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Viaje por los colores de Bretaña y Normandía

  • Vannes
    Vannes

Los colores de Bretaña y Normandía (1)

‘No existe la dicha para el hombre que no viaja’

Son tierras de leyendas, de hazañas vividas entre la historia y los mitos. Hay un fructífero caldo de cultivo donde se entremezclan los celtas, los galos de Obélix, Arturo Corazón de León, los vikingos, los druidas  y los constructores de monumentos megalíticos, los maestros de las grandes catedrales y abadías…Todos se confunden en una pasta de mitos y leyendas que ha sido favorecida por el ambiente brumoso de estos bosques del noroeste de Francia, donde las lluvias y los vientos han mezclado las gestas de héroes legendarios desde la noche de los tiempos hasta llegar al ya mítico Dia D del Desembarco en las playas de Normandía.

Un viaje por un territorio concreto se convierte en un viaje a través de la historia siempre que nos dejemos seducir por la curiosidad y nos preguntemos por qué, cuándo o de dónde , ante cada paisaje, edificio o relato histórico. La historia termina explicándolo casi todo. A veces faltan datos, como en el tema megalítico, otras veces se acumulan en exceso, como en los hechos del Día D, y terminan ocultando los perfiles humanos de las tragedias. Pero tanto las pequeñas historias  como las grandes historias terminan por enriquecer un viaje, le dan sentido y ayudan a disfrutar y valorar hasta una piedra del camino.

Andanza 1

Supone realmente un alivio viajar hacia el norte en los días de la canícula veraniega. Nos olvidamos de los calores mesetarios a medida que nos acercamos al mar y  empezamos a sentir la brisa envolvente de estas costas… Y por fin llegamos a Vannes que para nosotros es la puerta de la Bretaña. Es una pequeña ciudad del tamaño de Segovia, capital de uno de los cuatro departamentos que forman esta región francesa. Dicen que es una de las mejores amuralladas de Francia porque conserva espléndidos lienzos de murallas que tienen su origen en la primera ciudad galorromana. Lo que hoy vemos es una ciudad de estructura medieval con un buen número de casas de entramados de madera que dan ese aspecto tan característico que veremos repetido en muchos pueblos y ciudades bretonas. Es una ciudad turística, con ambiente y algarabía…  hasta la caída de la tarde.

Paseamos por sus calles, llegamos hasta el coqueto puerto que en la Edad Media hizo crecer y enriquecerse con su trasiego comercial a toda la ciudad. Ya estamos en Bretaña y nos sentamos a probar las crêpes (dulces) y las galetes (saladas), hechas con trigo sarraceno, muy oscuro, producido en esta zona. No defraudan. Los tópicos funcionan y tienen su sentido.

Pero el siguiente tópico no es tan positivo. Cuando terminamos de “cenar” a las nueve, ya no hay nadie por la calle, nada abierto. Ha desaparecido la vida. Esto es Francia. Esto es la vieja Europa. Un paseo, otro paseo y nos recogemos en el camping donde tampoco hay ningún movimiento. Enseguida echamos de menos la vida que se despierta en nuestras calles al anochecer. Esta ya no es la vida mediterránea. Hay que acostumbrarse. Así serán los próximos días. 

Lo que hoy llamamos Bretaña poco tiene que ver con los antiguos galos ni con esos supuestos celtas que pelearon duramente contra las legiones de César. Hoy se llama Bretaña porque a partir del declive del Imperio Romano, desde el siglo IV, fueron llegando tropas y colonos desde las costas británicas de enfrente. Se fueron asentando a lo largo de los siglos de la alta Edad Media manteniendo siempre, como ocurrió con los Normandos, fuertes lazos con las tierras del otro lado del Canal de la Mancha. El idioma bretón procede de esa época. Casi llegó a desaparecer, víctima del centralismo francés. No se sabe con cuántos hablantes cuenta  hoy, intentan recuperarlo en los carteles, los nombres de lugares y por supuesto en la música.

Por la mañana nos ponemos en camino para una ruta por algunos de los bellos pueblos del interior. Llegamos a Josselin para visitar su imponente castillo. Erigido sobre un acantilado junto al río, es un superviviente de batallas, asedios, destrucciones y de los desastres de la Revolución Francesa. Hoy continúa habitado por su propietario y mantiene visitable toda la planta baja, repleta de muebles y aditamentos de épocas pasadas, sobre todo del barroco. En la oficina de las entradas nos hablan en un buen español. Es un chico joven, cuyos padres vinieron desde Ciudad Rodrigo y hoy todavía suspira por volver  a visitar la tierra de sus abuelos. Hablamos un buen rato porque el lugar lo merece. La iglesia Colegiata mantiene la devoción a Notre Dame de Ronciers, señora de las zarzas, porque ahí se le apareció a un pastor en el lejano siglo IX. También aquí se aparecía la virgen y daba lugar a estas construcciones de un gótico florido, enriquecido por vistosas vidrieras, que han seguido restaurando y rehaciendo hasta el mismo siglo XX. 

 Recorremos el pueblo con sus casas de entramados de madera, como luego vemos en Malestroit y en Rochefort-sur-mer. Unos pueblos soportan el turismo mejor que otros. Mientras el segundo mantienen su vida de pueblo, Rochefort es un simple cúmulo de tiendas, restaurantes y monerías para los turistas. Todo muy bonito, pero es un remedo de lo que sería en su tiempo. Hoy es, como tantos otros, un parque temático. Los turistas terminamos por destruir todo aquello que queremos visitar. Somos la peste del siglo XXI que acabará con cualquier resto de la vida tradicional que supuestamente queremos ayudar a conservar. Aquí un día había un pueblo, una comunidad con sus lazos, sus fiestas, sus costumbres y tradiciones. Hoy es un simple escaparate para los curiosos turistas. Sin embargo, como en una película muda, nos ofrece un buen número de buenas instantáneas que parecen retener el sabor de ese edén perdido.

Estamos a la entrada del Bosque de Broéliande, el corazón de las leyendas sobre el Rey Arturo, sobre Merlín, Lancelot y sus vidas brumosas que han construido el mundo mítico para los bretones de uno y otro lado del Canal. Decidimos no adentrarnos más en ese mundo de mitos y leyendas que el cine pretencioso, las series y la propaganda turística nos quiere vender. En una tierra tan rica en contenidos, en historias y en presentes hay que elegir y no se pueden pisar todos los senderos.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

4 Comentarios

  1. Se te quedo pequeña Castilla.
    Un placer leer tus relatos por donde pases.
    Un.abrazo

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  2. La vida tradicional es poco progresista. Ni paga salarios minimos «dignos» ni soporta una presión fiscal del 50%.

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  3. Supongo que en sus viajes irá ud. en bicicleta.
    Si no, aunque sea en pos de la cultura, va a generar ud. mas huella de carbono que un troglodita comedor de filetes.

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  4. Muy interesante la reflexión que haces sobre el turismo de masas, que al mismo tiempo que busca las tradiciones con su carácter depredado las acaba destruyendo.
    Me parece que tienes un relato que demuestra que eres una persona culta e ilustrada.

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