La ruta de hoy nos ha llevado hasta un rincón del mapa donde se juntan las fronteras de Irán, Azerbayán y Armenia. Son tierras de inmensas montañas surcadas por valles que han sido utilizados como paso de gentes desde hace milenios, en el cruce de las rutas entre Asia y Europa. Por aquí transitaba el ramal de la Ruta de la Seda hacia el Mar Negro. Por aquí pasaron todas las tropas conquistadoras, desde Alejandro Magno y los romanos hasta los mongoles de Gengis Khan.
Las montañas, en silencio, los han visto pasar a todos y aquí siguen, azules, verdes y majestuosas. El tiempo se ha llevado a los hombres y solo quedan algunas construcciones, derribadas y reconstruidas muchas veces a lo largo de los siglos. El Monasterio de Tatev, que es el objetivo de nuestro viaje está en el corazón de este cruce de caminos, erguido en lo alto de unas rocas, solo accesible hoy por un teleférico impresionante. Es el más largo del mundo con sus 58oo metros y nos hace volar por encima de águilas y buitres que antes eran los reyes de estas montañas.
El Monasterio de Tatev fue una gran fortaleza amurallada. Pero además fue un centro de poder que recaudaba impuestos por todos los valles, fue un centro religioso y sobre todo un centro cultural, que los mongoles mongoles arrasaron y quemaron con rabia 70.000 manuscritos, que representaban la herencia cultural de los armenios. Luego, Tatev también albergó durante siglos la mayor universidad del país. Es difícil de imaginar que este rincón tan apartado en nuestros días pudiera ser en su tiempo un lugar equiparable a la Córdoba califal.
Ya he comentado que la visita de los monasterios es la excusa perfecta para disfrutar y descubrir todas las maravillas de Armenia. Así la ruta nos lleva a recorrer desde paisajes esteparios a grandes praderas de altura, pasando por bosques atlánticos, por microclimas mediterráneos y subtropicales. Encontramos una riqueza y variedad de vegetación indescriptible. Hay más de 3000 plantas diferentes, que han dado origen a muchas de las variedades que hoy son comunes en todo el mundo. Por ejemplo, de aquí proceden los melocotones y los albaricoques, que son la fruta nacional. Conservan infinitas variedades de uvas. De aquí pueden proceder, según investigadores, las bacterias del yogurt. Y aquí se conservan aún las plantas originales de las que surgieron nuestros trigos y cebadas. El Cáucaso fue el origen de la despensa de la Humanidad. Es algo normal si pensamos en la inmensa variedad de ecosistemas que se pueden encontrar entre las dos grandes cordilleras caucásicas, en una extensión menor que la de España, aún si sumamos todos los países. Un auténtico microcosmos.
Aquí se cruzan las placas tectónicas euroasiática y árabe, que han provocado y provocarán tantos terremotos desde que el mundo es mundo. Luego se cruzaron bacterias, semillas vegetales y vidas animales, consiguiendo una biodiversidad inigualable. Pensemos en el lince o el escurridizo leopardo del Cáucaso. Más tarde pasaron por aquí los primeros pobladores de Europa y continuaron traveseando el Cáucaso civilizaciones variopintas, dejando en su estela mitos y leyendas, batallas y muertos, héroes y dioses…con los que todavía estamos conviviendo en el siglo XXI.
Desde la cabina del teleférico se contemplan valles y desfiladeros. Hoy permanecen vacíos, en medio de una naturaleza que sobrecoge por su inmensidad. Pero no es difícil contemplar el paso de la historia: los caballos de los guerreros, los camellos de los mercaderes, las cruces de los predicadores… Hoy solo quedan las murallas y cúpulas de este Monasterio de Tatev, mil veces caído y mil vpuesto en pie, colgado sobre el precipicio infinito. Las montañas lo siguen mirando todo desde su silencio, soltando un ruido bronco y destructivo cada siglo para recordar a los hombres cuál es su lugar en el mundo.
Comentarios recientes