“Frente al homo faber, el homo viator”(García Gual)
Viajamos toda la tarde para llegar a Kings Canyon. Son más de 300 km sin encontrar nada en la carretera, ni pueblos, ni restaurantes, ni hoteles, ni casas ni gasolineras, nada…absolutamente nada. Esto es el verdadero Outback, el salvaje interior de Australia. Inmensas rectas. Apenas tráfico. Viajamos con la tranquilidad que proporciona el depósito lleno y la nevera también. No nos gustaría tener que quedarnos a dormir en una de estas áreas de descanso de la carretera donde solo hay un tanque de agua y una mesa para pic-nic. Llegamos a nuestro destino justo a la puesta de sol, en el momento que dicen que no se debe de conducir, por el tema de los animales en la carretera. Pero no hemos visto ni un canguro ¿los habrá realmente, o será una leyenda? Tampoco los hemos visto atropellados en la carretera, ni nada parecido.
Conseguimos sitio en el camping, aunque sin electricidad. Nos comentan que han empezado las vacaciones de invierno y está todo reservado desde hace semanas. Por supuesto aquí no hay wifi. Para nosotros todo es muy extraño y divertido. Hay una gran variedad de caravanas, preparadas como para cruzar todo un desierto, coches muy acondicionados y otros llamativos artefactos viajeros.
Encontramos una Fiesta australiana en el bar del camping-resort. Para cenar probamos lomo de canguro. ¡Está muy bueno!. Hay musica en directo por parte de un muchacho entregado y la gente se anima a bailar. Volvemos al frio. Por el camping hay mucha gente en torno a hogueras. Los australianos aman esta vuelta a un mundo mítico de contacto con la naturaleza, sin tecnologías, sin medios, solo fuego y charlas….
Vamos viajando por el Territorio del Norte, así llamado este estado aunque también ocupe buena parte del centro del país. Sus relojes van media hora por detrás de los de Sydney. Una de tantas normativas que les permite su amplia autonomía federal.
Seguimos en territorios sagrados. Suena un poco fuerte en estos tiempos descreídos en los que nos despertamos lejos de dioses, caminando por lugares vulgares y viviendo días sin historia. Para los primigenios habitantes del continente toda la naturaleza tenía un carácter sagrado, que se debía respetar, venerar y sobre todo celebrar y cantar en diferentes rituales. “La tierra que no es cantada es una tierra muerta”. Los mitos y las historias aborígenes del Dreamtime no están tan lejos de nuestra cultura bíblica y cristiana. Por esa razón no fue muy difícil que aceptaran el cristianismo cuando los ingleses empezaron a enviar misioneros para tratar de que estos “primitivos” pudieran ser asimilados a la cultura occidental. Sus mitos sobre la Creación incluyen un dios primigenio que creó el cielo, la tierra, las montañas, los animales…y luego, sintiéndose solo, decidió hacer un hombre de arcilla para que le acompañara en sus cantos y en sus danzas…¿Nos suena, verdad? Estos mitos llevan aquí desde hace más de 30.000 años. Otros mitos similares hablan de las peleas entre dos hermanos ancestrales. Mitos sobre seres celestiales que anduvieron por la tierra para enseñar a los hombres la caza, la danza, la búsqueda de agua y las maneras de sobrevivir en esta naturaleza tan dura. No podemos sonreír con aires superiores ante estas historias y escuchar luego educadamente la historia de Moisés que dividió el mar, la de Jesús que anduvo sobre las aguas, la de Josué que detuvo el sol o la de Jonás que viajó en el vientre de una ballena… Todos procedemos de un tiempo mítico que era la forma de contar de dónde veníamos, qué hacemos aquí y de dónde proceden todas las maravillas que nos acompañan. Conocer otras culturas nos hace humildes.
Kings Canyon
Tras un largo recorrido nos asomamos a este famoso cañón del Centro Rojo del continente. Yo esperaba todo un señor cañón, serpenteando entre la cordillera. No como el del Colorado, pero al menos como el del Duratón. Para mi decepción es una garganta cerrada de poco más de un kilómetro de longitud. Sin embargo su belleza es impresionante. He recordado el tema del “Viaje a Ítaca” de Kavafis. Cito de memoria: “si la encuentras pobre, no es qué Ítaca te haya engañado. Sabio, como ya te has hecho, sabrás qué quieren decir las Ítacas”.
Con estos pensamientos nos adentramos por el sendero del Cañón. Constituye otra de las zonas espectaculares de Australia. Parque Nacional de Watarrka. Es un paseo a escala humana. Hay otro recorrido por todo lo alto, rodeando el cañón. Tras inspeccionar un poco me animo a volar el dron porque hace un par de meses conseguí un permiso del Gobierno para volar por las zonas naturales protegidas del Territorio del Norte.
Me atrevo con la subida, llamada de los mil escalones, que lleva a lo alto del Cañón para disfrutar de una panorámica global. Tierras extrañas, rocas rojas retorcidas, rotas hasta conseguir ofrecer una perspectiva increíblemente bella. El fondo parece un valle de cualquier lugar de España con la excepción de que el río solo corre aquí algunos días al año. Variedad de árboles, arbustos, hierbas, todo es diferente a lo que conocemos. Cada planta es diferente y única para nosotros. Disfrutamos de estos parajes tan extraños.
Luego llegamos al Resort del Kings Canyon. Tenemos suerte. Aunque está lleno nos dan una plaza con electricidad. Es vital para cargar las baterías de aparatos. Nuestras penalidades continúan. El mechero de la furgo no funciona y no podemos ni cargar el móvil. Andamos un poco pillados con este tema y produce mucha inseguridad moverse por por estos terrenos sin un móvil que funcione.Tampoco hay ningún tipo de wifi. Nos dicen que llegará pronto. Es el Outback. Ya sabíamos de todas estas circunstancias, pero nos han crecido los problemas y no queda más remedio que poner buena cara a este viaje tan increíble.
Paseamos tranquilamente al atardecer manchándonos alegremente con el polvo rojo de estos caminos. Son una alegría para cualquier fotógrafo los impresionantes colores del atardecer en el Outback. No consigo que la cámara sea fiel a lo que ve. No consigo reflejar tanta belleza. Camellos civilizados, pericos, loros, burros…pero ni rastro de canguros. Hay carteles que avisan del peligro de los dingos y las serpientes.
Este lugar, Creek Station, tiene fama por sus hamburguesas de camello. Cuando vamos a por ellas, a las siete y media, ya encontramos cerrado el bar-restaurante. Es completamente de noche desde hace tiempo y nos invade un frio de invierno. Hace falta adaptarse a los horarios australianos. Restaurantes que terminan las cenas a las siete, campings que cierran la valla de entrada a las seis…¿Qué hacen hasta las ocho de la mañana, metidos en tiendas y caravanas? No podemos imaginarlo. Alguna vez echamos una mirada al impresionante cielo nocturno, pero no estamos preparados para soportar el frío por mucho tiempo y pronto dejamos a la Cruz del Sur que siga iluminando estas noches tan profundas.
El paisaje de la carretera no deja de impresionarnos. Cientos de kilómetros sin nada, paisaje monótono, rectas interminables, siempre el mismo cielo y el mismo sol…Tiene su encanto. Todos los árboles son desconocidos, hasta las hierbas de al lado de la carretera son extrañas, también los pájaros, los ruidos del campo. Solo los milanos que sobrevuelan el asfalto nos recuerdan una imagen conocida.
Ni un canguro, ni camellos salvajes, ni dingos, ni emús por el campo…ni siquiera las temidas serpientes. Parece que nada de eso existe. Casi pensamos que todo es un montaje de los documentales para atraer a los turistas inocentes.
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