Un día del pasado invierno iba yo con mis pasos perdidos por un camino del pinar cuando sobre un pino de esos medio secos y quebrados, retorcido sobre sí mismos, vi una figura extraña que parecía que me estaba esperando. Me saludó con la naturalidad propia de un conocido y enseguida se presentó, para mi tranquilidad: “Soy el Ángel Exterminador y me envían hasta aquí para alertar sobre las tribulaciones que os envuelven. Vuestro mundo camina sin rumbo y sin juicio hacia un desastre previsible que vosotros conocéis muy bien. Vuestros científicos os lo están describiendo con detalle. Pero nadie se mueve, ni se conmueve. Ninguno de los grandes poderes que pueden intervenir se molestan en encauzar vuestro desarrollo y vuestras tecnologías en un sentido que os permita ver un futuro más allá de vuestra corta mirada humana”.
Yo permanecía bastante asombrado por tamaña aparición sin entender mucho del por qué de este discurso ante un simple paseante por el pinar. Pero enseguida se puso grandilocuente y me dejó más asombrado aún: “Debes lanzarte a los caminos a predicar para que los hombres sean capaces de reflexionar y enderezar este camino que os conduce al desastre. No solo me refiero a las guerras, porque siempre os habéis matado y destruido entre vosotros. Eso no es nada nuevo. Te hablo de la gran destrucción que habéis comenzado”.
Un poco preocupado, le contesté sin miramientos, “Me parece que te estás pasando un poco. Yo solo quiero dar un paseo en paz y volver a mis tareas de jubilado tranquilo, No sé qué puedo hacer yo”.
Ni se inmutó. Seguía reposado sobre ese pino tan retorcido.“Inicia el camino, habla, escribe, canta, recorre los lugares donde los hombres puedan escuchar”.
Parecía que me estaba encomendando una misión de carácter bíblico. Me pasaron por la cabeza las imágenes de unas semanas atrás cuando anduve por Jordania y, entre otras cosas, un buen día hice alguna caminata por el desierto y otro día me asomé a las orillas del Jordán, allá donde , según nuestro guía y la tradición, estuvo predicando Juan el Bautista y donde más tarde bautizó a Jesús de Nazaret. No pensaba yo que aquello podría traer consecuencias pero ya veo que de aquellos polvos vienen estos lodos. Entonces me asomé al río Jordán y ahora me mandan a predicar. “Me parece que te estás equivocando conmigo. Apenas toco un poco la guitarra. Apenas he escrito alguna canción o algunas líneas tan planas como la vida misma. Te estás quedando conmigo…”
Se removió un poco y cambió de postura, tomando una actitud casi coloquial. “Tú eres Jesús, el hijo del carpintero…” Ya me parecía que me estaba tomando el pelo y le contesté con ironía “ Coño, cómo afinas, que mi padre era tapicero, más que carpintero…”
Sonrió, también con y ironía y continuó: “Siéntate a escribir. Llegará la inspiración con las brisas de estos pinares. Luego emprende el Camino…”
Y dejé de verlo. No sé si desapareció él o yo dejé de tener la cara de bobo que me habitaba desde hacía unos minutos y volví a la realidad de un tranquilo paseo por el pinar.
Con el paso de los días fueron llegando temas, ideas, letras, músicas con sus acordes, incluso con sus séptimas y sus disminuidas. Solamente si estaba en el pinar podía escribir algo. Así era. Fueron apareciendo canciones y la necesidad de mostrarlas y cantárselas a oídos dispuestos a escuchar algo diferente.
Así fue como me lancé al Camino…He pasado el verano por distintos lugares del Camino de Santiago. He tocado en diferentes Albergues de Peregrinos, en lugares grandes y hasta en pueblos casi deshabitados. He sido muy bien recibido y he oído agradecimientos que nunca hubiera imaginado. Algunos días había muchos peregrinos pero un día solo había dos y para mí fueron el mejor público del mundo, que no se los hubiera cambiado a Bruce Springteen por el lleno del Sant Jordi. Incluso un día que toqué en Logroño quiso la casualidad que unas manzanas más allá estuviera tocando Bob Dylan. Aunque él no se acordó de mí yo le homenajeé con cariño. Desde entonces he sumado un tema suyo a mi repertorio. Él es el dios de los músicos de carretera, de los que andamos por el camino. Cuando está más allá de los 80 años sigue viajando y dando conciertos por todo el mundo, sin importarle qué dice el público, qué piensan de su música, sin importarle que le digan que es arisco y maleducado…Así son los dioses.
Desde entonces cada día que me siento a cantar para la gente, más que un concierto, lo mío es una predicación. Voy a parecer un miembro de la confesión de los Santos de los Últimos Días…
No soy nada apocalíptico, tampoco pretendo ser un músico del Titanic, más bien quiero parecerme al “Grito de Múnch”. Me preocupa no solo el futuro, sino ya el mismo presente, que día a día nos muestra las sombras de nuestros progresos y avances tecnológicos. Me preocupa lo que nos dirán nuestros hijos, nuestros nietos, cuando sientan en su piel los límites de éste nuestro crecimiento sin fin y sin principios. Por eso me lancé al mundo y anduve cantando por El Camino…
12 noviembre, 2023
Totalmente de acuerdo con las reflexiones de tu mente y no de fantasmas que no creo (pero haherlos…hailos).
Camina, predica….estaras «envaido» como decimos en la Sierra de Francia