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Visita al gran museo de Egipto

  • Diálogos de Jesús Eloy

Hubo un tiempo, al final de la última glaciación, en que el Sáhara era verde, con animales de sabana y habitado por diferentes culturas que dejaron sus pinturas en las paredes rocosas. El clima se fue volviendo más seco y los hombres fueron buscando los lugares con agua.

Los más aptos para vivir fueron el delta y las riberas del Nilo. Aquí se instalaron con sus saberes, su organización social y sus dioses, sentando las bases de la civilización egipcia. Siempre se mantuvieron en contacto con otros pueblos más allá del mar y también con los sumerios, otra cultura que amanecía. A pesar de esa herencia nos parece que los egipcios surgieron por un milagro de la naturaleza o del Nilo, con un nivel cultural tan alto que nunca se ha hallado explicación.

Entre las paredes de este museo se encuentran los testimonios de su evolución social y artística a lo largo de tres mil años. Casi nada… Como todo en El Cairo, también el Museo es una locura. Coincidimos con varios grupos escolares que alegran las grises y aburridas salas. Nos saludan y nos preguntan, como practicando su última clase de inglés. Continúan con fotos y selfies. Hay multitudes de gentes por cada rincón. Tenemos una guía con el contenido de cada sala, pero parece que han sido numeradas con el bombo de un bingo.

Al final nos dejamos llevar … y que nos saluden las reinas y los faraones, según pasamos. Llegamos a la sala de Akhenatón, el faraón más peculiar de la historia, no solo conocido por casarse con la bella Nefertiti. Gobernó como un rey místico y poeta que pretendió cambiar el rumbo de la religión en su país. Fue el primero en la historia humana en proponer la adoración de un solo dios ¡En el siglo XIV a. C.!

Era algo más que un tema religioso. Quiso descabalgar a los poderosos sacerdotes del dios Amón, en Tebas, que en realidad eran quienes controlaban el país. Abandonó el afán guerrero de sus predecesores y construyó una nueva ciudad más al norte, con sus palacios y sus templos al dios único, el dios solar Atón. Su revolución duró apenas quince años. Con la oposición del ejército y los sacerdotes era difícil que perdurara. Tampoco los súbditos estaban dispuestos a abandonar a tantos dioses, grandes y pequeños, que los protegían en todas sus cuitas diarias.

Akhenatón predicó el monoteísmo que luego trajeron los judíos y las otras religiones surgidas en los desiertos de oriente. En comparación con otros sistemas religiosos, dice el historiador judío Juval Harari, que el monoteísmo fue una de las peores ideas de la humanidad. Las consecuencias están escritas en la historia. Akhenatón sin embargo puede ser reconocido como el primer profeta de las religiones que vendrían. Los versos de su Canto al dios único se consideran inspiradores del Salmo 110 de la Biblia: “Voy a respirar el dulce aliento de tu boca/ Voy a contemplar cada día tu hermosura/ Dame tus manos cargadas de tu espíritu/ para que yo te reciba y viva en él…”Sigue siendo una oración plena de contenido para un creyente actual.

También cambió el concepto del arte egipcio. Se hizo más natural y cercano a los hombres. El faraón aparece jugando con sus hijas o en actitudes tiernas con Nefertiti. Cuando desapareció, volvieron las estatuas hieráticas y uniformes. Luego visitamos las salas de ese pequeño faraón, sin relevancia histórica, que hoy ya ha alcanzado la inmortalidad en nuestro mundo. Tutankhamon extiende sus oros, piedras, sarcófagos y ajuares por varias salas que nos muestran a todos un pequeño apunte de lo que debió atesorar aquel gran Imperio.

En el Nuevo Museo se expondrán los 4000 objetos hallados en su tumba. Estará abierto el año próximo. Ahora parece que aquí todos están de traslado. Por los pasillos hay cajas embaladas, estatuas empaquetadas, muchas vitrinas vacías, expertos moviendo objetos valiosos…todo contribuye a engrandecer el desastre de este museo en liquidación. En medio del caos hay pequeños grupos de estudiantes de arte dibujando copias pacíficamente, como si nada les perturbara.

Después de consumir tanta información sobre Egipto ahora en el Museo cada pieza recobra interés. Más allá de las faraónicas estatuas aparecen las pequeñas esculturas de la vida cotidiana que acompañaban al faraón para servirle en el más allá: pescadores, panaderos, lavanderas, pisadores de una…todo es un gran libro abierto sobre la vida de los currantes egipcios. Hay arados y aperos de labranza que parecen casi actuales, herramientas de carpintería, útiles de medicina…son las pequeñas joyas de un museo total.

Hay dos lugares que no permiten las fotos, la sala de Tutankamon y la Sala de las Momias. Más que por seguridad, supongo que simplemente será para que la gente no maree con el coñazo de los selfies. La máscara de los diez kilos de oro del faraón niño ya es muy conocida y apenas sorprende. Pero las momias son otra cosa. Están todos los grandes faraones de la XVIII dinastía, los Seti, Tutmosis varios y Ramsés II, muy viejecito, como la reina Hashepsut, que además cuentan que era obesa. ¡Cuánta admiración yo la tenía! La mayor parte de las momias están muy bien. Murieron jóvenes y están muy guapos y perfectos, además de morenazos.

Lo que más me ha impresionado es que eran unos mocetones de más de 1,80 de altura. Debían de avasallar a cualquiera en su tiempo. Nada comparable a nuestros reyes de la Edad Media, que andaban por el 1,60, con la excepción de Sancho el Fuerte de Navarra que pasaba de los 2,20. Después de ver tantas cosas ya no me da pena que Nefertiti esté en Berlín. Continúa la discusión internacional sobre la vuelta de las obras de arte a sus países de origen. Yo creo que el gobierno egipcio lo percibe como una publicidad, muy efectiva y barata, que le trae miles de visitantes de Alemania, Italia, Francia…Al fin y al cabo las obras pertenecen a toda la humanidad.

Durante todo el siglo XIX Egipto fue expoliado sin piedad. Comenzó Napoleón en 1798 y en los siguientes 100 años se repartieron tumbas, obeliscos, dioses y faraones por los museos y plazas de medio mundo. El italiano Belzoni es el más conocido de los arqueólogos-saqueadores. Trabajaba por encargo y era capaz de desmontar cualquier obra y ponerla en el puerto de Alejandría para los buenos pagadores. Hasta el siglo XX no llegaron arqueólogos serios que comenzaron a recoger las piezas en El Cairo, dando origen al actual Museo.

En el lado positivo hay que pensar que este expolio favoreció la conservación, siempre que los encargos los hacían los gobiernos. El resto de los dioses robados dormitarán en aburridos salones de aristócratas decadentes. También allí serán inmortales.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

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