Artículo de opinión de Jesús Eloy García Polo
Este jueves volvimos a escuchar músicas de nuestro medievo, esta vez en la Iglesia de San Esteban. Está bien este cambio de espacios musicales. Ya que no disponemos en Cuéllar de ninguno medianamente preparado para estos conciertos, es mejor ir rotando y aprovechando lo que tenemos, al menos durante el verano. Castillo, S. Andrés, S. Esteban, Ábside Santiago, San Francisco, Tenerías…todos son rincones de nuestro Patrimonio donde podemos disfrutar de música y de piedras o ladrillo con historias.
El grupo de Cristina del Barrio nos alegró la calurosa noche también con melodías de los siglos medievales, religiosas y profanas. Escuchamos Cantigas de Alfonso X, obras de Martín Codax o de la tradición galaico-portuguesa y un extenso abanico de canciones sefardíes, hasta terminar con alguna canción tradicional andaluza de las recuperadas por García Lorca. La música todo lo puede y todo lo une. La voz de la soprano Cristina del Barrio daba un carácter más “culto” a esta música popular y sencilla. La acompañaba, por un lado, Javier Celada con flautas de pico y ocarina, y por el otro el sirio Hames Bitar con laúd árabe, que interpretó varias piezas en solitario, incluidas algunas adaptaciones de guitarra española.
A veces me quedaba reflexionando sobre la paradoja que suponía ver a un músico sirio tocando canciones judeo-sefardíes. Con ojos históricos representa una contradicción total. Con oídos musicales es la complementariedad de la misma música en distintas manos. La música está por encima de razas, credos y lenguas. Ha demostrado que es lo único que puede unir lo que los políticos y los ayatollahs de distintos credos se empeñan en separar y enfrentar. Lo demostraron en la Guerra de la antigua Yugoslavia los grupos que aunaban músicos serbios, bosnios y croatas, tocando en Sarajevo o Mostar para cantar que el entendimiento y la convivencia eran posibles. Lo demuestra cada año la Orquesta East-Wester Divan de Daniel Barenboim, que, con sede en Sevilla, une a israelíes, palestinos y españoles en una orquesta multicultural. Así lo proclama su director “la música no va a solucionar el conflicto palestino-israelí pero ayuda a romper barreras y a tender puentes para el futuro”. La música engrandece nuestro lado más humano, al tiempo que anula el rincón de la bestia, que aún arrastramos los Homo sapiens del siglo XXI.
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