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Por Charlie

Por Charli
CharlieHebdo2En los últimos meses, a tenor de la bestial crisis del sector de la información, nos hemos cansado de oir el lema de la FAPE «Sin prensa no hay democracia». Siempre pensé que algo chirría en ese lema. Toda dictadura tiene sus periodistas, sus voceros, sus publicistas, así que, en rigor, sin prensa tampoco hay dictadura. En realidad el lema es mucho más simple: «no hay libertad sin libertad de expresión». Charlie Hebdo y otros once compañeros -entre los que hay policías, diseñadores, redactores, administrativos y el que pasaba por ahí- han pagado hoy con su vida por esto que parece tan manido: «libertad de expresión». No por la prensa o esto o aquello. Han pagado por ser libres.

Unos fanáticos armados se liaron a tiros en una redacción porque no les gustaba lo que se cocía en esa redacción.

No es momento sin embargo de arrimar el ascua a una sardina. Ni de reaccionar sin cabeza. El terrorismo, la socialización del terror con fines políticos, busca la reacción airada, el cuanto peor mejor. La espiral de terror. Hay que extremar la cautela a la hora de reaccionar contra eso. La historia reciente nos alerta de los caminos que conducen a ningún sitio.

Matices importantes, sin duda, que no ocultan el hecho subyaciente y triste. Una vez más, hay que luchar.

Desde aquí lo mejor que podemos hacer es señalar que vale la pena luchar por la libertad de expresión, por la libertad en general. Que en realidad, luchar para seguir siendo libres es un imperativo moral.

Europa puede ser considerada la responsable de mil cosas malas. Pero también lo es de generar uno de los espacios con mayores umbrales de libertad en toda la historia de la humanidad. Ese es nuestro ADN ético. Y hemos pagado un precio brutal -el mayor que ningún otro continente ha pagado- por sacudirnos de encima los fanatismos totalitaristas.

Albaceas de esa sangre, los periodistas europeos hoy les decimos a los asesinos de Charlie y compañía: en efecto, tenéis razón, vuestro primer enemigo es la libertad de expresión. Y los peores de todos son los que se burlan de vosotros en público. Los que se rien de vuestra grandilocuente miseria con dibujitos.

¿Sabéis por qué? Porque cada vez que alguien estampa vuestra caricatura demuestra que, por más dolor y muerte que ocasionéis, seguís siendo los capullos del barrio. Los tarados, los que confundís miedo con respeto; los que precisáis del temor ajeno para sentiros a gusto en vuestra mierdosa, frustrada y cutre existencia.

No es ya que valga la pena luchar contra capullos así… ¡Es que no hay otro remedio!

Blasfemar es un derecho. Cuestionar creencias, una conquista de la ilustración. Todos somos 'Charlie Hebdo'.

Blasfemar es un derecho. Cuestionar creencias, una conquista de la ilustración. Todos somos ‘Charlie Hebdo’.

Autor: Redacción Cuéllar

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