El perfil de los pueblos castellanos ha sido siempre comentado por escritores y poetas. Se recrean en las siluetas de las torres, las espadañas, las ermitas, los chopos, el caserío. Pero hoy son pocos los pueblos que mantienen un perfil limpio. Los años sesenta fueron devastadores para la arquitectura castellana. Aparecieron depósitos de agua, torretas y transformadores eléctricos, silos de cereal, frontones gigantescos y otros horrorosos edificios que truncaron los perfiles armoniosos y poéticos de los pueblos castellanos. “Es el precio del progreso” nos diránlos partidarios del desarrollismo a ultranza. Pero cuando observamos de cerca estas barbaridades vemos que no necesariamente tendrían que estar en el lugar en que se emplazaron, ni tampoco tendrían que ser tan impactantes visual y arquitectónicamente.
Aquí cerca, el primer horror que siempre me ha llamado la atención es el depósito de agua en Fuentes de Cuéllar. Está ubicado al lado de la iglesia gótica y su torre almenada, que constituyen un ejemplo de arquitectura religiosa medieval muy peculiar. Es difícil pensar cómo alguien llegó a decidir que aquel lugar, por su altitud, era el mejor emplazamiento para el depósito de agua. Queda claro que en su sentimiento no había ni el más mínimo rincón para la belleza, para el respeto al pasado, ni siquiera para el sentido común.
Otro ejemplo que no le va a la zaga está en la plaza de Remondo. De nuevo, el depósito de agua junto a la espadaña mudéjar de la iglesia. Esta vez no hay excusa de la altitud para su emplazamiento, porque todo el pueblo es llano. La elección del lugar debió de ser la de un típico alcalde franquista, “porque lo digo yo”. Hay que añadir que la fábrica de los dos depósitos es exactamente la misma. Son edificios “de molde”, al igual que cada uno de los altivos silos de cereal que rompieron los cielos de la meseta castellana en los años sesenta. Hoy nadie sabe qué hacer con ellos. Ni siquiera se atreven a derribarlos. No me olvido del silo de Cuéllar, compitiendo en altura con el Castillo en algunas panorámicas de la villa.
Luego en las décadas siguientes llegaron las ayudas de la Diputación para construir modernos frontones verdes allá donde los solicitaran. Sin embargo, todavía encontramos frontones tradicionales que son un ejemplo de inmersión en la arquitectura del lugar. Ahí están, por ejemplo, el de Torrecilla, colocado respetuosamente al lado de la Iglesia. Más admirable es el de Perorrubio, con sus paredes simulando casas del pueblo. Pero han sido la excepción. La fiebre verde acabó de deteriorar la imagen de muchos pueblos que aún mantenían un perfil castellano. Lo más triste es que en muchos de esos pueblos hoy ya no quedan siquiera dos personas en edad de echar un partido de pelota, o de frontenis en su caso.
Eúltimo edificio de este tipo construido ha sido el depósito de agua levantado en Las Lomas, en Cuéllar, para la Mancomunidad del mismo nombre. Parece que se hal pretendido que pasara desapercibido, por su acabado en basto y sucio hormigón. Pero es imposible no llamar la atención cuando está en el lugar más alto de toda la comarca. Es el último adefesio en nuestra agenda de la modernidad.
Nosotros mismos destruimos el paisaje que es uno de los mayores valores y activos de estos pobres páramos. Me pregunto si ahora estamos obligados a construir edificios horrorosos por buscar solo la funcionalidad y la economía. Vivimos en la sociedad más rica que ha existido nunca en estas tierras. ¿Por qué no hacemos edificios de los que sentirnos orgullosos, como siempre se ha hecho? ¿Por qué no se tiene en cuenta el impacto paisajístico para levantar estos edificios imprescindibles? ¿No nos merecemos ahora la belleza? ¿Acaso solo tenemos que dejar edificios horrorosos a nuestros herederos?.
No está mal acordarse de los depósitos que hicieron los romanos…y los árabes, más cerca de nosotros. Hoy los aljibes árabes continúan siendo edificios admirables. Nosotros somos mucho más ricos que ellos…¿por qué nos empeñamos en construir obras tan desastrosas? ¿Acaso solo reservamos la belleza para los edificios inútiles de los grandes nombres, como Calatrava en Valencia…?. ¿No podemos poner unos toques de belleza en cada rincón utilitario de nuestro entorno?¿Es tan difícil? Tendremos que citar al “profeta de Apple” que consiguió aunar tecnología, funcionalidad y belleza. Si fue posible en un prosaico teléfono ¿no sería posible en un depósito, una torreta, un silo, un instituto…?
Desde el Mar de Pinares: Jesús Eloy García Polo
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