Ya está todo preparado para comenzar una aventura por la fría Islandia. Voy con un grupo de locos de la fotografía. Ese es el motivo de hacer un viaje en una época que no es precisamente turística. Pero nuestro objetivo son las luces del norte, las auroras boreales que siempre han sorprendido a los habitantes del norte y mucho más aún a los pocos viajeros que se perdían por estas tierras. Ahora son un atractivo más de esta isla extraña y maravillosa. La foto de Eduardo de esta crónica seduce por sí sola para ponerse en camino hacia el norte.
Esperamos un tiempo frío y desapacible. Pero vamos preparados para casi todo con el objetivo de que haya un poco de suerte y alguna de las noches nos sonrían las luces verdes de las auroras. Mientras tanto iremos recorriendo la costa occidental de la isla, la zona más habitada, de clima más suave y con mayores posibilidades de avistamiento de auroras boreales.
Islandia es poco más grande que Portugal pero solo cuenta con una población de algo más de 300.000 habitantes, repartidos a lo largo de la costa. El centro está deshabitado, ocupado por glaciares y tierras inhóspitas, depositadas por las coladas volcánicas que se han sucedido a lo largo de la historia. Es un país de alto nivel de vida y con una renta per cápita el doble de la española. Esto nos hace suponer unos precios nada accesibles, sobre todo en las cosas que a nosotros, como buenos españoles, nos gusta más disfrutar, buena comida y alegre bebida. Los restaurantes son casi prohibitivos y tendremos que autogestionarnos el pan nuestro de cada día.
Islandia solo se asoma a nuestros telediarios cuando aparece algún volcán que trastoca el cielo de toda Europa, como ocurrió en el 2010 con ese volcán de nombre impronunciable. Es el país con más volcanes activos. Nos recuerdan que la Tierra continúa formándose, que estamos en un planeta vivo y que los Homo sapiens somos una especie pasajera más sobre la superficie cambiante y humeante del planeta.
Volcanes, geyseres, glaciares y cataratas se reparten por esta tierra, verde en verano y blanca en invierno. Ahora llegamos en un tiempo intermedio, cuando la luz decrece y los islandeses se preparan para sus inviernos fríos y oscuros. ¡Qué difícil tiene que ser pasar aquí un invierno completo! Pero cada uno se adapta a las condiciones de su propio terruño y al final, a todos nos parece el lugar más maravilloso del mundo, incluso si vivimos en los ásperos páramos de Castilla.
Desde fuera admiramos a los islandeses por cómo han conseguido, en una tierra tan dura, un nivel de vida envidiable, tan envidiable como su pacífica convivencia y su resistencia ante la crisis económica. Ha sido el único país que se negó a asumir la deuda de sus bancos, dejando que se hundieran y juzgando y condenando a los políticos que les condujeron a esa situación. Hoy han remontado la crisis y están en una nueva fase de crecimiento con el turismo como un factor creciente de la economía de la isla. Nuestros informativos nunca nos han explicado esta forma de afrontar la crisis. Prefieren insistir en lo mal que viven en Venezuela.
Allá vamos como viajeros curiosos, con los ojos bien abiertos y los sensores de la cámara, del cuerpo y del alma dispuestos para captar todo lo que nos impresione. Al fin y al cabo la fotografía es una escusa para viajar, conocer y aprender de gentes y lugares diferentes. Voy un poco acomplejado entre tanto fotógrafo experimentado y de calidad probada. Algo aprenderé, en medio del frío, las ventiscas y otros sinsabores de esta Tierra de Hielo. No venimos a sufrir. Las alegrías, como en cada viaje, serán siempre mucho mayores que las penalidades.
Comentarios recientes