Los informativos, los Facebooks, los Twiter, los diarios…todos nos martillean cada día con las últimas ocurrencias de nuestros políticos. Suelen ser insultos, descalificaciones, mentiras a medias o mentiras completas, frases de niño pijo maleducado o chistes de humor zafio que solo aplauden los del coro de adeptos. Así son nuestros políticos. Nosotros, la gente de a pie, los sufrimos, los soportamos y pensamos “¿qué he hecho yo para merecer esto?”. Esta precampaña y la campaña que viene están acabando con la poca confianza y crédito que otorgábamos a nuestros futuros representantes.
Desde la calle todos sabemos muy bien cuáles son nuestros problemas reales. Pero parece que esos temas no les interesan nada. Quieren convencernos de que nuestras mayores preocupaciones deben ser el tamaño, el color y la colocación de las banderas o de los lazos, la defensa de las sacrosantas tradiciones como los toros o las procesiones, la ley del aborto, el rimbombante amor a la patria o el derecho a pegar tiros. Nos asustan con la amenaza de la nueva invasión de los musulmanes, con el desastre económico por los impuestos del estado de bienestar que tanto desaniman a nuestros empresarios patriotas o con el Armagedón de la ruptura de España.
Por otro lado, los políticos de la izquierda se ajustan al guión que les han trazado desde la acera de enfrente. Se limitan a negar, a desmentir o a aclarar…pero ¿dónde están sus iniciativas y sus temas?. La llegada de Vox a la escena política ha sido como la implantación de un cáncer. Va extendiendo sus focos de atención contaminados como una metástasis y todos los esfuerzos y energías se dedican ahora a contrarrestar ese avance, mientras se olvidan las atenciones y las preocupaciones por el resto. Continúa marcando el foco de la campaña, los modos, temas y vocabulario.
Ya sé que no son tiempos para largas discusiones, explicaciones o razonamientos. Ya se sabe que quien quiera ganar debe condensar su programa en un buen twit, a ser posible provocador u ofensivo. El gran ejemplo para todos sigue siendo Trump. Solo funcionan las frases ingeniosas, los eslóganes simples o las propuestas muy cortitas, dirigidas a mentes igualmente cortas que no tienen tiempo de razonar, entre pantalla y pantalla, entre Instagram y Facebook, entre Youtube y Netflix, entre un partido y una serie. ¿Quién tiene tiempo para escuchar una exposición razonada sobre la necesidad de pagar impuestos en un estado del bienestar? Es mejor repetir, como un mantra, que hay que bajar impuestos, que beneficia a todos y que donde mejor está el dinero es en el bolsillo de los españoles (de los ricos, claro). Y ahí se acaba la discusión.
Pero en la calle todavía queda gente que quiere que le expliquen cómo piensan hacer frente a nuestros problemas. Parece que ya es un tema gastado hablar del paro, de jóvenes o mayores, y de la precarización salvaje de los nuevos empleos. Han dado por superada la crisis con una desigualdad insultante, donde el 10% más rico ha visto crecer sus rentas, mientras el otro 90% ha visto cómo han disminuido sus ingresos, derechos y posibilidades. Nadie se preocupa de cómo hacer pagar a los grandes defraudadores, que no son otros que los grandes bancos junto a los Apple, Facebook, Amazon, Google y Microsoft. Ellos, junto con los Uber, Cabify, Deliveroo…son los que están destruyendo nuestros empleos, nuestros derechos y precarizando nuestro futuro. No son los inmigrantes. Ellos son los que causan la falta de recursos en Sanidad, Educación y Seguridad Social. No son los inmigrantes. ¿Nadie está interesado en debates de este tipo?
La sanidad puede seguir deteriorándose y con ello dar pie a justificar a su privatización. Igual está sucediendo con la Educación. Cuanto más se deteriora la enseñanza pública, por falta de recursos, más crece la privada, que encima la pagamos todos. Por esta y otras razones ¿no es hora de de denunciar el Concordato con el Estado del Vaticano?. Pasó el tiempo de conceder tantos privilegios a la Iglesia Católica, financiando, subvencionando o promoviendo sus actividades en un estado que debe ser laico. Tampoco aparecerá este tema en la campaña.
Igualmente hay otros problemas que ensombrecen nuestras vidas, que se mantendrán a largo plazo, pero que no caben en las frases y las mentes cortas de nuestros políticos. Me refiero, por ejemplo, al problema central de las próximas décadas, el Calentamiento Global. ¿No merece un debate serio? Estamos en un país que tendrá graves problemas con el agua, que se está desertizando, que está esquilmando los recursos pesqueros, que tiene ciudades con preocupantes niveles de contaminación…”Como es un tema de difícil solución, que implica limitaciones, restricciones y recortes… mejor no meterlo en campaña, porque puede darnos problemas”. Así deben pensar.
Pero por las calles circulan otras cuestiones más acuciantes que tampoco ocupan mucho espacio en los sermones políticos de cada fin de semana. Hay muchos jóvenes en el extranjero, bien preparados que desearían regresar y trabajar en España. Hay otros muchos jóvenes que pagan alquileres disparados por disponer de un minúsculo habitáculo en la ciudad donde estudian o trabajan. Tampoco se oye en los sermones de los fines de semana.
¿Y si hablamos de la España vaciada? Por fin ha conseguido visibilidad. Se ha despertado un cierto interés porque se ponen en juego escaños muy decisivos. Pero tampoco aparecen propuestas serias para una nueva “repoblación”, que es lo que ahora ya se necesita.
Pero en fin, la gente de a pie continuaremos discutiendo nuestros verdaderos problemas en la barra del bar, (siempre que el de enfrente no saque el móvil). Ya sabemos que ahora las campañas políticas se conciben como espectáculo más que como información, e incluso como desinformación, que es lo que tanto favorecen las redes sociales. Entonces, basta de banderas, lazos, armas, abortos fantasmales, odio al inmigrante o a los catalanes…y vamos al grano.
7 abril, 2019
Artículo muy acertado