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¡Véngase usted a Cuéllar, doña Sofía!

Debe haber sido un día muy duro para usted. Arreglos, viajes, saludos, protocolo, discursos, caras de circunstancias, políticos grises, paseo por la calle, más visitas, más protocolo…quizás ni una palabra amigable, ni un momento de calidez y calidad humana. Ni tampoco un momento para sentarse a tomar un cafetito en un bar. Todo el rato rodeada de hombres de negro, con miradas envueltas en gafas sombrías. Algunos aplausos y algunas voces cariñosas con su nombre. Siempre femeninas, porque solo una mujer puede entender el sufrido peso que usted ha soportado durante tanto tiempo. Desde la acera de esta calle, parece la suya una tarea bastante dura y con inciertas recompensas. Sobre todo en estos tiempos…

Tareas como la que hoy he visto son su trabajo más normal, cara al público, en el teatro de la vida política. Debe de ser muy aburrido, ¿verdad?. Y luego la vida del palacio, caras serias, modales aristocráticos, todo frío, muy frío. Siempre haciendo lo que está ya escrito y lo que esperan de usted. Así toda una vida.

Después de más de cuarenta años de trabajo se ha convertido usted en la cara amable de la monarquía. Ha sacado para adelante a sus hijos, con mayor o menor suerte, como todos. Ha soportado con mucha elegancia y dignidad la pesada carga de un borbón. En una familia tan dispar usted ha sido la cara menos política y la más humana. Ahora, ya sabe, los aires están revueltos.

Quizás lo entienda usted mejor que nadie porque, año tras año, ha ido captando en cada pueblo y en cada rincón de España que las cosas han cambiado, que no hay la misma predisposición de hace dos décadas y que la monarquía ya no es lo que era. Sabemos que usted es monarca, pero no sabemos si usted, a estas alturas, será todavía monárquica. O más bien, será ya un poco republicana, como su hijo, que en el fondo le gustaría ser elegido libremente por el pueblo como presidente de una república….y no heredarlo, como se hereda un apartamento en Benidorm.

La Reina dialogando con el alcalde de Cuéllar.

A estas alturas usted ya comprende, mejor que nadie, que la monarquía tiene los años contados y que será muy difícil volver a aprobar otra constitución monárquica. Con estos políticos grises, ególatras e incapaces que tenemos será imposible llegar a acuerdos de reformas serias y continuaremos así hasta que la Constitución del 78 se caiga a pedazos, como ocurrió con la de 1876, que en su caída se llevó por delante al abuelo Alfonso XIII.

Por todas estas cosas y por lo que usted ha podido adivinar por las calles del pueblo, debería pensar en ir dejando esa vida anodina, aburrida y encorsetada que ha soportado por más de cuarenta años. “Recoja sus cosas, acondicione una casona solariega y véngase a vivir a Cuéllar a disfrutar de la vida en un pueblo, como una más”. Por un momento imaginé que era eso lo que le estaba diciendo el alcalde en un momento de complicidad.

Aquí podrá tener amigas para sentarse a hablar libremente de las tonterías imprescindibles y de los desatinos de sus hombres. ¡Que ya está bien de aguantar! Podrá pasear por las calles, ir a la compra o a la peluquería a cualquier hora, tomar café en el bar con quien se acerque y, sobre todo, podrá sentirse libre. Libre de etiquetas, de compromisos, de formalidades y de protocolos…porque podrá llegar a la casa de cualquiera sin avisar o quedarse hablando sin prisas delante de un escaparate.

En un pueblo la vida lleva otro ritmo. Aquí no hay malos, ni buenos, tan solo gente normalita que tiene que buscarse el pan cada día. Algunos dicen que es una vida aburrida, pero solo depende de lo que cada uno tenga en la cabeza. Creo que a su edad no hay que explicarle estas cosas, porque la vida entre las paredes de un palacio le habrá enseñado bastante.

Paseo de la Reina Sofía por las calles de Cuéllar.

Llega un momento en que hay que tomar decisiones para vivir la propia vida y terminar con la que otros nos han escrito de antemano. Esa vida ya la ha cumplido usted con creces y con nota. No tendrá que escaparse a Londres o a Ginebra para encontrar una mirada de ternura familiar. Aquí podrá encontrarla a la vuelta de la esquina. Se merece tranquilidad, aprecio humano y un puñado de amigas y amigos que le enseñen a vivir y a disfrutar con los sencillos placeres con las que disfrutamos la mayoría de los 46 millones de españoles.

Podrá pasear por el Mar de Pinares, subir a Las Lomas, contemplar los atardeceres rojos, que todavía son gratuitos, y leer bajo un pino a algún poeta olvidado: “La vida es bella, ya verás / como a pesar de los pesares / tendrás amigos, tendrás amor./ Nunca te entregues , ni te apartes / junto al camino, nunca digas / no puedo más y aquí me quedo. / Entonces siempre acuérdate / de lo que un día yo escribí /pensando en ti, como ahora pienso/ “

Autor: Jesús Eloy García Polo

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