Israel en diez días: El mar muerto
No podíamos dejar Israel sin acercarnos al Mar Muerto. Y está muerto de verdad. En cada litro de su agua hay un 30% de sal. Es una salmuera que podría conservar bien el mejor jamón…si aquí hubiera cerdos. Es un largo y estrecho lago que alcanza 1300 metros de profundidad. Se sitúa en la grieta geológica que parte la corteza terrestre desde Siria hasta Tanzania, a lo largo de 6000 km. En sus orillas todo es aparente desolación, sobre todo en invierno. No crece ni un hierbajo por aquí, a más de 400 metros bajo el nivel del mar. Sin embargo han florecido los hoteles turísticos para distintos tratamientos curativos. Más allá vemos infinitos invernaderos agrícolas, como si estuviéramos en el mar de plástico de El Egido almeriense. Israel exporta alimentos, a pesar de que la mayor parte de su superficie es un desierto. Aquí viven, entre israelíes y palestinos, unos 14 millones de habitantes en una superficie poco mayor que la provincia de Badajoz. Es un logro de la ingeniería agrícola. Ellos inventaron el riego por goteo y siguen investigando para aprovechar cada gota de agua en estos resecos desiertos. Por cierto, nosotros hemos visto llover aquí y hemos visto charcos. Claro, estamos en diciembre.
Como buenos turistas nos hemos sumergidos en las aguas supersaladas para comprobar que efectivamente flotamos. Javier acababa de afeitarse y sufrió los efectos de esta loción salada tan agresiva. Hay que tener mucho cuidado con cualquier movimiento. No andar rápido, no salpicar, ni intentar nadar. Solo tumbarse y flotar. Unas gotas de agua en los ojos suponen tener que salir a ciegas para refrescarse con agua dulce. Nos hemos dedicado a pasear por las orillas. No aguantamos mucho tiempo paralizados sobre unas aguas que no están muy frías, pero tampoco calientes. Es invierno.
El cielo está muy nublado y las aguas tienen un verde turquesa precioso. El fondo es siempre el blanco de la sal pura. Cuando aparece algún rayo de sol empiezan a mezclarse azules y verdes para alegrar la vista en este mundo tan extraño. El agua va esculpiendo unas orillas muy artísticas, a golpe de las olas que van y vienen. Son pequeñas porque el viento apenas puede mover estas aguas tan pesadas. En función de factores que desconocemos la orilla va tomando formas de sal muy creativas y diferentes. A veces parecen setas, en otros lugares son como corales de un arrecife y más allá no tienen ningún interés artístico, simplemente es arena con sal. Es muy interesante el paseo por la orilla, aunque no hay paseo marítimo, ni chiringuitos con raciones de gambas y su música playera. Estamos solos. Es invierno.
Por la tarde hemos subido hasta Masada una gran meseta-fortaleza que se asoma al Mar Muerto y que esconde más de dos mil años de historia. Se levanta a 700 metros sobre el Mar Muerto. Por su emplazamiento fue elegida por los antiguos judíos para edificar una fortaleza que asegurara el cruce de caminos que aquí había. Herodes continuó su fortificación y construyó su palacio de invierno junto con otras residencias. Pero fue después, con la destrucción de Jerusalén por el romano Tito, cuando Masada consiguió su página en la historia. Aquí se refugió la última resistencia a los romanos, con los huidos tras la caída de Jerusalén en el año 70 d.C. En el año 74 se inició el sitio total de Masada, con un ejército de 10.000 soldados, distribuidos en ocho campamentos, que los arqueólogos han sacado a la luz. Construyeron una inmensa rampa de tierra, que hoy todavía se puede ver, para llegar a la altura de la fortaleza. Los judíos rebeldes al verse sin salida decidieron terminar sus vidas con un suicidio colectivo antes que entregarse a los romanos. Más de 900 personas, hombres, mujeres y niños, se encontraron muertas los romanos cuando accedieron a la fortaleza. El historiador Flavio Josefo relata detalladamente la historia que le contaron dos mujeres y algunos niños que habían conseguido esconderse.
Los romanos quedaron cautivados y relataron con todo respeto y admiración la gesta de los valientes defensores de la fortaleza. Hasta aquí la historia. Luego vimos un video para visitantes que daba unos tintes de claro color nacionalista a todo el episodio. Exaltan a los valientes que prefirieron la muerte a la esclavitud. Ha sido y es un ejemplo para la juventud israelí, para defender su país hasta el límite. En el video los rabinos y los historiadores justificaban el suicidio. Yo tenía otra lectura. Estaba pensando que eso mismo es lo que están haciendo ahora los jóvenes palestinos que cometen atentados, llamados terroristas, porque prefieren morir antes que vivir sin ningún futuro, sometidos y de rodillas ante los soldados de Israel.
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