Unos cuantos días después de las Elecciones continúan en las redes y en la vida real los cabreos de mucha gente a causa de los resultados conseguidos por los populares. Del cabreo se pasa a la burla y al chiste, al bulo del pucherazo y de ahí a los insultos, olvidando todo respeto democrático. En la Tierra de Pinares el triunfo y el ascenso del PP ha sido mayor que en el resto de las tierras sin pinares. Tenemos bien cerca esta realidad y tenemos una mejor posición para escarbar entre los resultados.
La pregunta general es ¿por qué el Partido Popular no baja del 30% de los votos en unas Elecciones Generales haga lo que haga, esconda lo que esconda y gobierne como gobierne? ¿Y por qué sube hasta un 44% en las tierras de Segovia?
Sigo pensando que el Partido Popular no tiene votantes, como otros partidos, sino creyentes. Y los creyentes son fieles, no atienden a explicaciones racionales, a hechos comprobables, sino que actúan movidos por la fe, por encima de datos estadísticos de paro, de pruebas fehacientes de corrupción, de históricos recortes sociales y económicos. Votan con fe, ciega por supuesto, en cualquier líder que les pongan enfrente. Los estudiosos hablan de una derecha sociológica heredada del franquismo, que se ha quedado enquistada en la España democrática y que quizás solo el tiempo conseguirá transformar en una derecha moderna. Esa derecha es más palpable aún en los páramos castellanos.
Hay tres factores que están contribuyendo a mantener esa fe ciega de quien ni le interesa, ni quiere reconocer la realidad. El primero son las televisiones anestesiantes, que les vuelven inmunes a cualquier dolor. Está claro que hablo sobre todo de TVE 1, que el PP se dio prisa en controlar, Tele 5 y Antena 3, como artífices de una mentalidad de “bastante tengo yo, como para sentarme a ver la tele y que me vengan con problemas, yo solo quiero evadirme…”. La televisión todo lo banaliza. Como segundo factor siempre está el peso de la Iglesia Católica, que mantiene y ensancha sus redes, en los medios, en la educación, en el Consejo de ministros, en las leyes y en las tradiciones sociales. El tercer factor es el miedo, algo que el PP sabe que siempre funciona y que ahora ha ejercido un gran efecto disuasorio. No hace falta comentar el fatídico refrán tan hispano “vale más lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
Pero en España queda un 70% de ciudadanos que no votan al PP. Es ahí donde debería haberse centrado el esfuerzo de los partidos progresistas y de izquierda, en lugar de perder el tiempo con diatribas hacia los políticos y seguidores populares. Los votantes progresistas y de izquierda queremos que nos convenzan con razones y con explicaciones coherentes. Cuando no lo hacen así cambiamos de papeleta o nos abstenemos. Nosotros no votamos por fe. Como buenos ciudadanos no queremos que el dirigente de un partido nos sermonee a voces y nos grite continuamente frases hechas y desgastadas, sin ningún argumento. No queremos que otro nos hable siempre enfadado y regañando, soltando eslóganes dirigidos a twitteros, sin profundizar en ningún tema, buscando únicamente titulares de prensa. No queremos que otros que quieren ser un centro moderno se vayan a hacer demagogia a Venezuela para conseguir los votos que no consiguen explicando aquí sus posiciones ambiguas en casi todos los temas del espectro político.
Los votantes progresistas y de izquierdas nos merecemos más respeto. Merecemos que nos expliquen los programas que llevan bajo el brazo. Ninguno se ha molestado en explicarnos qué van a hacer en Educación, cómo solventarán los recortes en Sanidad, qué solución tienen ante las oleadas migratorias, qué piensan de los acuerdos con la Iglesia católica, cómo afrontarán la quiebra de la hucha de las pensiones…Apenas nada de esto se trató con cierta profundidad en la campaña. Todo eran simples referencias para conseguir titulares y frases hechas que no comprometían en nada. Está claro que no nos han convencido.
En dos palabras, hay que pedir a los políticos afines que se olviden de los votantes del PP, porque no van a cambiar de opinión, ni de fe. Y que al resto de ciudadanos nos ofrezcan, nos razonen y nos ilusionen con propuestas frescas para hacernos creer en un futuro mejor, que es lo único que hace ganar elecciones.
Desde el mar de Pinares: Jesús Eloy García
8 julio, 2016
El cabreo no es tanto con el resultado electoral que, en buena praxis democrática, es la esencia de la voluntad popular, sino con lo que van a hacer y hacernos con ese resultado. No es para bromas ni para chistes que con los votos al PP la calidad democrática se vea, de día en día, deteriorada. No es para risas los recortes que nos esperan, el incremento de la precariedad laboral, los salarios de mierda cuando se tiene la «suerte» de cobrar alguno, el saqueo de la hucha de las pensiones, la mentira institucionalizada que nos agrede por considerarnos idiotas, los desahucios sin alternativa ocupacional para miles de víctimas de un sistema financiero mafioso, la impunidad cuando no justificación de la corrupción oficializada, las componendas privatizadoras para favoreceer a amiguetes generosos para con la caja «B», el progresivo deterioro de derechos y libertades, etc, etc, etc……….. No, evidentemente, no es para hacer chistes, tampoco para desahogarnos con insultos, pero sí para llevar nuestro cabreo al límite de nuestra capacidad de ejercer como ciudadanos con el consiguiente reproche hacia quienes obstaculizan el ejercicio de tal condición. Porque el deterioro de la sanidad no lo sufre solo el devoto votante del PP, también lo sufrimos los demás. Igual, pasa con educación, vivienda, empleo, libertades y bienestar. Ante un significativo número de votantes que deciden sobre el gobierno del pais con el resultado ya mencionado, no cabe esperar «resignación cristiana» de cuantos son víctimas de las políticas del PP, muchos en graduación dramática.
Efectivamnente, falla también que el 70% de la población, no votante del PP, posibilite con su inconcreción y dispersión el triunfo de lo que decide el 30%. Siempre he afirmado que algo está haciendo mal la izquierda para que no sea posible encontrar una solución que compartamos todos y todas los que no votamos al PP ni a sus marcas blancas. Somos mayoría pero nos comportamos evidenciando nuestra dispersión y desconfianza. No, no es el problema (creo)la explicación de los programas que, por otra parte, ni los propios militantes en campaña conocen en detalle. Cuántos actos se programan en campaña para explicar programas con asistencia mínima. Los grandes mítines de los grandes líderes no aglutinarían asistentes si se convocaran para discutir programa; más bien son actos en los que fluyen consignas que un público predispuesto acoge y que unos medios expanden. Por eso, en una sociedad como la nuestra en la que se nos ha acostumbrado a reaccionar ante los estímulos del mensaje, es la credibilidad lo que falla. La confianza, nacida del entusiasmo en un proyecto, es el único catalizador de ese caudal ciudadano hacia una solución de gobierno progresista. Y la confianza, por pura lógica, se desvanece en cuanto el votante capta mensajes cruzados, en cuanto en cuatro días ve oscilar a sus referentes de un posicionamiento ideológico a otro distinto, en cuanto constata que sacrifican coherencia política por tratar de prospectar caladeros de voto ya ocupados.
9 julio, 2016
Si el PP es tan malo para España (que no quiero discutir eso,no seré yo quien saque la cara por ningún político ) como serán los demás que el segundo partido está a más de 50 escaños……
10 julio, 2016
Que pena me da de un país en donde el 70% que se supone está en contra del PP que tiene ese 30%, no sepa o no quiera unirse. ¿ Quizás el resto de los partidos políticos ofrecen algo mejor ?, o quizás les ciega querer bajo cualquier coste gobernar. Todos nos preguntamos qué ventajas obtiene un país votando a un partido en entredicho, la respuesta la tiene la torpeza populista de partidos con programas de gobierno cuyo mensaje es pan para hoy y hambre para mañana.