El espectáculo que está ofreciendo la cúpula del Psoe es bochornoso, degradante y suficiente para que todos queden descalificados para cualquier tarea de responsabilidad. Han sacado al aire libre las miserias que todos intuíamos desde fuera en los últimos tiempos. Es una lucha descarnada por el poder, un cuerpo a cuerpo con las navajas afiladas.
En el Psoe Hace tiempo que ya no hay debates ideológicos o propuestas alternativas para estos años de crisis. Solo se habla y se negocia sobre el poder. Como otros partidos socialdemócratas europeos el Psoe padece una preocupante desorientación. Otros partidos ya han quedado reducidos a un nivel testimonial. No han conseguido proponer medidas ante la crisis que les haga aparecer como diferentes de los partidos conservadores, que nos han traído a esta situación.
Desde el 10 de mayo de 2010, en que Zapatero tomó las mismas drásticas medidas que hubiera tomado cualquier gobierno de la derecha, el Psoe quedó diluido en un mundo sin ideología diferenciada, donde solo se ha hablado de nombres, de afines, de críticos… Así han justificado su paso a ser considerados como parte de “la casta”.
Los de a pie, los invocados como las bases o los militantes, se han quedado boquiabiertos ante el auténtico golpe de estado, promovido contra un líder elegido por ellos mismos. Nadie veía nada claro ni positivo en la deriva sin rumbo de Pedro Sánchez, pero tampoco en todos los movimientos camuflados por parte de la sultana de Andalucía. El desarrollo del golpe ha sido esperpéntico. Felipe González hizo de Tejero por la mañana en la Ser, dando el aldabonazo inicial para decir que comenzaba el golpe. La sultana sacó sus 17 tanques a la calle, 17 dimisiones que debían obligar a entregarse al ejecutivo legalmente constituido desde hace dos años. Unos y otros trataron de sumar las fuerzas en sus respectivos acuartelamientos. Al final, dos bandos claramente establecidos, sin admitir indefiniciones. Los de a pie están secuestrados, esperando “una autoridad competente” que venga a rescatarlos. No se ve fácil la tarea de un pacificador que pise este lugar lleno de minas. Si no es así, continuará la anarquía de reuniones, descalificaciones, comunicados… del cuerpo a cuerpo.
Los de a pie han visto cómo los dirigentes del Psoe han ido perdiendo contacto con la realidad, han olvidado el trato con los ciudadanos de la calle y con sus graves problemas de estos años. Hace mucho que no se acercan a una Agrupación para pedir una información o una opinión sobre los problemas de los vulgares ciudadanos. Se acercan solo para ser votados y refrendados. Las políticas no se discuten porque no existen. En esta guerra abierta nadie habla de planteamientos políticos. Precisamente los dirigentes que están gobernando con el apoyo de Podemos son los que se enfrentan a Pedro Sánchez por su disposición a negociar con Pablo Iglesias una alternativa al bloqueo actual. Cinismo en estado puro. Quienes han dado el golpe de estado se ofrecen ahora para coser los rotos y descosidos, pidiendo unidad. Por otro lado, quienes ahora reclaman el voto de las bases, hace tiempo que se encerraron en un bunker rompiendo todo diálogo con los opositores, incluso llevando al partido al desastre como ha ocurrido en el PSOE de Castilla y León de la mano de Oscar López, que ahora clama para que se oiga la voz de los militantes.
Después de un golpe de estado es difícil cerrar heridas. Todos quedarán marcados por sus posiciones, por lo que hicieron y dijeron. Los de a pie seguirán callados, pero quizás irán buscando por otro lado alternativas más claras y definidas. Ninguno de los dirigentes actuales, pasados y futuros se pregunta y se responde dónde y por qué se han ido los cinco millones de votos que ha perdido el Psoe. La sociedad evoluciona, la gente con sus ilusiones y sus propuestas también. Los que disfrutan de nóminas de 7.500 euros no se han enterado de nada.
No se puede mantener una estructura del siglo XIX para un partido del siglo XXI.
Desde el Mar de Pinares. Jesús Eloy García Polo
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