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«China girls» en medio de la selva

Mol Pao es nuestro guía durante estos cuatro días en la ciudad de Siem Reap, para visitar los templos de Angkor. A veces, entre templo y templo, nos comenta algunas cosas sobre su vida. Habla español bastante bien. Lo aprendió con un monje, que aquí siguen siendo los depositarios de la cultura, como en nuestros monasterios medievales. Se ganaba la vida como conductor de Tuc-Tuc, manejando un buen inglés. Luego se lanzó a aprender español estimulado por el número de españoles que veía. Cuando su español fue bueno estudió para guía de Angkor, tirando otra vez de su férrea voluntad por aprender.

El último día nos lleva a un viaje de 80 kilómetros para hacer dos visitas espectaculares, en medio de la selva, entre cabañas de los campesinos más pobres de Camboya. Llegamos al templo de Beng Mealea totalmente engullido por la selva. Fue construido en estilo clásico angkoriano. Hoy la gran torre central es una montaña de piedras, que parece que algún genio gigante se ha entretenido en amontonar. Accedemos al templo por una ventana, pasamos por encima de piedras acumuladas y encontramos alguna pasarela que fue construida para rodar una película. Esa es toda la infraestructura turística. Contemplamos en vivo el proceso de la naturaleza para convertir en ruina una maravilla de la cultura humana. Las raíces van abrazando las piedras, hasta moverlas, desencajarlas y hacerlas caer. El proceso continúa. Aquí no se ha tocado nada. La Naturaleza continúa ganando a los dioses la batalla del tiempo.

El lugar hace que nos sintamos exploradores, arqueólogos, aventureros y héroes de leyendas de dioses y tumbas. Disfrutamos mucho más en este templo que en el maravilloso Angkor Wat. El hombre es un animal imaginativo y es la imagianción, en mayor medida que la realidad, la que nos proporciona los mayores placeres. Dejamos volar nuestra imaginación entre las raíces retorcidas, las piedras ahogadas, las paredes caídas y la gloria imaginada de una vida libre y salvaje en medio de la selva. Por este motivo las ruinas cautivaban tanto a los viajeros románticos.

Entre los escasos visitantes aparecen unas «modelos» chinas que se prestan a posar y a hacer más encantado aún este lugar. Esta zona ha estado prohibida hasta hace pocos años por la presencia de minas. También se han destapado por aquí algunas fosas comunes. Mol Pao nos cuenta que él nació en 1973, poco antes de la llegada de los Jemeres Rojos. De su niñez recuerda solo el hambre, la separación de su padre por las autoridades y la muerte de su madre unos años después por las penalidades pasadas en tiempo del genocidio. Para ir a la escuela tenía que levantarse a las cuatro de la mañana. Tuvo que marcharse un tiempo a Talilandia para sobrevivir y ser explotado como niño extranjero. Su historia es una lucha constante por la supervivencia. Hoy está aquí con nosotros, como guía titulado y trabajador autónomo, con dos idiomas extranjeros y ganas de agradar a todo el mundo, pidiendo perdón si en algún momento piensa que no está a la altura esperada.

Luego nos lleva a ver un puente de piedra de la misma época del templo, del siglo XII. Es una estructura impresionante, pensada para que pasara sobre él todo un ejército de elefantes. Aquí se aprecia perfectamente lo que ya he comentado sobre la ingeniosa solución técnica de unos arquitectos que no conocían el arco. A nosotros, como buenos segovianos, nos parece un acueducto muy primitivo. Había un grupo de niños bañándose sin preocupaciónes, con sus ropas y su alegría. Nos han regalado unas fotos de la Camboya más auténtica y nosotros les hemos correspondido con algún pequeño regalo. Un abrazo Pao. Si cada camboyano pone la mitad del esfuerzo que tú pones, no dudamos de que tu país saldrá adelante. Sabes que tienes siete puertas abiertas en España.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

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