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Desde el mar de Pinares: Sueños para el tiempo postCovid

Desde el mar de Pinares.

La palabra que mejor define este tiempo es incertidumbre. Es bueno que reconozcamos que no sabemos qué puede pasar. La ciencia ignora cómo evolucionará el virus y su expansión epidémica. Los gobernantes dudan sobre las medidas a tomar, restringiendo libertades y enfrentándose a múltiples contradicciones. Los ciudadanos no sabemos adaptarnos a una vida insegura y de limitaciones. Todo se ha vuelto inseguro y provisional: los trabajos, la función del Estado protector, las relaciones sociales, la educación, las formas de ocio… Y lo más inseguro es el futuro.

En la anterior crisis de 2008 se produjo un aumento de la desigualdad social, sin precedentes en tiempos de paz. En España el número de millonarios se multiplicó por cinco, mientras creció el número de ciudadanos en riesgo de pobreza y de exclusión social, necesitados de ayudas sociales y de los bancos de alimentos. En estos tiempos los gobiernos son responsables de las directrices que marcan la recuperación, qué sectores se favorecen y cuáles se apartan, dónde se invierte el dinero público, a quien se favorece con la legislación… Las medidas y sus consecuencias no son neutras, ni inocentes.

Hoy la desigualdad sigue creciendo y existe el riesgo de que esta nueva crisis la haga aumentar significativamente. A lo largo de la historia las élites siempre han tendido a naturalizar la desigualdad y a demonizar los intentos por hacer un reparto más equilibrado de la riqueza. La prensa de cada día es un reflejo fiel de su poder. El grupo social que más ha sufrido el declive en esta época ha sido el de las clases medias. La precarización de los empleos, el paro juvenil, el estancamiento o bajada de salarios, la falta de inversión pública en vivienda social, sanidad o educación…

Todo ha contribuido al adelgazamiento y la precarización de la, antes estable, clase media. Algo funciona mal cuando, en estos tiempos, los que disponen de una nómina del Estado o los que cobramos una pensión de funcionarios hemos pasado a ser los privilegiados de esa clase media tan deteriorada, que ha perdido muchos peldaños y mucho peso en la escala social. Los economistas espabilados nos explican que todo es la consecuencia lógica de los engaños que escondía el euro. Como no pudimos devaluar nuestra moneda, para hacer frente a la crisis, tuvimos que devaluar el precio y las condiciones del trabajo.

Ahora el futuro no es muy esperanzador. Estamos viendo que durante la pandemia las más favorecidas han sido las grandes empresas tecnológicas y las farmacéuticas. Sabemos además que todas ellas son muy hábiles en ingeniería financiera para evitar pagar los impuestos que paga cualquier pequeña empresa de la acera de enfrente. Seguirán creciendo, seguirán evadiendo y seguirán empobreciéndonos. Parece que nadie tiene recetas ni voluntad para encaminar la situación hacia un reparto más justo de la riqueza creada.

Se acabó el tiempo de los predicadores, de los activistas y de los profetas de los “ismos” que ofrecían sus soluciones para un mundo feliz. Hoy ya nadie enarbola banderas de Comunismo, Cristianismo, Capitalismo… como fuente de soluciones y normas para una sociedad mejor. No hay sustitutos y andamos a la deriva y a merced de los más espabilados. ¿Qué podemos esperar? ¿Qué nos puede ilusionar? ¿Con qué podemos soñar?¿Qué podemos decir a la generación que viene detrás?

Hemos llamado “ la generación mejor preparada” a los que tuvieron que enfrentarse a la crisis de 2008. Pero ahora sabemos que no era la generación mejor preparada sino la que acumulaba más títulos. Como padres, educamos a nuestros hijos para vivir en un mundo feliz y sin problemas. No estaban preparados para lo que se les vino encima. En los años de la crisis hubo mareas blancas, verdes, moradas…pero no hubo una marea de jóvenes. ¿Qué hubiera ocurrido si el millón de jóvenes sin empleo, la mayoría titulados, se hubieran presentado en las puertas de La Moncloa? Sin duda, no estaban tan preparados como creíamos. En vez de enfrentarse con dureza a los tiempos duros optaron por irse a servir pintas a Dublín, mientras pasaba la tormenta. Pero siguen los nubarrones…

Ahora los profetas de las redes nos ofrecen soluciones personalizadas, paraísos privados de fin de semana, filosofías de usar y tirar, mantras estoicos para ir tirando, haikus para disfrutar el momento sin preocuparnos de más. Mientras tanto, otros compran el suelo donde pisamos, el agua que nos refresca y el sol que nos ilumina.

Cada vez que compro algo por Amazon sigo alimentando al monstruo que nos está devorando. Cuando utilizamos Netflix, Facebook, Apple, Google…seguimos engordando ese monstruo que nos controla, nos devora y se quedará con todos nuestros datos y con nuestro futuro.

Cada vez el poder está más concentrado y cada vez nuestro voto vale menos para cambiar las cosas. No sé qué puede haber tras el horizonte. Probablemente solo un mundo en 5 G.

Autor: Jesús Eloy García Polo

Muévelo

1 Recado

  1. Yo no creo que sea Google ni Facebook quien me empobrece.
    Quien se lleva el fruto de mi trabajo es un estado que cada vez me exprime más para darme los mismos o menos servicios. Cada vez tenemos un gobierno más caro que el anterior y los servidores públicos no paran de acumular ventajas. Te engañan haciéndote creer que redistribuyen pero lo único que hacen es inflar los costes y aumentar los precios.
    Esta es la gran estafa.

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