Continuamos por estas tierras perdidas, en lo que se conoce como La Raya entre España y Portugal. Son zonas de abandono secular que hoy intentan buscar su sitio en el mapa peninsular, tanto a un lado como a otro de la frontera. Estamos en la Sierra de la Estrella que da continuidad en Portugal a la Sierra de Gata, del norte de Cáceres.
En este lado portugués hay buenas carreteras que llevan a cualquiera de estas aldeas históricas. Los pocos turistas que llegamos hasta aquí nos quedamos sorprendidos por lo bien cuidadas que están y por la cantidad de sorpresas que guardan.
Belmonte surgió en torno a su castillo cuando fue tierra de frontera, primero con los musulmanes y después entre el Reino de León y el de Portugal. Luego siguió poblando sus calles con historias y personajes que nos ayudan a entender mejor lo que hemos sido y a lo que somos ahora. El personaje más destacado fue Pedro Alvarez Cabral que en marzo de 1500 se embarcó en el puerto de Lisboa rumbo a la India y por azares del destino terminó descubriendo las costas de Brasil, que pasó a ser dominio portugués, en virtud del Tratado de Tordesillas firmado en 1494 por Casilla y Portugal. Es considerado como el primer Tratado moderno de la historia. Los viajes de Colón habían supuesto una intromisión en el dominio portugués de los viajes por el Atlántico. Quedó definido en el Tratado que pertenecerían a Portugal todas las tierras al oeste de las islas Cabo Verde hasta 370 leguas. Ahí quedaban las costas de Brasil y ése es el motivo de que hoy hablen portugués.
Más historias aún. Entre las viejas casas de piedra del conocido Barrio Judío se mantuvo por siglos el llamado “secreto de Belmonte”. Tras la expulsión de los judíos españoles en 1492 muchos se refugiaron en este pueblo tan apartado, pero tan cercano a la frontera. Poco tiempo estuvieron seguros porque a los cuatro años el rey portugués les obligaba a la conversión o a la expulsión. Muchos permanecieron aquí adoptando las formas cristianas pero manteniendo ocultos sus ritos y sus tradiciones. Era el “secreto”, pasado de generación en generación. Se mantuvo hasta 1960 cuando por primera vez unos padres judíos “salieron del armario” y se negaron a bautizar a su hijo. Acabó el secreto, se hizo la luz y… hoy se puede ver una Sinagoga moderna, un Museo Hebraico y un gran candelabro de siete brazos en una calle del pueblo.
Las pequeñas casas del barrio, hoy deshabitadas e inhabitables, siguen ahí como testimonio de los avatares de la historia que han llegado hasta hoy. Constituyó una comunidad apartada del resto del mundo judío manteniendo antiguos rituales e incluso el antiguo ladino.
Cerca de Belmonte se encuentra otra aldea que cautiva a cualquiera que se pierde por aquí. Es Sortelha. Igualmente muestra orgullosa su castillo en todo lo alto, sus puertas y murallas en muy buen estado y un núcleo de casas de piedra apiñadas y bien rehabilitadas dentro este recinto, aunque la mayor parte de la población resida al otro lado de los muros.
Se mantienen casas señoriales destacadas, como la Cárcel o la Casa del Gobernador, pero es todo el conjunto lo que convierte a Sortelha en un rincón medieval sin disfraces. El pueblo aparece en dos de las obras del Nóbel portugués José Saramago. Habla de la aldea como del lugar donde se para el reloj. En realidad se paró hace mucho tiempo. Lo difícil es saber cómo se pone en marcha.
Su Feria Medieval de cada septiembre se construye en torno a las guerras constantes que en el siglo XIV mantuvieron con el Reino de Castilla. Nosotros somos los malos en esta película.
Llegando a la frontera se encuentra Castelo Mendo. Muchas veces he ido y he pasado por la frontera de Fuentes de Oñoro pero nunca sabía de la existencia de este pueblo histórico tan bien conservado. No queda mucho de su castillo pero sus murallas se mantienen casi intactas, junto a las casas tradicionales con el granito como protagonista. Sigue siendo un pueblo de frontera, que debía mostrar su fortaleza ante los temidos vecinos castellanos, siempre envueltos en guerras civiles dinásticas que terminaban arrastrando a Portugal.
Hoy es un pueblo con apenas 80 habitantes que mantienen con gran dignidad sus calles, puertas y murallas. Una amable señora me dejó probar alguno de sus licores en maceración después de comprarle un oloroso queso de cabra. El licor de madroños era insuperable. Tiene mucha fama en Portugal pero es muy difícil de encontrar…y muy caro.
Poco a poco estamos acabando con la antigua expresión de “Portugal tan cerca…y tan lejos”. Cada viaje por estas tierras me recuerda siempre lo mucho que nos queda por aprender para mantener nuestro patrimonio. No se puede restaurar todo, está claro, pero solo pediría que no tiremos el dinero en pistas de esquí en el páramo de Tordesillas o en la pomposa Ciudad del Medio Ambiente en Soria. El problema es que esos graves errores y pufos económicos nunca tienen costes políticos. Seguro que con Pedro el Cruel esto no pasaba……por eso lo llamaban también El Justiciero.
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