Así es, entre el cielo, es decir, la gloria que sueña todo aquel que se viste de luces y el suelo, hay un enorme abismo y ahí parece encontrarse en la actualidad el diestro sevillano Manuel Jesús El Cid. Es cierto que los dos toros que le tocaron en suerte no fueron buenos, pero hoy El Cid, que tantas veces ha demostrado su clase en esta feria, no ha sido el torero al que estamos acostumbrados y algo le debe estar pasando.
El Cid no ha estado en Cuéllar, y su alma y duende estaban en otra parte. A su primero no lo quiso ni ver, después de ver las complicaciones del toro( que tenía y muchas) y, como no tomaba la muleta, el sevillano optó por coger la espada y no engañar al público, que el no está por esas cosas. Y en su segundo, quiso pero no pudo, aunque la verdad es que se estrelló con un toro reservón y con muy poco fondo para sacar algo. De ahí la desolación del torero y la del público ( media plaza), aunque como él sabe lo que es la gloria, estamos seguros que algún día volverá a recuperar la magia y el duende que lleva por dentro.
Y los que sueñan con alcanzar ese cielo, han sido esta tarde, Joselito Adame y el cuellarano Javier Herrero. Los dos han estado muy firmes y serios y han estado por encima de los toros del Soto de la Fuente, que tenían mucho que torear.
El mejicano sabe torear y lo demostró en sus dos toros, que fueron los mejores del encierro. Estuvo muy firme desde los primeros compases de su faena de muleta, sometiéndole por abajo y bajando la mano para templar la embestida del toro de Soto de la Fuente, y lo hizo bien con la muleta sobre la mano izquierda y rematando las series con unos soberbios pases de pecho. Por eso fue una lástima que fallara con la espada. En su segundo, que fue el mejor de todos, volvió a repetir una faena con el mismo concepto, toreando con mas profundidad y empaque, y aquí si tuvo mas suerte con el estoque, y se llevó un trofeo merecido.
Javier Herrero no le anduvo a la zaga, porque estuvo muy firme en su primero, que fue muy protestado por su flojedad, (aunque luego el toro se vino arriba) y el torero cuellarano se estiró toreando por ambos pitones, con mando y poderío, y después de dejar una estocada arriba, cortó una oreja.
En su segundo salió a por todas y planteó una faena muy seria, a un toro que empujó en el caballo y que se volvió complicado en banderillas. Aquí Javier enseguida le sometió por abajo, y le enseño el camino a seguir en los vuelos de su muleta, con muletazos muy largos y rematando las series con mucha torería. El toro exigía firmeza y el torero cuellarano echó la pata palante y demostró que, a base de lucha y ganas, un día conseguirá ser alguien en el mundo del toreo. De andar fino con la espada, hubiera salido por la puerta grande. O sea, de tocar el cielo.
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