Carta a Putin. II Parte
Te comento, amigo Vladimiro, que en esta tierra nuestra por todas partes contemplamos piedras y paredes, testigos de los tiempos pasados, tanto de las gestas gloriosas como de los desastres históricos. Las construcciones más significativas de esa historia son los castillos y murallas. Son la manifestación más clara del ejercicio del poder a lo largo de los siglos.
Vivo en un lugar de Castilla que conserva un perímetro amurallado de casi dos kilómetros. También conservamos un gran castillo, levantado a lo largo de varios siglos e innumerables puertas y estructuras defensivas que convertían en una fortaleza a toda la población. Todo está construido en piedra. Siempre pienso en el gran esfuerzo que tuvo que suponer todo este sistema defensivo para una población medieval de apenas dos mil habitantes. Concentraron ahí, durante siglos, todos los recursos laborales, económicos, los objetivos sociales y sobre todo millones de horas de trabajo que podrían haberse empleado en labores más creativas y humanizadoras.
La guerra, todas las guerras, han marcado el curso de la historia. En este sentido comprenderás, querido Vladimiro, que seguimos al nivel de Altamira. Quizás peor. Sí, indudablemente peor. Entonces las guerras se harían en épocas de penuria para luchar por los escasos recursos, los territorios de caza y los diferentes abastecimientos. Luego los señores empezaron a guerrear para ampliar sus territorios de dominio, su poder y su gloria. Así ha ocurrido desde Darío hasta George Bush, pasando por Alejandros, Atilas, Felipes y Napoleones…Ninguno luchó para mejorar la vida y el bienestar de sus ciudadanos. Más bien, la mayoría de esos ciudadanos padecieron las desgracias de las guerras. Solo una minoría se beneficiaba de las supuestas riquezas conseguidas.
Sin embargo en esos empeños se empleaban todos los recursos que generaba una población trabajadora. Cuando todavía contemplo hoy los amurallados castros celtíberos de hace 2500 años, las espectaculares murallas de los castros vetones de Ulaca o de Yecla, no puedo por menos que pensar en la magnitud del esfuerzo, de las energías, los recursos y los millones de horas de trabajo ahí concentradas, !en plena Edad del Hierro!. ¿Para qué? ¿Para defender el acceso a unas bellotas y unos jabalíes en inmensos territorios despoblados? Simplemente el ansia del poder lo explica todo. Sus caudillos guerreros necesitaban ampliar sus territorios para sentirse más grandes que el vecino. Siguiendo ese camino pronto llegaron las religiones para afianzar, justificar y glorificar las ambiciones sangrientas de los poderosos.
Querido Vladimiro, gobiernas un gran país que además es inmensamente rico, con un futuro prometedor, si sus recursos se explotaran y repartieran adecuadamente. Hoy nadie te amenaza, nadie va a robar tus riquezas. Te envuelven tus propios fantasmas, como a todo gobernante autoritario. Bien conocemos esas situaciones por estos lares.
Si echas una ojeada al mundo puedes encontrar un buen número de países que sufren la llamada “maldición del petróleo”. Son países muy ricos pero completamente corruptos, con regímenes autoritarios, graves desigualdades económicas y sociales que provocan una constante inestabilidad política. Desde Arabia Saudí a Venezuela, cumplen ese modelo, hasta llegar a Guinea Ecuatorial, el último en sumarse a la siniestra lista. ¿Te seduce ese modelo?
Sin embargo hay algunos países que con sus inmensos recursos han elegido otro modelo. Ahí tienes a Australia o Noruega, por ejemplo. Son países con pocos desequilibrios sociales, reparto equitativo de la riqueza, regímenes democráticos estables y con niveles de calidad de vida envidiados por casi todos.
Ya te digo que yo soy un ibero iluso que simplemente trata de entender algo del devenir de la historia. No todos los países han evolucionado igual, ni todo depende del azar histórico. Los gobernantes sois los grandes responsables de ese devenir histórico, de la mayoría de las grandes catástrofes y desastres que han sufrido los diferentes pueblos. Os aupáis al caballo de la guerra y azuzáis al resto de los jinetes del Apocalipsis, el hambre, la muerte…
Te aseguro, Vladimiro, que hoy nadie quiere atacar ni invadir tu país. Pasó el tiempo de los locos como Napoleón o Hitler. Hoy la paz de tu país depende exclusivamente de sus gobernantes. Podéis tener un país que disfrute de sus inmensas riquezas, con una sociedad cada vez menos desigual, con estabilidad social y con gente más tranquila que no necesite pegarle al vodka para ir navegando en el día a día. Podéis mejorar la esperanza de vida de los hombres, que anda por los 68 años, mientras en la vieja Castilla estamos en los 80, con menos recursos, menos gas y menos oro que Rusia.
Hace dos mil quinientos años los filósofos griegos ya escribían que el objetivo de los gobernantes debe de ser el de mejorar la vida de sus ciudadanos. No hablaban de guerras, ni de conquistas. Tampoco sus gobernantes les hicieron mucho caso.
Cada mañana deberías echar una mirada a una de esas increíbles fotos que nos envían los astronautas en que se ve la azul esfera terrestre navegando maravillosa por el espacio infinito. Todos viajamos en la misma nave. Todos somos ciudadanos de ese mundo. Luego escucha simplemente 30 segundos de la Novena, que habla de fraternidad. Otro iluso ese Beethoven…Nada más, Vladimiro. Si un día vienes por España dame un toque y tomamos unas cañas en alguno de estos bares en cuyas barras arreglamos el mundo cada tarde. Recibe un saludo afectuoso de un ibero iluso.
6 febrero, 2022
Aplausos.
Un abrazo amigo
7 marzo, 2022
Solo me queda felicitarte por tu sentido común y filantropía.