca porque sufre la competencia de la vecina Sierra de Francia, más turística y visitada. Salimos de la capital por la misma carretera de la Sierra, pero nos desviamos hacia Linares de Riofrío, que es el punto de partida de la ruta. Se encuentra en la vertiente norte de las Sierras de las Quilamas, en la subida al Pico Cervero, que domina estos parajes y es un buen mirador a la Peña de Francia y la Sierra de Béjar. Las Quilamas constituyen un paraje de naturaleza no tocada por el hombre, que se conocen por ser el último lugar en la Meseta que vio pasar a un lince. Hoy es tierra de buitres negros, águilas y cigüeñas negras. Esconden sugestivas leyendas sobre la reina Quilama, amada del último rey visigodo, don Rodrigo. Según la leyenda, el rey no murió en la batalla de Guadalete, cuando llegaron los moros en el 711, sino que se refugió en estas tierras con su amada (Florinda, en realidad, hija del Conde don Julián) tras recoger en Toledo el Tesoro de los Visigodos. Aquí luego fue derrotado definitivamente y su amada murió esperándolo inútilmente, sin dar a conocer el paradero del tesoro, escondido en alguna cueva. Hay algunos datos históricos y topónimos que dan testimonio, el resto lo pone la leyenda.

El bosque de la Honfría es conocido desde antiguo. En el Libro de la Monteria ya hablaba el Rey Alfonso XI de que era “ buen monte de oso et de puerco en la otoñada”. Así lo comprobamos in situ, porque mientras andábamos por la senda tenía lugar una montería en la zona. Ruidos, ladridos, gritos, disparos…una parte de nuestros genes procedentes del Paleolítico sale también a pasear algunos domingos por estas tierras.

El bosque ocupa una gran extensión de castaños, sembrada con algunos grandes troncos centenarios, ya muertos. Son testigos de la utilización que se hacía de esta madera para atizar los hornos de cal morena que constituía la industria de la zona. En su día se utilizó para unir las piedras que mantienen en pie la Plaza Mayor de Salamanca. Quedan algunos restos de estas construcciones. Además de castaños, paseamos entre robles, grandes matas de acebos, cerezos silvestres, sauces y en las hondonadas decenas de pies de abedules, creciendo en las partes más húmedas.

El recorrido está bien señalizado a lo largo de una pista circular que lleva a varias zonas recreativas. Ha sido un bosque muy cuidado desde siempre, aunque mantiene su aspecto salvaje y no explotado. En esta época otoñal las castañas son el premio para los caminantes que nos perdemos por allí. Nos encontramos con ciclistas, corredores, paseantes, jubilatas marchosos, parejas con niños… gente de toda edad, excepto jóvenes. Parece que todos buscamos el contacto con la naturaleza, excepto el Homo sapiens adolescens que busca el contacto más íntimo y exclusivo con la tecnología. Para ellos la naturaleza es una cosa viejuna y sin glamur. Luego, cuando pasan de la treintena, redescubren el mundo natural y se traen ya su mundo tecnológico, en forma de relojes y zapatillas inteligentes con gps, pulsómetros, fibras textiles de última generación, alimentación supercontrolada por apps… Pero al final vuelven a la madre naturaleza, que es lo reconfortante.

No es una ruta demasiado conocida pero tiene un encanto particular. No esconde rincones maravillosos de cascadas o bosques de ensueño. Es un bosque otoñal que invita a dejarse llevar y a sumergirse en una atmósfera primitiva y salvaje. Es una selva total. Solo se puede andar por la pista de tierra. La naturaleza con sus troncos, arbustos, retoños y sotobosque lo ocupa todo. Un pequeño riachuelo añade el sonido del agua, como las fuentes antiguas que encontramos por el camino. Por su ambiente tan sugerente fue elegido para rodar la película “El Nido”, de Jaime de Armiñán, nominada para un oscar en 1980. Buscaba naturaleza en estado puro. Y eso es lo que aquí abunda.

En estos tiempos hasta los neurocientíficos ya nos dicen que los paseos por el bosque son muy buenos para el cerebro, no solo porque relajan y calman el estrés, sino porque favorecen el pensamiento fluido, la creatividad y las conexiones neuronales. Algo más que una buena excusa para perderse por aquí…

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

1 Recado

  1. Estos artículos viajeros estimulas a los montañeros y caminantes. Ánimo a todos y felicitaciones al autor

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