Ahora voy siguiendo el valle del Jiloca. Es otoño y es un festival de fruta y frutos. Por fin se ve alegría, movimiento, economía en esta España vacía. Enseguida dejo Zaragoza y entro en la provincia de Teruel.
San Martín del Río, Burbáguena, Luco de Jiloca…hasta Calamocha, que me parece una gran ciudad, donde me ofrecen visitar el Museo del Jamón pero prefiero visitar el mundo real en los bares.
Por todas parte sigo escuchando hablar árabe, cada vez más. Igual en los pueblos grandes que continúo visitando.
En el Poyo del Cid se asentó con sus huestes y continuó recabando parias, tributos, para mantener a la tropa que no paraba de crecer. Estaba en tierras extrañas pero su espada marcaba enseguida quién era el señor. La fuerza militar, como siempre, identifica al señor.
Aparecen los páramos pelados y las alturas por encima de los mil metros. Los pueblos son más impersonales, porque no conservaron sus castillos o viejas iglesias. Me desvío a un pueblo, Castellar de la Muela, donde anuncian una ermita románica. Llego al pueblo, busco, doy voces, pero no hay nadie a quien preguntar el camino de la ermita.
Veo murallas en Pozuelo del Campo…y ya no hay más alegrías hasta Molina de Aragón. Agradable sorpresa por su castillo, sus murallas, sus calles y sus muchos nuevos vecinos hablando árabe. Vuelven a casa. Pienso. Se marcharon al Magreb hace 800 años y vuelven ahora a la vieja Al Andalus. Ni los tiempos ni los corazones son los mismos. Pero no sabemos cómo serán en el futuro.
Pienso que algo estamos haciendo mal cuando nuestros pueblos se vacían de los más jóvenes y se van llenando con gentes llegadas de otros países más necesitados. La economía expulsa a nuestros hijos y recibe con mirada agridulce o resabiada a los nuevos pobladores. Esta es la nueva Europa. Nos guste o no. La historia no es cosa de gustos. Es cosa de hechos reales.
A lo lejos aparecen las murallas y el castillo de Molina. Sobre Molina de Aragón ya me avisa el Cantar que también era tributaria del Cid:
Puso tributo a Daroca antes,
Luego a Molina, que está por la otra parte,
La tercera a Teruel que está más adelante.
El musulman Avengalbón era el señor de Molina y de él dice El Cantar que “ es buen amigo y de paz”. Protegió al Cid y aquí descansaron sus caballeros o su mujer e hijas cundo iban o volvían de Valencia. Era un lugar independiente que se inclinaba hacia la Valencia mora o hacia la Toledo cristiana, según conveniencias. De esta época conserva Molina su castillo-alcazaba, sus extensas murallas urbanas y diferentes torres defensivas con las que impresiona al viajero cuando la divisa en la lejanía.
Da gusto pasear por estas calles estrechas e intrincadas con casas cuidadas. Conserva bastante bien su judería, aunque hoy es más fácil encontrar musulmanes en las calles de al lado. Tiene fama de un lugar frío y áspero, pero a todos los magrebíes que veo por aquí parece que eso no los asusta mucho. Ejerce de capital comarcal y es el núcleo habitado más grande en muchos kilómetros a la redonda.
Cuando dejo Molina me introduzco por el cañón que va trazando el río Gallo en el paraje natural conocido como “Alto Tajo”. Corzos y perdices andando por la carretera me aseguran que voy hacia un rincón poco frecuentado y que esconde bellezas para quien se acerca por aquí. A la entrada del Cañón me recibe la ermita gótico-renacentista de la Virgen de la Hoz. Es un apelativo repetido, pero cada virgen rural se reconocía como única en el mundo. Aunque promocionan recorridos senderistas y cicloturistas no me encuentro con nadie. Solo me saludan los corzos. Voy recorriendo toda la hoz del río Gallo. Es otoño y luce con todo su colorido. Poco a poco, por la falta de coches me doy cuenta de que me adentro en una zona sin apenas población. Cuando remonto el valle para seguir El Camino llego a Escalera y Fuembellida que son otros dos pueblos donde no hay nadie. Están perfectos, pero sin nadie.
Viene bien recordar cómo veía esta tierra el autor del Cantar:
“Con lanzas y con espadas hemos de resistir
Si no en esta dura tierra no podríamos vivir…
…Y el Campeador quedó allí con sumesnada.
La tierra es dura y sobradamente mala;
Todos los días a Mio Cid vigilaban
Los moros de las fronteras y esa otra gente extraña.”
Me encuentro con una “Casa Fuerte” al lado de la solitaria carretera. Es una construcción fortificada, de los siglos XII-XV, pero totalmente abandonada. Tiene una portada de arco gótico almenada. Se acerca el guardián de la finca. Me dice que está en venta, si me gusta. Es una pena que la hayan dejado llegar a este estado. Aquí lo dejo si a alguno le interesan estas piedras con historia en Vega de Arias.
Andando en solitario por estos pueblos es fácil dejar correr el pensamiento sobre qué será de esta España rural en el próximo futuro, qué papel puede tener este mundo rural en la España del Siglo XXI. Ha sido olvidado, se le ha vaciado de población y de recursos durante el XX y ahora nadie quiere volver la mirada haci aquí. Ni hay población, ni votos, ni riquezas rápidas. Solo páramos celtíberos desolados. Historia pasada.
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