Desde Ayllón voy adentrándome en la provincia de Soria a la sombra de Grado del Pico, el monte de 1504 metros que separa las provincias de Segovia, Guadalajara y Soria. Señala uno de los rincones más despoblados del mapa español. No hay ciudades cercanas, ni un Corte Inglés, ni supermercados, no hay pueblos grandes, ni carreteras de nivel medio. Todo está lejos. Aquí todo es una lucha por la supervivencia y contra el abandono. Llego por un encinar que posee unos ejemplares impresionantes. La “carrasca” de Valderromán es reconocida como la más vieja de la península, pudiendo contar quizás hasta 800 años, aunque no se atreven a certificarlo en el cartel al pie de la encina. Quizás porque nadie quedó para contarlo.
Cuando los políticos de la República quisieron llevar la cultura al mundo rural, como primer paso para su modernización, se fijaron en esta zona tan olvidada y fue precisamente en Ayllón donde recaló la primera de las Misiones Pedagógicas que se fueron extendiendo por las zonas rurales de España, con ánimo de traer libros, teatro y música a quienes permanecían más allá del olvido.
Cuando llego a Caracena continúo con la impresión de que toda la zona permanece al margen del tiempo. Esta villa fue, en la Edad Media, cabecera de su propia Comunidad de Villa y Tierra. Hoy viven siete personas de forma estable, aunque el censo dice 16. Un castillo, orgulloso pero deteriorado, domina las alturas y dos iglesias románicas hablan de la decisiva importancia de la repoblación medieval de estas “tierras de frontera” en las luchas contra los musulmanes. Estamos en Semana Santa y Diego, un vecino voluntario, abre la Iglesia de S. Pedro a los visitantes, que los hay. Tiene un pórtico al sur que resume todo el encanto del románico. Caracena mantiene además una fuente romana, un puente y murallas medievales…Pero es un pueblo en las tierras del olvido y apenas nadie se acuerda de él.
A Caracena le ocurre lo mismo que a Tiermes, la ciudad celtibera y romana que está aquí al lado. Están lejos de todo. Si Tiermes estuviera en cualquier otro lugar hace tiempo que hubiera sido reconocida como la ciudad celtíbera mejor conservada y sería un centro de atracción turística. Hoy ni siquiera hay posibilidad de una visita autoguiada. Así siempre se asegura una grata sorpresa para el visitante que no espera encontrarse una “realidad aumentada” de hace más de dos mil años. Tiermes siempre sorprende.
Sin embargo todavía encontré un pueblo que resume mejor la historia de la pasada despoblación y del actual abandono. Rello es un pueblo medieval encaramado en lo alto de unos riscos calizos. Está completamente amurallado. Desde allí se asoma un castillo, casas de piedra, arcos de entrada y estrechas calles muy sugerentes. Pero no ha tenido la suerte de caer en gracia a la gente de Madrid, como Pedraza, ni tiene fama de lechazo, como Sepúlveda. Está lejos de todo. Su censo es de 17 personas. Me encuentro a una abuela con su cuidadora sudamericana al lado. Parecen las nuevas repobladoras. Me dice que para que les llegara la luz en los 80 tuvo que escribir al Rey y a Felipe González. Hoy ya casi no tiene fuerzas para quejarse.
Al recorrer las calles y ver tantas casas hundidas, otras abandonadas y algunas arregladas con dignidad no se puede dejar de pensar ¿cómo puede llegar a esta situación un pueblo tan bonito? Rello reúne todos los elementos para convertirse en un símbolo de la España despoblada y abandonada por decisiones políticas que condujeron a la huida del campo y así engordar los cinturones obreros de Barcelona, Madrid y el País Vasco, para facilitar una industrialización rápida y caótica en los años 60. Mano de obra barata, sin cualificación, fácil de manipular y explotar. En realidad fue Franco quien más maltrató a este mundo rural, inculto, beato y tradicionalista, que tanto le había apoyado. No se ofreció ninguna alternativa a la emigración.
El llamado milagro español de los años 60 se levantó con la aniquilación del mundo rural. Podemos pensar que …eran otros tiempos. Pero hoy continúa esa ceguera interesada y vemos cómo la Junta de Castilla y León ha enterrado más de cien millones de euros en Soria capital en la llamada “ciudad del Medio Ambiente”. Un verdadero pufo. Una historia más de favoritismos, burbuja inmobiliaria y burla de la legalidad que el Tribunal Constitucional ha parado, pero que la Junta sigue empeñada en sacar adelante. Con esos cien millones se hubiera dado una vuelta completa a todas las zonas despobladas del mundo rural soriano. Pero eso ya no interesa, no vende en los medios, no produce rédito político y no es política de modernización.
Los duros versos de Machado tristemente continúan siendo actuales.
22 mayo, 2017
Todo es cierto.
Un zona a tiro de piedra de Madrid pero la realidad es otra.
Y no engañarse, todo el nordeste de SEGOVIA, perdón x la expresión, pero esta muerto, por desidia de unos y dejadez de otros.
Han dejado quitarse Todo. La zona va camino de ser un museo al aire libre para domingueros oportunistas.
El que vive aquí Todo el año esta muerto en Vida.
No cuenta para nada.
Pero no hay tintes de que vaya a cambiar.