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Los últimos celtíberos: Arquitectura negra en Guadalajara

  • Majaelrayo

Hace ya tiempo que tenía ganas de llegar hasta Majaelrayo, pueblo perdido en medio de la Ruta de La Arquitectura Negra, en la otra vertiente del macizo de Ayllón. Desde el Puerto de La Quesera, en Riaza, una carretera sinuosa en condiciones aceptables va siguiendo el curso del Arroyo Malo en medio de un valle salvaje, que se prolonga por más de veinte kilómetros, descubriendo tierras por donde parece que hace siglos que nadie ha pisado. Esa fue mi primera idea de esta zona cuando allá por los 90, se hizo famoso el abuelo de Majaelrayo, Jesús García, por su intervención televisiva en un anuncio con aquella frase lapidaria “…y el Madrid, ¿qué?, otra vez campeón de Europa, ¿no? “, donde se hablaba de un Mitsubishi “que te lleva donde hace mucho tiempo no llega nadie”. Ciertamente estaba bien elegido Majaelrayo.

Cuando por fin llego allí, el pueblo me “defrauda “ un poco. Está bastante arreglado, hay muchas casas nuevas, nuevos habitantes y nuevos negocios. Los pueblos de este lado de la Sierra están más vivos, más recuperados y mejor comunicados que los de la vertiente segoviana. Creo que es una muestra más del abandono interesado en que nuestro PP castellano mantiene a todo el mundo rural. Las carreteras en este lado son buenas y los madrileños pueden llegar mejor hasta aquí en sus escapadas de urbanitas. Parece que así está escrito el destino de este mundo rural. Los pueblos y rincones naturales serán simplemente lugares de refugio, de escapadas, de cargar pilas, de consumir naturaleza como se consume una peli de Disney con los niños. Nada más.

Los pueblos, con su entorno natural, se están convirtiendo en una versión light de parques temáticos y de aventuras para entretener a los esforzados y aburridos habitantes del mundo urbano. Cada vez hay más ejemplos de pueblos bonitos, mantenidos solamente para hacer unas fotos, comer bien y escuchar algún tópico sobre su florido pasado histórico. En su entorno hay una naturaleza “salvaje” donde se puede hacer escalada, rafting, piragua, o alguna pirueta aventurera que consuma la adrenalina sobrante de los aburridos urbanitas. Del resto de pueblos se ocupa el olvido.

Mientras continúo con estos pensamientos vamos pasando por Campillo de Ranas, Roblelacasa, Campillejo…hasta llegar a Valverde de los Arroyos, corazón de la arquitectura negra. Lo encontramos a la sombra del Pico Ocejón, que se muestra como el gran padre de todos estos pueblos del norte de Guadalajara. En sus laderas se pueden visitar las Chorreras de Despeñalagua. Paseando entre las calles del pueblo me sorprenden los mejores ejemplos de casas negras recuperadas para una vida actual y confortable. Cada fin de semana de buen tiempo parece una gran fiesta, aunque el terreno del Juego de Bolos que se mantiene en la plaza no consiga seducir hoy a los mozos del lugar ni a los abundantes madrileños.

Toda la zona ha sido rica en tradiciones, fiestas, danzas y paloteos con atuendos y trazas muy originales. Recojo de un libro sobre El Macizo de Ayllón la letrilla de una danza que bien merece un comentario : “Domingo me enamoré / lunes los recados / martes las visitas / miércoles nos casamos / Jueves viví con la novia / viernes la di de palos / sábado se murió / Y domingo la enterramos”. Con los ojos de 2017 nos parece una auténtica salvajada, pero tradicionalmente se cantaba, se bailaba y se asumía como algo de la vida normal. Esta letra nos recuerda de qué mundo venimos, de un tiempo oscuro y brutal, aunque no está tan lejano en el tiempo. Escuchando esto entendemos mejor los avances conseguidos en la superación de nuestra mentalidad machista.

Poco a poco los pueblos cambian de color. Cantalojas ya tiene preciosas casas de un rojo ferruginoso y Galbe de Sorbe, dominado por un castillo desvencijado, es ya variopinto. Estamos en una zona de románico rural muy bien conservado. Campisábalos y su “Mensario” en piedra (trabajo por meses) son un ejemplo que destaca. Viven a más de 1300 metros de altitud y exhiben con orgullo el cartel que reconoce que respiran el aire más limpio de España y el tercero del mundo, después de un pueblecito de Finlandia y otro de Canadá.

Dejamos la visita al hayedo de la Tejera Negra para el otoño y seguimos hacia Albendiego, conocido por su original iglesia románica. Allí hablamos con un grupo de “nuevos pobladores” establecidos desde hace un tiempo. Remueven el mundo cultural, organizan un festival-encuentro de circo, mantienen el bar y conversan muy agradecidos sobre los problemas viejos y nuevos del mundo rural. No son bienvenidos para toda la gente, nos comentan. No se aceptan mentes críticas sobre los pueblos olvidados. Si no hay nadie que levante la voz se puede utilizar el mundo rural como vertedero, se pueden hacer embalses, repoblaciones de pinos, apropiaciones de pastos, explotaciones ganaderas contaminantes, campos eólicos sin control… es mejor que nadie venga por aquí.

No es difícil imaginar cómo sería la vida en estos pueblos hasta hace apenas 60 años. Sin luz, sin carretera, sin teléfono, sin apenas vías de comunicación ni contacto con el mundo ni con la cultura… Ahora ha ido llegando todo, pero demasiado tarde. Ya no hay gente.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

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