Cuando se llega a Fuentidueña desde la zona más alta, en el lado sur, se contemplan unas inmensas murallas que envuelven un vacío enorme, un erial sin construcciones, sin gente y sin vida. Es la entrada por la Puerta de Alfonso VIII, y pisamos el mismo camino que probablemente recorrieron tantos guerreros, mesnadas, mercaderes y campesinos para alcanzar una villa en todo su esplendor en los siglos medievales.
Hoy traigo Fuentidueña a estas páginas como otro de los lugares que la historia ha ido machacando siglo tras siglo. Pero hoy lo traigo como ejemplo de otra forma de aplastar los pueblos, típica del siglo XX : el expolio de su arte y de su historia.
Al final de la Avenida Broadway, por la calle 196 de Nueva York, a veinte kilómetros del corazón de Manhattan, está el Museo de los Claustros. Es un recinto tranquilo e idílico, un lugar de paz y silencio en la ruidosa urbe. Allí se puede contemplar, como uno de las piezas más valiosas, el ábside la Iglesia de San Juan, de Fuentidueña. Es la misma que contemplamos en ruinas cuando llegamos a la Villa por la Puerta de Alfonso VIII. Este ábside fue vendido en los años 50 por el Gobierno español a cambio de parte de las pinturas de San Baudelio de Berlanga (Soria), que actualmente se encuentran en El Prado. En el acuerdo también se contempló la restauración de la Iglesia románica de San Miguel que hoy podemos contemplar en toda su belleza.
En otra parte de Estados Unidos, en Miami se encuentra también el Claustro del Monasterio Cisterciense de San Bernardo, de Sacramenia. Fue comprado por el millonario Hearst en los años 20 y, tras muchas peripecias, puedo ser montado cuarenta años después en un emplazamiento, donde se celebran bodas, fiestas y banquetes.
En comparación, “solo” tardaron siete años en montar el ábside de la Iglesia de San Juan. Los frescos que enriquecen sus muros proceden de la Iglesia de Sant Joan de Tredos en el pirineo aranés. Todos los claustros, torres, imágenes, pinturas y objetos que allí muestran fueron comprados legalmente, por lo general a través de anticuarios sin escrúpulos que los adquirían de manos privadas, deseosas de monetarizar lo que la triste historia les había dejado en herencia. En realidad casi todos los museos están llenos de rapiña, por no llamarlo directamente robos. Pensemos en los más conocidos de París, Londres o Berlín… A su lado, El Prado es una Hermanita de La Caridad.
Pero este expolio solo constituye la penúltima desgracia histórica de las que fueron asolando Fuentidueña. En los siglos medievales, pasado el furor conquistador, llegaron épocas de relativa tranquilidad y el emplazamiento de la Villa contribuyó a su progresivo aislamiento y la pérdida de relevancia política y social. Hay que pensar que buena parte del caserío estaría entre las murallas de la parte alta, que hoy abrazan la nada. Poco a poco la vida fue desplazándose hacia la parte más baja, que siempre había estado habitada, porque allí se levanta la iglesia de Sta María, considerada la más antigua.
Fuentidueña navegó por los siglos como cabecera de la Comunidad de Villa y Tierra de su nombre, que se mantiene hasta el día de hoy, abarcando 21 pueblos con los que parte y comparte los beneficios de los montes comunales. Se construyeron palacios, casonas, conventos, Hospital, Capilla de noble linaje… Fue entregada en señorío al hijo natural de Alvaro de Luna. Luego se convirtió en Condado, perteneciendo a los Montijo (Doña Eugenia anduvo por aquí), hasta terminar hoy en la larga ristra de títulos del Duque de Alba.
Al margen de las rutas principales, Fuentidueña nunca fue un lugar muy poblado, pero el número de sus habitantes se mantuvo estable hasta los años 50. Entonces, como en el resto de los pueblos de la meseta comenzó una imparable éxodo hasta dejar la Villa en poco más de 100 habitantes que, con empeño e imaginación luchan contra el olvido y la marginación. Muestran con orgullo todo lo que la historia ha ido dejando con su paso destructor, sus iglesias románicas, necrópolis con tumbas antropomorfas en piedra, recinto amurallado, puente medieval sobre el Duratón, caserío, escudos, miradores coquetos, conventos que son residencias, restaurantes en capillas del S. XVII… Destaca el trabajo escultórico de capiteles y canecillos de la Iglesia de San Pedro. Cuando llego hasta allí, siempre echo una mirada a algunos canes que titulan como eróticos, pero que son claramente ”in consumando”. Es un aspecto del románico que aún carece de explicación aceptable para los expertos. ¿Por qué colocaban estas escenas tan amorosas en las fachadas de los templos? Todo un misterio sugerente.
Pero la vida sigue. Desde hace ya cuatro años, en un sábado de agosto, los vecinos y voluntarios llenan de velas todas las calles y rincones del pueblo en una “Noche de Agua y Fuego”. Están realmente sobrepasados por el éxito de la convocatoria, que dobla año tras año el número de asistentes. El espectáculo y la nueva fiesta merecen la pena, sin ninguna duda, y ponen de relieve las ansias que todos tenemos de que surjan iniciativas de tipo cultural en estos pueblos tan olvidados. Esta convocatoria no va a solucionar los problemas del pueblo, por supuesto, pero es un grito para decir “¡Estamos aquí! Seguimos vivos y necesitamos más atención, en sanidad, educación, trabajo, cultura…porque no queremos desaparecer”.
He llevado hasta allí a muchos amigos porque Fuentidueña es un claro ejemplo de la Castilla que está desapareciendo delante de nuestros ojos. Esconde una parte de la historia, mantiene murallas, iglesias y arte, es ejemplo vivo del abandono e incluso del expolio institucional, ha sufrido la sangría de la despoblación y aún así sigue cautivando cuando bajamos por la carretera desde Calabazas y vemos el sugerente recinto de naturaleza, murallas e historia que se ofrece a nuestros pies. Y todo gratis.
16 febrero, 2020
Toda esta desolación en pueblos pequeños y aislados, que en tiempos lejanos fueron importantes en la historia viene del abandono de las instituciones que sólo dedican esfuerzos y dinero a entidades de población mucho más grandes . Olvidándose y olvidándonos, e ignorando que para que los avances lleguen a las ciudades, los españolitos de los pueblos pagamos los mismos impuestos(IVA, IRPF,…) que los de las ciudades. Y en la misma proporción, deberíamos recibir los mismos servicios que tienen los de las ciudades. Sin embargo, nos quitan patrimonio para llevárselo a los museos y dejando asolados, iglesias, antiguos cementerios, palacios y casas señoriales, entre otros… No entiendo que las tumbas descubiertas en muchos municipios con restos de sus antiguos habitantes, no permanezcan en los mismos para poder atraer a visitantes.
En el pasado siglo XX se despreció todo lo antiguo, y todo se vendió. Sobre todo después de las diferentes desamortizaciones realizadas en las que se podía vender todo sin ningún problema, los que adquirieron esas propiedades sólo pensaron en hacerse ricos con su venta sin ningún remordimiento y sin pensar la cultura que se perdía o los usos a los que se se destinaban (corrales de ganado, fábricas,…). Vendiendo a ricos de otros países que se lo llevaban a otro continente que apenas tenía historia (EEUU)
Así pues, demos gracias a todos aquellos y a los diferentes gobiernos, por todas esas pérdidas patrimoniales y culturales. Así como a todos los que actualmente no actúan para que lo que nos queda, se mantenga y se dé a conocer nuestra historia.
16 febrero, 2020
El ábside extirpado-expoliado corresponde a la iglesia de San Martín de Fuentidueña, no de San Juan.
Un vecino de la Villa, que agradece su artículo y las reivindicaciones que en él hace.
17 febrero, 2020
Gracias. Es cierto. Algún duende me ha colado la confudión. Ahhh! Ya sé… Había estado buscando de dónde procedían las pinturas que han colocado sobre el ábside… Y se me coló lo de San Juan, porque así se llamaba esa iglesia del Pirineo. Gracias por la ayuda para aclararlo
17 febrero, 2020
Fuentidueña sin duda es uno de los pueblos más bonitos de España.