Cada día ocupan más espacio en los medios de información las personas, fundaciones, oenegés y asociaciones que se dedican a hacer caridad por el mundo. Quienes más llaman la atención son los grandes supermillonarios, apodados filántropos, o bien actores, deportistas y …forrados en general, que recorren el mundo repartiendo millones con fundaciones altruistas, labrándose una imagen de benefactores de la humanidad.
En principio, siempre he pensado que donde se ejerce mucho la caridad… es porque falta mucha justicia. Nada que objetar a nivel personal a los hermanos Gasol, por ejemplo, recorriendo África en verano con la fundación que colaboran. En cambio, otros famosos, cantantes o deportistas, se dedican a obras de caridad mientras fijan su residencia en Suiza o en Mónaco para pagar menos impuestos. Esos impuestos, que nos roban a todos, representan la justicia con la que tienen que colaborar en su país para que otros puedan tener sanidad, educación y coberturas sociales. Parece que pagar impuestos no les mejora la imagen pública tanto como colaborar con una mediática oenegé.
Dicen que es muy común en Estados Unidos que los muy ricos reviertan a la sociedad una parte de sus inmensas ganancias, como agradecimiento por lo que han recibido. En Europa a eso lo llamamos IRPF. Si los impuestos directos fueran más progresivos y las sociedades financieras más transparentes la riqueza estaría mejor repartida, la sociedad sería más igualitaria, se extendería la igualdad de oportunidades y mejorarían sanidad y educación. Los países nórdicos, donde los impuestos directos son más altos, tienen menor desigualdad social y, por tanto, gozan de una mayor estabilidad social que redunda en crecimiento económico-social para todos, con menor nivel de delincuencia y de exclusión social. La Europa del Sur y los Estados Unidos vamos por el camino opuesto.
Los prohombres del negocio informático, Bill Gates (Microsoft), Mark Zuckerberg (Facebook), Jeff Bezos (Amazon), los supermillonarios George Soros, Warren Buffet, Michael Bloomberg, los dueños de Apple, Wal-Mart… todos se esfuerzan por salir en la prensa con sus fundaciones, sus donaciones diversas, sus obras de caridad …para labrarse una imagen de humanidad que nunca han tenido, porque son y han sido puros y duros hombres de negocios, con la única aspiración en la vida de ganar más dinero que el vecino.
Pensemos en el superrico más cercano: Amancio Ortega dispone de una fortuna de más de 60.000 millones de euros. No la heredó, es un hombre hecho a sí mismo …y no es americano. Como persona es admirable y ejemplar. Pero hay que pensar que si un hombre, a lo largo de su vida, puede amontonar 60.000 millones de euros es que algo funciona mal en este mundo. Cuando uno dispone de ese gran pedazo de la tarta de la riqueza general implica que hay otros muchos que apenas tienen nada. Esa riqueza representa el esfuerzo de miles de personas, mujeres mayormente, que en Galicia, Marruecos, China, Bangla Desh… están dejando su vida entera junto a una máquina de coser, de cortar o de teñir por una miseria de salario, que permite que año tras año, todo legalmente, aumente la fortuna de Amancio Ortega. Algo funciona mal…
Cuando estos supermillonarios ven los telediarios deben sentirse algo incómodos y piensan en hacer fundaciones, antes que en promover salarios justos que repartan la riqueza allá donde se crea. Eso es justicia. Lo otro es caridad. Y la caridad termina siempre siendo degradante y ofensiva, cuando no se buscan medidas de justicia social. El mayor ejemplo son las diferentes confesiones religiosas que no son precisamente conocidas por promover la justicia, sino la caridad. A Juan Pablo II le interesaba mucho más la caritativa Madre Teresa que el arzobispo Romero o los jesuitas asesinados en El Salvador, por reclamar una sociedad más justa. Ellos no eran mártires, pero Teresa sí que era una santa, porque había instalado un buen “moridero” en Calcuta. Cuando le llegó el premio Nobel y dispuso de grandes cantidades de dinero no podía ni siquiera hacer hospitales, porque no era “su tarea…” solo se limitaba a recoger a gente de la calle para que murieran en paz con dios. Ahí acababa su ayuda.
Algo funciona mal cuando tanta gente, millonarios, oenegés, religiosos, agnósticos… están empeñados en seguir haciendo caridad y pasan por alto reclamar una sociedad más justa. Pensar que, por ejemplo, la investigación contra el cáncer se tenga que financiar con caridad, me parece sencillamente vergonzoso. Así, conseguiremos un mundo con dos tipos de humanoides, los que hacen caridad y los que la reciben.
Desde el Mar de Pinares: Jesús Eloy García Polo
8 abril, 2016
Muy interesante y bien escrito. Gracias