Volvieron ayer al Castillo las claves de Sol y de Fa, los pentagramas y las notas para poner fin a un curso de miles de horas de trabajo y de ensayos. Detrás de cada pieza que escuchamos hay muchas horas de soledad con el instrumento, de compañía con el profesor y de ensayo con cada grupo. Solo al final del esfuerzo llega el placer de tocar con los otros y de disfrutar de la música en estado puro. Todo el trabajo de estos meses se manifiesta en la energía musical que ayer se irradiaba por los muros del Patio de Armas.
Después de veinte años de Escuela ya aparecen solistas y grupos que pueden atacar piezas de calado, desde John Williams a Bizet y de Gluck a temas tradicionales de diferentes países. Esta es la riqueza de la Escuela y la riqueza de la música. La diversidad es el secreto de esta energía. Cada uno encuentra su espacio, su motivación y su música. Primero hay que encontrar el tiempo… después llega todo lo demás.
Tenemos a los chicos sobrecargados de todo tipo de actividades, porque nos parece que esa es la mejor forma de enriquecer su educación. A ningún padre le parece que la música sea lo más importante y, sin embargo, la mayoría de estos chicos es donde más disfrutan, robando tiempo a las sagradas matemáticas, al imprescindible inglés… Pero cuando se habla de música se habla de otra cosa, de una energía especial que envuelve y hace disfrutar de la vida como ninguna otra. Por supuesto que probablemente no dará de comer, como las matemáticas o las ciencias, pero …también hace mucho más llevaderas las aburridas horas de matemáticas o de ciencias.
Ahora vemos cómo ha florecido la inversión que en la Escuela se lleva haciendo todos estos años. Hay que recordar que faltan medios, falta espacio… Hay que reivindicar las ayudas de la Junta, la estabilidad de los contratos de los Profesores, el acondicionamiento de las aulas… Ahora se puede pedir todo, porque aquí están los frutos de estos años.
Con un paloteo de Armuña o el Imagine de John Lennon, ayer los alumnos de la Escuela nos dieron una lección sobre el trabajo bien hecho, sobre la dedicación individual y el trabajo en grupo. Oboes, clarinetes, dulzainas, guitarras … y ritmo, mucho ritmo, completaron la magia del día de San Juan. “Gracias por la música, que nos hace mágicos…” dice una vieja canción.
Comentario/ imágenes: Jesús Eloy García Polo
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