¿Que nos mueve a dejar la seguridad y la tranquilidad de nuestra casa para emprender cualquier tipo de viaje que siempre nos trae preocupaciones, incertidumbres y problemas nuevos? Las agencias venden ahora los viajes como «escapadas» o como «experiencias». Puro marketing para convencer a los que no esperan grandes cosas de un viaje. Se dirigen a los que sienten la vida diaria como un castigo, un aburrimiento, una rutina sin sentido. Los que no encuentran un disfrute en algún rincón de su vida diaria es difícil que lo encuentren en un viaje. Por eso necesitan ser seducidos por el tópico de hoteles maravillosos, playas de ensueño, paraísos por descubrir…Los aburridos siempre necesitan algo nuevo.
Un viaje no es solo un cambio de escenario, ni tampoco ir a coleccionar las fotografías que ya conocemos de antemano. El turista de mentalidad provinciana ahora se ha globalizado. Solo quiere acumular nombres, visitas, ciudades y fotos. El viajero cosmopolita quiere conocer, aprender, sorprenderse y dejarse interrogar por culturas diferentes. En las culturas de otros pueblos siempre vemos reflejada la nuestra, porque las preocupaciones de hombres y mujeres son las mismas en todos los sitios. Luego comprendemos mejor nuestra propia cultura, nuestra vida y sobre todo nos comprendemos mejor a nosotros mismos. Siempre viajamos hacia adentro. Todos reconocemos que el viajar ensancha la mente. Se rompen nuestros hábitos cotidianos y nos vemos obligados a cambiar de horarios, de comidas, de compañeros, obligados a modificar nuestras referencias y esquemas de cada día. Todo cambio supone inquietud y nuevas adaptaciones. Nuestra inteligencia se pone a prueba. Los Homo sapiens hemos desarrollado nuestra inteligencia por la constante adaptación a entornos, climas y situaciones muy distintos.
El «gusanillo del viaje» está enquistado en nuestros genes. El primer Homo salió de África hace más de un millón de años buscando una vida mejor. No necesariamente solo por comida. Luego se fue extendiendo por regiones y climas muy diferentes. Bastantes especies de antepasados se extinguieron y solo Homo sapiens consiguió sobrevivir, adaptarse y extenderse por todas las regiones del planeta. Desde los áridos desiertos a los desolados parajes árticos. Descubridores, comerciantes, exploradores, navegantes o simples mortales inquietos han continuado recorriendo cada rincón del planeta.
Ese gen permanece en nosotros. Hemos sido nómadas durante un millón de años y somos sedentarios desde hace apenas 10.000 años. Esa historia permanece en nosotros. Unos han desarrollado eficientes adaptaciones a la vida sedentaria. Otros, en cambio, mantenemos vivos nuestros genes de nómadas. Al igual que unos mantienen la intolerancia a la lactosa por no haber evolucionado en ese sentido, otros mantenemos una agradable intolerancia a la vida sedentaria continuada. Siempre ha habido viajeros, pero la sociedad globalizada y el nivel de vida occidental nos permite mantener vivo nuestro gen nómada. Es una parábola de la vida. Es un tópico que la vida es un viaje. Pero sobre todo el viaje es vida.
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