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Desde el mar de Pinares: No es una guerra…es una pandemia

La UME en Navas de Oro.

Parece que todos los medios se aplican con la metáfora de “una guerra” para explicar la inexperimentada situación actual y sus consecuencias. Pero lo más preocupante de todo es que aparezca cotidianamente un general en las Ruedas de Prensa oficiales utilizando un lenguaje militar para explicarnos las diferentes actuaciones de los trabajadores de lo militar en unas situaciones, muy duras, pero pacíficas en grado máximo. No es una guerra, ni se le parece en casi nada.

Es una pandemia, una peste de las que la Humanidad ha sufrido tantas a lo largo de la historia. Las guerras ocupan grandes espacios en los libros de historia. A las epidemias apenas se les dedica unas líneas. Solo hay desgracias y muertes. Ahí los historiadores al uso no encuentran lugar para gestas ni héroes, que es lo que buscan los historiadores amigos de inventar mitos y fechas históricas para el poder al que sirven. Y pasan página. La última gran epidemia, la llamada, con mala leche, “Peste Española” supuso la muerte de entre 50 y 100 millones de personas, porque nadie se preocupaba de cuentas y estadísticas. En la historia apenas ocupa unas páginas. En la I Guerra Mundial murieron bastantes menos, pero ha dado mucho más juego a los historiadores.

Quizás este lenguaje militar sea una forma de querer legitimar o de justificar la supresión de derechos y la patente para mayores controles, pero no hace ninguna falta porque la gran mayoría de los españoles hemos entendido las medidas extraordinarias y estamos cumpliendo nuestro papel como ninguno lo hubiéramos imaginado. Quizás sea también una manera de demostrar que el Ejército tiene una labor en nuestra sociedad y que están bien empleadas las millonarias cifras que nos cuestan a todos.

Desde los tiempos del Neolítico todas las sociedades han dedicado sus mayores esfuerzos y sus mayores ahorros a los temas militares. Desde la primera fortificación de troncos al último escudo antimisiles. Fruto de esos denodados esfuerzos han sido los miles de guerras que llenan los libros de historia. Los militares siempre ocupan un papel destacado en esos libros. Los tiempos van cambiando y somos quizás la primera generación que ha vivido sin conocer una guerra en su territorio. Sin embargo los gastos militares continúan llevándose buena parte de nuestros impuestos. En estos momentos de catástrofe, pero de paz, se está utilizando una pequeña parte de esos recursos militares para ayudar a los sanitarios, como si los militares fueran la Cruz Roja.

Los agujeros de la Sanidad.

Es un papel totalmente opuesto al que tienen asignado. Recordemos que precisamente la Cruz Roja nació para recoger los muertos y heridos que quedaban abandonados tras cada batalla, en las guerras de mediados del S. XIX. Si ahora los militares tienen que hacer las labores de Cruz Roja, y a todos nos parece muy bien, es la hora de plantearse para qué necesitamos a los militares. No hablo solo de España. La pregunta es global. Este es un tiempo para vocear preguntas ilusas, para airear utopías y para poner al descubierto todas las contradicciones que nos están llevando por un camino sin salida.

Cuando pasen estos días habrá que replantearse adónde van nuestros ahorros y qué es lo que vamos a necesitar en el futuro, a la vista de las lecciones del presente. Ahora, en medio de esta catástrofe sanitaria, vemos los agujeros negros de la sanidad, la investigación y las sombras de los perdedores de la globalización. ¿Estaremos en situación diferente cuando llegue la siguiente pandemia? ¿Seguiremos utilizando el orgullo nacional para parar un bichito que no entiende de fronteras?¿para qué nos hace falta la Europa de los Bancos y de las Bolsas, si no se ponen al servicio de los ciudadanos?¿Volveremos a cometer los mismos errores que en la crisis de la última década?

Nada volverá a ser igual, escribe todo el mundo. Pero, tras la crisis de 2008, la clase que controla la economía consiguió que cambiara algo para que todo siguiera igual. Así los ricos se hicieron más ricos, los poderosos consiguieron más poder y la desigualdad creció hasta niveles desconocidos desde la I Guerra Mundial.

Esta pandemia es el penúltimo aviso que nos envían para rectificar el camino, nuestra manera de explotar los recursos, los sistemas de generar energía, la distribución de la riqueza, las divisiones nacionales que han traído casi todas las guerras. Ante un problema global, nuestros dirigentes se mueven bajo un foco local y nacional. El virus no entiende de fronteras. Tampoco el cambio climático y sus crecientes consecuencias.

Hoy debemos escuchar a los científicos y pensadores utópicos que plantean un supergobierno global, una ONU con poder ejecutivo, capaces de enfrentarse a las devastaciones que llegarán y que serán globales. ¿Para qué sirven los carísimos misiles ante un simple virus o ante el deshielo de los glaciares? Definitivamente debemos poner nuestros esfuerzos y ahorros en otra cesta.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

1 Recado

  1. Acertado el artículo, donde la globalización nos unifica en las tragedias y nos separa en la injusticia social que domina un mundo económico deshumanizado. Como sociedad nos hace falta una profunda reflexión donde prioricemos las bases de la existencia como especie, hoy alejadas de los ciclos biológicos y rehenes del mercado. No es utopía, porque no existe más utopía que pensar que la dinámica actual mejorará el Mundo.

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