El colectivo “Micros abiertos de poesía” acudió por tercer año a la celebración del encuentro poético, al anochecer de la tarde del viernes, junto a las ruinas del Monasterio de La Armedilla, en Cogeces del Monte.
Hace ya casi tres años que comenzaron estas reuniones en diferentes bares de Cuéllar en torno a la poesía. Cada mes en un lugar diferente y con un tema distinto, a veces libre, a veces prefijado. Los temas son dispares y los poetas elegidos comenzaron en León Felipe y han llegado hasta Marcos Ana o la poesía mística. En la poesía sobran temas para cada jueves, para cada mes y para cada año. Los versos de los Micros abiertos de Poesía han volado hasta rincones diferentes, como sucedió el viernes en La Armedilla. Han escuchado los versos en Mudrián, Olombrada, Sanchonuño, Sepúlveda, Olmedo, Ayllón…siempre con la colaboración de voluntarios de cada lugar.
El colectivo aúna a gente de rincones de Segovia y Valladolid. Todos con el gusanillo inaplacable de la poesía. En el grupo hay un buen número de poetas que leen sus propios escritos, los hay con libros a sus espaldas y con premios en su haber.
Cinco o seis guitarras se suman para añadir notas a los poemas o para traer canciones en torno al tema que se cuece en el ambiente. Hay escalas flamencas, pentagramas de cantautor, acordes de jazz o aires árabes del desierto. Cada jueves es distinto, porque distinta es la gente y porque distinta es siempre la poesía, como si cada uno leyera para sí mismo en cualquier rincón perdido de su alma.
Como su nombre indica, los Micros están abiertos a todos y a todo. Se trabaja sobre un guión pero cualquiera puede sumarse para enriquecer la noche. Bajo el cielo de La Armedilla se animaron, como en otras ocasiones, algunos lectores de Cogeces que pusieron los versos clásicos y tradicionales, desde Calderón al Romance de Gerineldo.
En su columna de ayer en El País Fernando Savater nos recordaba que “ son los poetas los que aciertan a transmitir la entraña dudosa e inmanejable de la vida”. Por eso cada noche de versos se crea un ambiente mágico, nebuloso, donde todo es posible porque aparece el duende surgido de la queimada de La Armedilla.
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