Desde que vi un documental sobre Montsegur tenía ganas de llegar hasta allí. Está lejos de cualquier sitio, perdido en las estribaciones del Pirineo. La vista de este peñasco solitario ya explica buena parte de la historia de este mítico lugar. Permanece envuelto en leyendas y en un aura de misterio desde el romántico siglo XIX. Aquí se une la mitología de un templo solar, por la supuesta coincidencia de los rayos solares del solsticio en puntos determinados, con las historias del Santo Grial. Parece ser que el cáliz de la Última Cena también estuvo en este castillo y hasta una expedición nazi, pintoresca y peliculera, lo estuvo buscando por aquí. Si añadimos la leyenda del gran Tesoro de los Cátaros, que supuestamente guardaban aquí, tenemos un atractivo inigualable para sentirse seducido y comenzar la ascensión hasta los 1215 metros donde se mantienen las cuatro paredes del castillo.
Al comenzar la ascensión hay una simbólica estela de tipo de medieval en recuerdo de los 220 caballeros cátaros que fueron quemados aquí en una hoguera, en el Prat dels Cremats, en 1245. “Als Catars, /als martirs del pur amor Cristian” Hemos visto en torno a este monumento a un extraño grupo de gentes, vestidos de blanco, que estaban rezando, cantando con flautas antiguas y nombrando a cada uno de los cátaros quemados, porque se conoce el nombre de todos ellos, por los archivos inquisitoriales. Luego, han seguido haciendo distintos rituales en círculo en medio del prado. Suponemos que serán descendientes, en la sangre o en la fe, de aquellos caballeros quemados aquí.
La inquisición española tiene mala fama pero nunca llegó a hacer una parrillada con tanta gente. La Cruzada anticátara sobrepasó todos los límites de barbarie hasta entonces conocidos. La primera actuación sangrienta fue la toma y destrucción de la ciudad de Béziers. Antes de la entrada en la ciudad el Conde que mandaba las tropas preguntó al Legado Pontificio cómo distinguirían entre tanta población a los herejes de los buenos cristianos, “Matadlos a todos, luego Dios sabrá distinguir bien a los suyos”. De esta forma fueron asesinados los veinte mil habitantes de la ciudad, para mayor gloria del Papa y de la Cruzada.
En el Castllo de Monsegur, desde el comienzo de la Cruzada, llevaban ya casi 40 años refugiados todos los caballeros cátaros perseguidos, a los que se había confiscado sus tierras. Vivían unas 600 personas en los muros y aledaños del castillo. La iglesia decidió terminar con ellos definitivamente. A los pies del castillo iniciaron el sitio el Obispo de Béziers y el Arzobispo de Carcasona, senescales, caballeros y 6000 soldados para iniciar un asedio que duró casi un año. Al final los últimos Cátaros, traicionados por montañeses de las proximidades, se rindieron y la Inquisición en juicio sumario condenó a 220 a ser quemados en una gigantesca hoguera a los pies de la montaña. Hoy este prado es una página negra de la historia de todas las religiones, de todos los integrismos y fanatismos, políticos o religiosos que siguen sembrando de muerte prados y resecos desiertos .
A lo largo de la historia hemos visto que la religión, como experiencia fuerte y profunda, puede sacar lo mejor y lo peor que los humanos llevamos dentro. Admiramos actos de gran sacrificio, por motivos religiosos (como los misioneros que atienden a enfermos de ébola), pero al mismo tiempo, también por motivos religiosos, hemos visto las mayores salvajadas, desde esta hoguera de la Inquisición hasta tantos asesinatos, atentados y guerras de cada una de las religiones.
Por desgracia, después de ocho siglos, continuamos igual. Hoy pensamos en el Estado Islámico, pero también en Somalia y Yemen, Nigeria y Kenia, por no acordarnos de Yugoslavia, Camboya, Ruanda… distintas gentes, pero siempre, las mismas, las mismas guerras, las mismas causas, los mismos problemas. Religión, raza, nación, etnia, tribu, clan… ahí comienzan todas las guerras ¿Alguna diferencia con el Homo antecessor de Atapuerca?
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