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Desafío Las dos villas: Polvo, sudor y pedales

Así podría subtitularse la marcha de MTB que ayer organizó el Club Correcaminos como un “Desafío de las dos Villas: Cuéllar-Fuentidueña”. Celebraban el vigésimo aniversario de su existencia, organizando marchas como club de MBT. Comenzaron en los lejanos 90 siendo un grupo de amigos amantes de las bicicletas de montaña, recién aparecidas en el mercado, que se juntaban los domingos para recorrer sendas y pinares, practicando su deporte favorito.

Veinte años después la tecnificación, junto con el nivel de las marchas, han crecido mucho y los socios ya pasan de 130. Con la marcha de este año han dado un paso hacia adelante poniendo a disposición de los participantes toda la tecnología que acompaña un evento de alto nivel. Chips para todos, con el objetivo de estar geolocalizados en todo momento, aplicaciones que facilitan datos y una minuciosa organización que han tenido que poner en manos de una empresa especializada para satisfacer las exigencias organizativas de más de 200 participantes.

Prepararon dos recorridos posibles. Uno “básico” de 65 kilómetros y otro más duro de 110, elegido por más de la mitad de los participantes. Ambos comenzaban y finalizaban en Cuéllar, tras dividirse en Membibre de la Hoz. Fue el día más caluroso del verano y más agotador aún para los que andaban por páramos y rastrojos. Pedalearon sobre caminos de polvo por los pueblos del páramo entre trigales, vaguadas, riberas, barbechos, girasoles, choperas y el refrescante pantano. Llegaron hasta la Villa de Fuentidueña en un espectacular recorrido y desde allí bordearon el Embalse de Las Vencías para asomarse a La Serranilla, salir del Cañón camino de Fuente el Olmo y enfilar el retorno a Cuéllar. La organización había instalado varios puestos de avituallamiento para hidratar los cuerpos y hacer más soportable el calor. Los más exigentes ni siquiera echaban pie a tierra para beber un poco. Así se explica que el recorrido largo fuera cubierto por los primeros corredores en poco menos de cuatro horas, a una media de más de 25 kilómetros, una locura entre calores y cuestas, con un desnivel acumulado de 1060 metros.

La llegada a Cuéllar reconfortaba a los ciclistas por las vistas panorámicas de la cuesta del Castilviejo con un espectacular descenso hacia la zona del Embudo. Hasta las tres de la tarde no llegaron los que cerraban el recorrido. Agotados pero satisfechos. Es el desafío con uno mismo, donde no hay tiempos ni marcas que batir. Deporte en estado puro.

Autor: Jesús Eloy García Polo

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