Cuando nos acostumbramos al caos de ruido y tráfico ya estamos preparados para descubrir el encanto especial que tiene esta ciudad.
Surgió con la llegada de las primeras tropas árabes en el año 641. Antes se habían establecido aquí cerca una ciudad faraónica y otra de los romanos. Por esto El Cairo sigue pareciendo la suma de ciudades diferentes que han ido uniéndose a lo largo de los siglos, hasta llegar a la gran extensión que hoy ocupa.
Cada época ha dejado sus historias y sus monumentos, con mejor o peor fortuna. Pasaron los Omeyas y luego los Fatimíes, Saladino, los Mamelucos, Otomanos, Napoleón, los ingleses…que se mantuvieron hasta el golpe militar de 1952 que trajo la República actual, siempre en manos de militares.
Parece que nadie está contento con el Gobierno de prácticas dictatoriales de Al Sisi, pero las únicas elecciones realmente democráticas, tras la Primavera Árabe, las ganaron los Hermanos Musulmanes, que llevaron al país a una deriva islamista, arruinando el turismo y provocando la vuelta de los militares.
La presencia de soldados y de policías es constante. Por un lado quieren insuflar seguridad al turismo, tras varios atentados hace más de 20 años, pero sobretodo quieren hacerse presentes entre los suyos, mostrando su poder y su control.
Visitamos los barrios más identificativos de la ciudad. Primero fue el Barrio Musulmán, tan encantador y tan abandonado. Allí conviven las más bellas Mezquitas medievales, tumbas históricas, Madrasas, palacios y casas señoriales con las gentes más humildes y las calles más dejadas de la mano de Alá. Sobre el barrio se levanta la gran fortificación de Saladino, conocida como la Ciudadela. Sus murallas encierran la famosa Mezquita de Alabastro y otras construcciones con que los gobernantes han querido enriquecer El Cairo.
Como buenos turistas llegamos hasta el barrio más llamativo para nosotros, el Jan el Jalili, conocido por sus calles llenas de tiendas de todas las cosas imaginables. Los turistas no pasan de estas calles. Más allá continúa un barrio atractivo, lleno de jóvenes en un día de fiesta y con calles realmente atractivas, como Al Moez, que nos lleva por edificios, mezquitas y casas bien cuidadas, en medio de la algarabía de un barrio vivo y diferente.
Hay una gran uniformidad en la gente, en contraste con una ciudad europea. No hay pelos largos, tatuajes, ropas llamativas ni looks extravagantes. Todo intenta ser normal. Muchas mujeres tapadas y muchos hombres con vaqueros. Ya se sabe que las tradiciones…las guardan ellas. No hay bicis, ni apenas motos, porque el tráfico no les permite ningún espacio seguro. Se fuma por todas partes, sobre todo en los cafés, lo que nos hace echar de menos nuestros bares libres de humos. Los taxis son baratos y la comida también.
Vamos probando diferentes platos de la gastronomía egipcia, siempre bajo la protección del dios Fortasec. El más popular es el Kusari, una mezcla de pasta, arroz, legumbres y verduras que es el plato nacional. Está bueno y hemos llegado a pagar solo un euro por comer un buen plato de kusari en un establecimiento de aire popular. Alternamos con kebabs (no doner kebabs en rollo), de carne de cordero o pollo, con guisos de ternera con verdura, bastante apetecibles. Hemos probado la paloma que es un plato nacional para las fiestas. Siempre nos falta un buen traguito de vino pero…estamos en los dominios de Alá, el más grande.
El llamado Barrio Copto ocupa la parte más antigua de El Cairo. Aunque vive gente de ambas religiones se conoce así porque es donde hay más iglesias de los primeros cristianos coptos. Vemos chicas con ropa moderna, sin velos, vemos parejas amorosas y otras ligando en pandillas de quinceañeros. El ambiente es más abierto y alegre. También hay aquí mezquitas y sinagogas Nos dicen que la convivencia es pacífica, pero los coptos han sido las víctimas de los últimos atentados de los radicales islamistas.
Visitamos la Iglesia de la Caverna, donde nos cuentan que estuvo refugiada la Sagrada Familia durante tres meses, en su huida de Herodes. La historia no dice nada de esto. Seguimos por la Iglesia Colgante, o de la Virgen, la de San Sergio, San Jorge, Sta. Bárbara. Tienen un encanto y un valor especial. Se levantaron a partir del S. VII y han llegado hasta hoy con reformas y añadidos tras muchos saqueos, incendios y avatares a lo largo de los siglos.
Llegamos a la misa del domingo. Son diferentes los cantos, la comunión, las ropas…pero el incienso sigue siendo el mismo, desde el tiempo de los dioses egipcios, griegos y romanos.
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