Estamos padeciendo otro verano que vuelve a superar las temperaturas récord del anterior. Casi nadie lo ve como un problema demasiado serio. Para los ciudadanos es un tema de aire acondicionado, para los agricultores es un problema de adaptación de cultivos, para los economistas es cuestión de ajustes tecnológicos, para los políticos un tema de adorno en sus campañas que luego se complica cuando hay que tomar decisiones reales.
En las encuestas sociológicas el tema climático solo aparece como un problema menor, muy lejos de la preocupación por el paro, la crisis económica o la corrupción. Además vemos en las noticias de cada día cosas más preocupantes, más acuciantes que necesitan soluciones inmediatas. Nos llegan imágenes de los inmigrantes desesperados en el Mediterráneo o de fuegos que devastan parques nacionales, rincones de naturaleza salvaje o viviendas particulares. Los telediarios siguen con noticias de corrupción, con millonarios que eluden impuestos y blindan sus grandes ganancias en paraísos fiscales que las leyes de sus políticos lacayos no osan tocar. Nos cabreamos con las noticias sobre el abandono de servicios públicos y la lógica de su posterior privatización para extraer inmensos beneficios de los bolsillos de los incautos ciudadanos.
Continuamos con imágenes de guerras civiles, hambrunas, migraciones por causas políticas o climáticas, detalladas con rostros que ilustran la pobreza y nos hablan de las desigualdades no solo a lo ancho del planeta, sino dentro de cada país, dentro de nuestro propio país y de nuestras ciudades. Se añaden datos puntuales sobre capturas de traficantes de drogas, de mafias internacionales de policías y jueces corruptos, de narcoestados que hacen imposible una vida pacífica para sus ciudadanos. Junto a las mafias de las drogas aparecen las mafias del tráfico de armas o simplemente la locura de los gastos en armamento de los países grandes.
No faltan los informes sobre la contaminación que estamos provocando, tanto en el aire sobre nuestras cabezas, como en los mares y océanos llenos de bolsas de plástico que inocentemente usamos una sola vez y las arrojamos sin más…pensando que nuestros gobiernos se encargan del resto. Los informativos nos hablan de especies que se están extinguiendo, de glaciares que se funden, de selvas que desaparecen con incendios y motosierras, de inundaciones que arrasan pueblos y cultivos, expulsando a su población…
Así es nuestro mundo. Pero ¿quién soporta tantas desgracias juntas? Lo más fácil es cambiar de canal y seguir viviendo sin mirar. Hay muchos canales dispuestos a tenernos entretenidos y hacernos olvidar la preocupante realidad de cada día. Eso significa caminar sin saber adónde vamos, callar ante la destrucción, vivir sin mirar al desastre y colaborar con quienes manejan nuestras vidas para el enriquecimiento de las suyas. Pero ¿y si todos estos problemas y crisis estuvieran conectados? ¿y si todo procediera de un mismo nudo generador de desastres, desequilibrios, guerras y desigualdades?
Solo hay que echar una mirada a la distribución de la riqueza y los recursos en nuestro mundo. El uno por ciento de la población mundial controla el 82% de la riqueza del planeta, según Oxfam y las 42 personas más ricas poseen tanta riqueza como los 3600 millones más pobres del planeta, es decir, como la mitad del mundo. Hay fortunas personales que son muy superiores a los presupuestos de muchos países. Ese uno por ciento tiene nombre y rostro, no es algo gris y anónimo. Jeff Bezos amasa una fortuna de 150.000 millones de dólares. Bill Gates solo es el segundo con unos 100.000…
Todos se esfuerzan en justificar su bolsa acumulada y en extender la ideología del triunfador, el emprendedor, el hombre hecho a sí mismo a base de esfuerzo. El resto de la humanidad somos unos fracasados, incluidos los millones de trabajadores despojados de sus derechos, para que estos depredadores hayan podido amasar esas fortunas.
Junto a las empresas tecnológicas, en la cima del poder mundial, están las ´grandes petroleras, las químicas, los grandes bancos, los fondos financieros…¿Alguien piensa que a todos estos les preocupa el Calentamiento Climático, que en realidad es Emergencia Climática?
A ese uno por ciento que controla la riqueza del planeta no le preocupa absolutamente nada. Simplemente cambiarán de residencia, modificarán inversiones y actualizarán los informes sobre riesgos. Pero sobre todo verán nuevas oportunidades de negocio. Habrá más petróleo en Siberia y en el gran norte. Se abrirán nuevas rutas comerciales a través del Ártico y determinadas empresas tecnológicas serán muy rentables por estas mismas razones.
A lo largo de la historia los poderosos se han dedicado a conquistar países para someter a la población y extraer sus riquezas. Ahora se han convertido en una clase depredadora global de los recursos del planeta. Buscan su creciente beneficio por encima de consideraciones éticas, mediambientales o sociales.
En este ansia depredadora provocan guerras, hambrunas, migraciones, pudren democracias, hacen surgir narcoestados, extienden drogas y mafias entre amplias capas de población, venden armas y se quitan de encima a todos los que se oponen a su política, sean ecologistas en la Amazonía o pequeñas comunidades nativas que defienden sus derechos. No solo detentan el poder económico, además controlan la información, controlan la administración, sus élites políticas y reducen las Elecciones, donde las hay, a casi un juego de niños, de buenos y malos, pero con opciones muy semejantes. Cambridge Analytics, Facebook, Twiter…se encargan del resto.
Promueven el desinterés por la política y han conseguido colocar en primera línea a una nómina de bufones de la política (Trump, Bolsonaro, Salvini, Boris Johnson…) que nos tienen entretenidos y desvían la atención de los problemas fundamentales. Mientras tanto se aseguran de que nadie tome medidas serias que puedan afectar a su creciente acumulación de riqueza, favorecida por la crisis que ellos provocaron.
Todas las protestas, manifestaciones, todas las batallas son una sola, que es la lucha contra la sangrante acumulación de riqueza por unos pocos y contra la desigualdad, en cada ciudad, en cada país y en cada rincón del planeta. Ese uno por ciento nos ha llevado a la Emergencia Climática. Y no sabemos si habrá vuelta atrás.
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