Cuando iba camino del concierto me preguntaba qué pensaríamos si en Oklahoma, por ejemplo, organizaran un festival de flamenco con cantaores de Ohio, de Minnesota junto a alguno de Algeciras. La Country music es la música del imperio desde hace décadas y forma ya parte de la riqueza de todos. También el flamenco se va extendiendo por el mundo y empezamos a tener flamencos japoneses o chinos. Nos puede resultar extraño, pero es así. La música es el lenguaje universal y en él nos entendemos todos, sea country, rock, flamenco, sitar hindú o tambores africanos. Y acudiendo a esa llamada de la música nos congregamos en torno al escenario de la carpa para escuchar primero a Susan Santos y luego a la banda de Jeff Espinoza, Red House, tras la presentación emotiva de Manolo Fernández, valedor de la música country en Radio 3.
La primera parte discurrió preparando el ambiente con sonidos más cerca del rock que del country. La Santos fue presentando temas del disco que acaba de sacar al mercado «Skin&Bones». Impecable la puesta en escena. Luego apareció el californiano Jeff Espinoza con un look sorprendente. Era el Nicolas Cage de David Lynch en Corazón Salvaje, con su chaqueta de piel de serpiente, para dar el tono salvaje de la noche y enamorar a su novia Lula. A todos nos dejó encantados el grupo por su calidad y por su soberbia actuación. Fueron desgranando temas de sus álbumes en un clima cálido que los músicos agradecieron.
Espinoza estuvo acompañado de Francisco Simón, que volvía a Cuéllar después de tocar este invierno junto a Andreas Pritwit en los conciertos de “A todo ritmo”. Y como hizo entonces, en un momento de la actuación se mezcló con el público al tiempo que mandaba al aire los solitarios lamentos de su guitarra. Genial y entregado, abrió el lado salvaje de la noche.
La música del grupo camina entre el blues, el country y el rock. En ella se maneja Jeff Espinoza con una voz ágil y adaptada tanto al sonido de un bluesman negro como al de un vaquero de Oklahoma. No somos vaqueros, ni negros, ni americanos, pero disfrutamos con la música que nos transmite emociones y ese toque especial para caminar por la noche del sábado con la sensación de haber disfrutado de unos momentos para tocar el cielo.
Opinión: Jesús Eloy García
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