Como las flores tardías de la primavera y entre la expectación, de todas las personas que te amamos desde la primicia de tu venida al mundo, llegaste desde el amor incondicional de tus padres para poner un punto de esperanza en un mundo carente de emociones verdaderas que hace de tu nacimiento el hecho excepcional en el cual ponemos nuestra esperanza para verte crecer y , entre tanto, contemplarte ante el hecho biológico de la vida con la única pretensión de disfrutar de tu presencia como espectadores vip en tu desarrollo.
Tu serenidad invade los espacios de tensión con el suave sentir de tu respiración. Te mueves despacio y nos observas detenidamente, escrutándonos con tus ojitos negros y nos haces sentir afortunados al protagonizar tu inocente curiosidad. Te hablamos, te sonreímos y te intentamos transmitir nuestros afectos. Tu tranquilidad nos conmueve y tu frágil aspecto se torna solido en esos momentos. Quizás leas esto algún día y pienses que tenia de especial, pero lo era.
Todos tenemos una gran responsabilidad contigo y esa responsabilidad hará que tu adquieras con el paso de los años otra con la sociedad que te vio crecer. Y en ese circulo vital vivirás amores, sufrirás desamores, sentirás frustraciones, celebrarás triunfos, llorarás fracasos, te equivocarás y te levantaras. Siempre te levantaras porque tus padres así lo han hecho y de su ejemplo, lo más preciado que jamas te darán, comprobarás que la vida esta llena de contradicciones y vivirla es aprender de ellas mientras te reafirmas con valentía, paso a paso, ante cada dificultad en el camino forjando tu propia personalidad.
Eres, desde el 13 de Mayo, parte de la crónica sentimental de nuestras vidas. Un precioso bebe, que guarda en sus escasos cuatro kilos de peso, la esperanza que depositamos todos nosotros en una humanidad a la que hechos excepcionales como tu nacimiento da la perspectiva de futuro. Eres, Maria Lucia Esteban Mircheva, la luz que nos guiá para saber que todo aquello que hacemos un día te servirá de ejemplo, obligándonos a dar lo mejor de nosotros mismos y no bajar nunca los brazos.
¡Así que bienvenida al mundo, Lucia!
Escrito por Alberto Escribano
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