Carta a Putin de un ibero iluso (1ª parte)
Querido Vladimiro:
Me alegraré que al recibo de ésta te encuentres bien, yo muy bien g.a D.
Me he decidido a escribirte porque últimamente estamos en el pueblo con cierta preocupación, debida a que te vemos cada día más alterado, con actuaciones que no barruntan nada bueno y que pueden alterar seriamente la paz y la convivencia, tanto en la vieja Europa como en la vieja Rusia.
Gobiernas el país más extenso del planeta, muy rico en recursos, aunque con escasa población. Tiempo atrás se extendió y se organizó como un gran imperio, dominando muchas y variadas culturas y gentes, naciones y lenguas, formando un totum revolutum difícil de gestionar en buena armonía.
Nuestra propia historia nos ha dado buenas lecciones sobre las consecuencias de dominar un extenso imperio. Nuestros gobernantes decían que en las tierras del rey de las Españas no se ponía el sol. Conquistamos ricos reinos en oro, plata y otros codiciados productos. Pero ¿qué ganaron los ciudadanos de Castilla, los buenos pecheros, que eran quienes sostuvieron ese gran poderío? Castilla se empobreció, perdió la riqueza de sus lanas y ganados, perdió a sus hombres, que emigraban sin descanso, perdió sus industrias y perdió en bienestar porque las guerras nunca cesaron durante los siglos del viejo imperio. Siempre había algo que defender o algo nuevo que conquistar. ¿Para qué? ¿Para quién?
Tu país es inmensamente rico en recursos minerales, pero el nivel de vida de sus 144 millones de habitantes está bastante por debajo de la media europea. Vuestra tierra es mucho más rica que la vieja Europa. ¿Por qué hay esta diferencia tan grande en la renta per capita?
Aunque la vieja Europa goza de unas formas de vida bastante aceptables, de unas coberturas sociales altas y de unas economías poderosas, hoy no es, sin embargo, una potencia mundial en el terreno militar, ni geoestratégico. Pasó el tiempo de los imperios y algunas lecciones hemos aprendido. Los imperios conllevan unos terribles gastos militares que nunca retornan en mejoras para la población. Hoy podemos ver que las calles de las grandes ciudades del imperio de nuestro tiempo, Estados Unidos, están llenas de pobres, de gentes sin ningún amparo, ni cobertura social. Las grandes desigualdades se han acrecentado hasta convertir el país en una plutocracia (gobierno de los ricos), más parecida al imperio romano con su clase patricia que a una democracia europea.
En los tiempos del gran Imperio Británico las ciudades inglesas, con Londres a la cabeza, eran lugares de trabajadores malnutridos, pobres y explotados, manchadas de trabajo infantil y de leyes que apoyaban la violencia de policías, iglesias, padres y maridos. Dickens lo dejó bien dibujado. ¿Quién se enriquecía entonces con la boyante economía imperial?
Aquella URSS, que parece que tú añoras, era una sociedad de pobres que sostenía un gran monstruo militar para infundir miedo y ganarse el respeto, a costa del sacrificio del nivel de vida de la mayoría de sus habitantes.
Aunque los europeos hemos dejado de creer en imperios y hemos controlado los gastos militares, después de las lecciones de la II Guerra Mundial, tus movimientos militares de los últimos años en Ucrania han empujado a la mayoría de los países al crecimiento de los presupuestos militares. Aún así nuestro gasto militar está muy lejos del que manejáis las grandes potencias.
Los USA dedican a los juguetes de guerra el 3,7% de su PIB, la increíble cifra de más de 778.000 millones de dólares. China le sigue con 252.000 millones, que representan el 1,7 % del bárbaro PIB de un país de 1300 millones de habitantes. En tu país dedicáis el 4,3 % del PIB para mantener ese puesto de terror que heredasteis de la vieja URSS. En España, por ejemplo, estamos en el 1,4% del PIB y nos parece ya demasiado.
¿Qué hace una sociedad como la rusa, con tantas necesidades, dedicando esa inmensidad de millones para “defenderse de supuestos ataques”? Bien sabes que nadie va a atacar a tu país. Y bien sabes que tu seguridad solo puede descansar sobre la satisfacción de la población con sus gobernantes. Aunque sois un país muy rico, nadie en Occidente envidia el modo de vida ruso. Tampoco las crecientes olas de inmigración por motivos climáticos, de guerra o económicos, se dirigen a Rusia buscando un futuro mejor. No existe un “Russian way of life” que sea seductor, no disponéis de un “soft power”, que venda bien vuestra cultura, costumbres o nivel de vida. Solo disponéis de un inmenso poderío militar. Según el viejo argumento, ya que no sois amados, buscáis al menos, el ser temidos. Pero ¿a qué precio?
¿Por qué no dedicas todos tus esfuerzos y los grandes recursos de tu país a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos rusos? Que todos tengan a su alcance una buena alimentación, educación y sanidad de calidad e igual para todos, viviendas calentitas y confortables, trabajo para todos y condiciones laborales justas, coberturas sociales, pensiones dignas, un ocio creativo a la altura de los grandes artistas que Rusia ha dado a la humanidad… ¿Por qué no? ¿Qué tiene el poder que ciega y no permite ver las necesidades de la gente?.
5 febrero, 2022
Excelente disertacion que comparto.
Un abrazo amigo
5 febrero, 2022
En resumen,todos los problemas por los que Rusia no es un país atractivo para vivir a pesar de todos los recursos y oportunidades que podría tener tiene un nombre:
COMUNISMO.
5 febrero, 2022
En casi todo lo que cuenta el señor Eloy de Putin, estoy de acuerdo.
En lo que pongo alguna pega es en que por culpa de gastar mucho dinero en armamento las grandes ciudades de Estado Unidos están llenas de pobres. Estos pobres son inmigrantes que han llegado desde otros países donde no tienen ni para comer. Por algo será que eligen ese destino y no otro.
Estado Unidos tiene un paro del 4%.
Espero que no borren este comentario, como todos los que hago. Gracias,