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El pasado y presente de China en Pekín

Día 19: La inmensidad de Pekín

Por la mañana nos vamos enseguida, derechitos y a pie, a la Ciudad Prohibida. Es la inmensidad hecha construcción. Un viajero del siglo XVIII escribía, tras contemplar esta magnificiencia, que Versalles parecía un pabellón de caza al lado de la Ciudad Prohibida. Imaginábamos muralla y unos cuantos palacios, pero es un complejo de plazas, palacios, jardines, estancias, corredores y construcciones sin fin. Tiene más de tres kilómetros de larga. En la entrada general nos sentimos agobiados por la cantidad de gente. Son miles de personas entrando constantemente. Todo en Pekín es así. Una vez que nos adentramos hay más espacios y las muchedumbres a veces disminuyen y a veces se reencuentran..

La Ciudad Prohibida ha sido durante siglos la residencia de los Emperadores, los dominadores de media Asia. No son sólo palacios; estas murallas encierran una ciudad entera, dentro de otra ciudad. En estos recintos residían todos los funcionarios y toda la administración del Imperio. Cuando se pasea por aquí se contempla la imagen del poder. Todo es grandioso en patios, columnas, tejados… El poder del Emperador tenía que transmitirse por osmosis a todos los que por aquí pasaran.

La película de Bertolucci, “El último Emperador”, narra el final de la gloria de estos palacios. Luego el poder se trasladó a otros lugares. Hoy los poderosos no gustan de boatos con pesadas y aburridas ceremonias. Hoy viven en lujosas mansiones, rodeadas por protección electrónica y matones de negro con pipa al cinto. Están en zonas verdes a las afueras de Pekín, de Londres, en New Jersey mirando el perfil de Manhattan o tranquilamente en Las Bahamas. Desde un teclado y un iPhone controlan el mundo.

Han abandonado este tipo de palacios para que los visitemos los simples mortales como un parque temático y digamos ¡Oh! y ¡Ah!… ignorando que por cada personaje que vivió dentro de estos muros, había miles viviendo en la pura miseria y muriendo en guerras que solo beneficiaban a los que aquí vivían. Las murallas servían más para protegerse de sus súbditos que de posibles invasores. Los señores siempre se han aislados en castillos, alcázares y palacios para infundir respeto y temor, pero sobre todo, para sentirse a salvo de los suyos.Las grandes revoluciones han empezado cuando las gentes han asaltado estos muros.

Después de ilustrativa visita bien nos merecemos una comida, china por supuesto, con pato laqueado incluido. Luego llegamos hasta el Templo del Cielo, maravilloso pero sin monjes. Es una deliciosa construcción circular en madera. En los alrededores oímos música de violín, de ópera de calle y nos relajamos en un inmenso parque.

Al atardecer queríamos volver a la Plaza de Tiannanmen, que ya habíamos cruzado por la mañana. Ha sido imposible. La policía expulsa a todos al caer la tarde. Tienen miedo de que la gente se junte y hable. Es el rostro real de la dictadura. No quieren que se repitan los sucesos de 1989, ni lo que ha ocurrido este año en los países árabes.

Tiannanmen no es en realidad una plaza. Es un espacio abierto de más de un kilómetro de largo y 600 metros de ancho. Pero no tiene vida como las plazas mediterráneas. Es un espacio muerto para uso del ejército y de los gobernantes. Aquí muestran ahora su poder. Pero también su miedo. En nuestras plazas la gente se encuentra, se ríe, come y bebe, hablando de todo. No es así en Tiannanmen. Es una plaza triste y gris, que huele a represión, a tanques y a cadenas.

Hoy comento:

Ahora disfruto mucho viendo las imágenes del video donde Javier mezcla las tomas que hizo de las plazas y edificios de la Ciudad Prohibida al lado de esos mismos espacios filmados por Bertolucci en la peli “El último Emperador”. Es la unión de turismo y realidad, de pasado y presente, de dos ficciones, la del cine y la del parque temático actual. Buen trabajo.

Conocimos algunos barrios del viejo Pekín. Algo de lo poco que ha dejado la piqueta y la voluntad modernizadora a la manera occidental. Hoy Pekín se parece a Shangai…a Madrid, Sidney, Kuala Lumpur, Moscú… ¡Viva la globalización de lo horroroso! Esas calles residuales, llamadas hutongs, tienen un aire muy antiguo, en el filo entre una estampa costumbrista y una postal para turistas. Fuera de ahí, todo son grandes avenidas, tráfico, polución y edificios vulgares.

Viendo ahora los mercadillos con tantos bichos pienso que, en estos tiempos, nos habrían puesto en cuarentena a la vuelta a España. Probamos algunos bichitos sin mucho miramiento. En grupo las decisiones se relajan. Realmente estaban buenos y entendemos a los que pregonan que los insectos serán las proteínas del futuro.

En Pekín disfrutamos de un buen hotel y buenos guías, algo digno de agradecer en un país donde nos movíamos como ciegos. Maribel trabajaba en Tve Española y se había puesto en contacto con la corresponsal de entonces, Almudena Ariza que se preocupó por buscarnos unas buenas condiciones de alojamiento y de visitas. Todo un detalle para ser bien agradecidos.

Autor: Redacción Cuéllar

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