Hace dos años, dando una vuelta por Turquía, visité las excavaciones arqueológicas de la que se reconoce como la primera ciudad de la humanidad, Çatalhoyuk, de hace 10.000 años. En la reconstrucción de una vivienda tipo de aquella cultura había una cabeza de toro como el gran icono de la casa. En otras había pinturas y adornos con motivos taurinos. Hace diez mil años, casi nada, ya estaban con lo que luego se llamaron “ludi uribus”, juegos (en el mejor sentido) con los toros. Ya sabíamos que en la civilización minoica el toro se consideraba un animal totémico y que se hacían celebraciones y juegos en que los jóvenes saltaban un toro, como hoy se hace en los concursos de cortes. Se supone que eran ritos de iniciación o de paso. Nada nuevo bajo el sol desde los frescos de las paredes de Knosos en Creta.
Los Encierros, repartidos por la meseta castellana, no hacen más que recrear lo que siempre ha existido, bajo una u otra forma, como juego y celebración en los distintos pueblos mediterráneos. Encontramos las más diversas maneras de “encerrar” los toros, desde los “Espantes” de Fuentesauco (Zamora) hasta los modernos encierros de quad y tractor. Precisamente por la gran contaminación que traen los nuevos tiempos conviene poner a salvo los encierros que se mantienen más puros y fieles a sus orígenes, sin dejar de adaptarse a las nuevas circunstancias.
Los Encierros son un patrimonio cultural recibido y transmitido de generación en generación. Representan una forma de celebración festiva y sintetizan una forma especial de vivir la gran fiesta anual que disfruta cada pueblo. Después de la recogida de las cosechas llegaban las celebraciones y las alegrías para el cuerpo, recreando las formas festivas que tradicionalmente se heredaban de tiempos anteriores. Ahora las aguas están revueltas en la opinión pública para este tipo de fiestas. Por esto conviene dignificar los encierros tradicionales diferenciándolos de otras fiestas, más o menos salvajes, con toros. Hay que separarlos de los toros enmaromados, asaeteados, alanceados, de los toros con fuego en los cuernos, de otros toros haciendo barbaridades por las calles… Hay que dejar claro que Los Encierros de Cuéllar son diferentes o, al menos, procuran serlo, porque no debemos olvidar el denigrante espectáculo del año pasado con los toros muertos en las calles.
Como patrimonio cultural, los Encierrros están al nivel de otras fiestas que han sido declaradas Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, como los Castells o La Patum de Berga, por ejemplo, entre las once declaradas en España. Los Encierros de Cuéllar, junto con los de Ciudad Rodrigo, no solo son los más reconocidos, sino los que mejor han mantenido la pureza de sus orígenes con el paso del tiempo. Conviene caminar de la mano para llegar lejos. Ambos encierros son diferentes, por supuesto, pero mantienen un recorrido campestre y otro urbano que simboliza la traída del ganado a la población, la unión del campo y la urbe, lo natural y la civilización.
Una propuesta conjunta con la ciudad salmantina supondría un importante refuerzo para que fuera tomada en serio y tuviera posibilidades. Por otro lado la iniciativa traería a nuestros encierros un afán por mantener las características más tradicionales. Una apuesta para respetar a los toros y dignificar la fiesta. Aportaría también más razones para solucionar los problemas que supone la masificación en el campo y el agotamiento de los toros en las calles. En medio del revuelo mediático de las protestas por maltrato animal en diferentes fiestas la propuesta de declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad construiría una base para el respeto por una manifestación cultural, mantenida durante siglos, donde no se debe hacer sufrir a los animales y deben ser respetados al máximo.
Disponemos de historiadores e investigadores capaces de elaborar una buena base argumental histórica y social para iniciar la propuesta. Supone reivindicar, en medio de una polvareda mediática, la pureza de una fiesta antigua que se mantiene bastante incontaminada y que quiere evitar ser asociada a los simples divertimentos con los toros, al tiempo que reclamar la vuelta a los orígenes Una fiesta muy diferente también del parque temático para adultos, en que se han convertido los Sanfermines.
26 agosto, 2016
Los juegos con toros (encierros, capeas, torneos, espantes, corridas…) definen una aparte importante de la historia de la cultura de las personas y de los pueblos. Algunos posicionamientos actuales contrarios, también, pero de la incultura de las personas promotoras.